El kril, esos minúsculos crustáceos de los que las ballenas pueden devorar toneladas de un solo bocado, forma también parte de la dieta de la pardela balear (Puffinus mauretanicus), según un estudio que acaban de publicar en la prestigiosa revista Marine Ornithology Maite Louzao (del Centro Oceanográfico de Gijón), David García (naturalista de Iniciativa de Recerca de la Biodiversitat de les Illes y miembro de SEO/BirdLife), Beneharo Rodríguez (del Grupo de Ornitología e Historia Natural de Canarias) y Pere Abelló (del Institut de Ciències del Mar). Estos científicos supieron que los eufausiáceos están incluidos en el menú del virot, algo que se desconocía hasta la fecha, tras analizar qué llevaba en su buche uno de los que anidan en el islote de sa Conillera.

Hasta el momento se creía que estas aves marinas en peligro crítico de extinción solo se alimentaban de pequeños peces que ellas mismas capturaban o de los que desechaban las embarcaciones pesqueras. Pero tras un hallazgo fortuito realizado en mayo de 2013 en sa Conillera llegaron a la conclusión de que además comparten con los grandes cetáceos el gusto por el kril, diminutos crustáceos (muy similares a los camarones) que en el mar se acumulan en densas bolsas. En aquella época, mientras realizaban un seguimiento de la cría de pollos de pardela en los Illots de Ponent -periodo que comienza en abril y concluye aproximadamente en julio- observaron ese hábito alimenticio. Las crías aguardan durante toda la mañana en el nido, construido en el interior de profundas cuevas, hasta que por la noche llegan sus padres y los alimentan con lo que han conseguido a lo largo del día. Durante esas investigaciones -que SEO/BirdLife e IRBI realizan cada año, para lo que hasta el momento han contado con ayudas de Ibiza Preservation Fund (IPF)- encontraron la regurgitación de un virot que solo contenía eufausiáceos, algo insólito: «Se trata de la primera evidencia de que la pardela balear se alimenta con kril durante la época de cría», recalcan en el trabajo que acaban de publicar. Los análisis de la regurgitación determinaron que estaba compuesta por diminutos eufausiáceos (concretamente Nyctiphanes couchii). Lo que se creía hasta ahora era que, básicamente, los polluelos -extremadamente delicados, parecen enormes motas de polvo- comían solo anchoas, una rica aportación nutritiva.

Bucean hasta los 26 metros

En el estudio, Louzao y García detallan que los eufausiáceos son muy abundantes en aguas mediterráneas a partir de los 200 metros de profundidad, si bien durante la noche migran hasta la superficie. Los autores recuerdan que los virots son capaces de sumergirse hasta los 26 metros de profundidad.

Si bien los científicos señalan la necesidad de continuar el estudio, advierten de que se trata de un ave en peligro crítico de extinción, lo que hace que esta especie «no sea propicia para una investigación intensiva». Sí apuestan por «observaciones oportunistas» -como la que ellos hicieron por fortuna mientras recogían datos de las crías de pardela en sa Conillera-, que «serían muy importantes para aprender más sobre la historia natural de esta especie» tan vulnerable, indican.