Cuatro miembros del Institut de Ciències del Mar de Barcelona -vinculado al Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)- instalaron ayer por la mañana 200 metros de red antimedusas en Cala Vedella (Sant Josep), una iniciativa que partió de las asociaciones de comerciantes y de vecinos de ese centro turístico, muy afectado en verano por la visita de esos celentéreos urticantes. Desde las 10.30 horas, los cuatro científicos, ayudados por Xicu Ribas, presidente de los empresarios de la zona, comenzaron a ensamblar las ocho piezas (cada una de 25 metros de longitud) que conforman la malla que desde ayer protege el área de baño de la invasión de medusas. Como anclajes reutilizaron (y desplazaron) numerosos muertos abandonados para embarcaciones.

Cada una de las ocho partes se une a la siguiente mediante una cremallera de grandes dimensiones. Las de la red que se instaló el pasado año a modo de prueba piloto en Es Jondal eran más pequeñas. Con el tiempo, sobre todo tras el paso de los temporales, se demostró que había que modificarlas, pues se abrían con facilidad. La desplegada ayer en Cala Vedella «corrige ese y otros errores», según detalló Verónica Fuentes, investigadora del Institut de Ciències del Mar que ayer dirigía la instalación. Además de que la cremallera es mucho más grande, la tela es más resistente, como las zonas de anclaje, que el mal tiempo arrancó fácilmente en Cala des Jondal.

La red, que ha sido fabricada por la empresa Ribola, cubre una profundidad máxima de tres metros y no llega a tocar el fondo. Los investigadores han dejado entre 20 y 30 centímetros para que circule el agua, puedan penetrar los peces y el movimiento continuo del oleaje no ocasione erosiones ni en la arena ni en las rocas ni en la vegetación. En las zonas donde haya posidonia habrá incluso más espacio entre la malla y la planta. Fuentes admite que es posible que algunas medusas puedan colarse por debajo, aunque la mayoría quedarán retenidas porque suelen desplazarse por los niveles más superficiales del agua.

A diferencia de la de Es Jondal, el primer metro de red no es tan fino. Allí se escogió tupido para, al mismo tiempo, frenar la llegada de basura, pero se dieron cuenta de que se estancaba mucho el agua, lo cual sería un problema en una zona como Cala Vedella, donde las características de su litoral no facilitan la entrada de corrientes que la renueven.

Miembros del centro de buceo Big Blue se encargaron de anclar la red -fijada firmemente en la arena a cada extremo de la playa- en las zonas más profundas. A cada lado han dejado una amplia zona expedita para que puedan entrar y salir las embarcaciones deportivas y para el uso de las casetas varadero. La zona acotada, dispuesta en forma de U, se adentra en el mar hasta 50 metros de la línea de playa.

Los submarinistas de Big Blue se ocuparán del mantenimiento diario. En caso de que el parte meteorológico prevea temporal, deberán desinstalar la red lo más rápido posible pues el oleaje la dañaría. Para colocarla de nuevo se necesita una mañana entera.

Seguimiento diario

Además, el CSIC les ha facilitado una aplicación de móvil para que una vez por semana tomen datos e imágenes de diversos transectos (bandas de muestreo) que permitan a los científicos conocer cómo afectan los anclajes y la red al fondo marino, especialmente a la posidonia. En esa app deberán añadir diariamente si han detectado medusas (dentro o fuera), la temperatura del agua y si las algas y los mejillones se pegan a la tela.

Sus grandes flotadores y su color negro no pasaron inadvertidos a los turistas que tomaban el sol o se bañaban en Cala Vedella. Algunos preguntaban preocupados si dado su tamaño y características no era en realidad una barrera para contener un vertido de hidrocarburos. Incluso un vecino y comerciante del lugar sugirió que, al ser tan impactante, quizás deberían imprimir folletos para explicar a los turistas las razones que han motivado su colocación.