­El propietario de un bar de Sant Antoni, aficionado al boxeo, y un portero de discoteca rumano que ha trabajado en el local del primero, ambos con antecedentes policiales por tráfico de drogas (y el segundo también por comprar y vender móviles robados), siguen considerados como presuntos autores de la agresión sufrida en su casa de Sant Llorenç por uno de los dos policías acusados del millonario robo en la sede del Grupo Matutes. Los dos sospechosos fueron puestos en libertad pero continúan imputados en este caso.

La agresión se produjo el 18 de noviembre de 2013, hacia las 21.20 horas, cuando dos hombres armados, uno encapuchado y el otro a cara descubierta, entraron en la finca de José Joaquín Fernández.

A pesar de que la titular del juzgado de Instrucción número 1, que investiga el caso, tiene reservas sobre la forma en que fueron identificados los dos sospechosos, más de un año después del suceso se mantiene la imputación de ambos, que niegan su relación con los hechos y se hallan en libertad provisional a la espera de juicio. «Me han confundido con alguien», declaró uno de ellos en el juzgado. El grupo de Asuntos Internos de la Policía Nacional, que lleva el caso, ha dado por concluidas las investigaciones, aunque aún se está a la espera de posibles nuevas pruebas científicas sobre los objetos (bridas, un billete de 10 euros, un paquete de Marlboro y dos linternas) recogidos en el lugar de los hechos.

La única prueba que señala a los dos detenidos como supuestos autores del asalto es la identificación que, por medio de fotografías, hicieron las dos víctimas de la agresión, José Joaquín Fernández y su esposa. A ello se suman un par de indicios más.

En un oficio remitido al juzgado el 16 de enero de 2014 puede leerse que, tras la detención del primer sospechoso de la agresión (el empresario de Sant Antoni), los funcionarios que se encontraban en las inmediaciones del domicilio del segundo sospechoso, dispuestos a detenerlo, observaron cómo la mujer del primero, en el coche de su marido, «se dirigía al mismo, si bien ésta se percató de la presencia policial y abandonó el lugar». Se preguntan los investigadores por qué, tras ser detenido su marido, «y desconociendo supuestamente las circunstancias concretas de la detención», al primer lugar que acude es a casa del segundo hombre identificado por las víctimas mediante fotografías.

Una «estrecha relación»

El segundo indicio apuntado por los investigadores es que en las intervenciones telefónicas y mediante las vigilancias llevadas a cabo «queda patente que ambos [sospechosos] mantienen una estrecha relación», a pesar de que ellos han negado tal extremo.

En un informe de noviembre de 2013, Asuntos Internos expone sus hipótesis de trabajo sobre la agresión y su conexión con el robo al Grupo Matutes. En su opinión, el asalto a la casa de José Joaquín Fernández fue cometido «bien por personas que fueron partícipes junto a los policías en el robo y quisieran conseguir su parte del botín, bien por alguien del entorno de Abel Matutes que hubiera enviado a estas personas para recuperar por cualquier medio la totalidad del dinero que le sustrajeron o bien por delincuentes comunes que al enterarse del robo quisieran conseguir el dinero que le faltase por recuperar, en caso de que lo hubiera».

Hay que tener en cuenta que de las declaraciones de la víctima de la agresión se infiere que los dos agresores conocían datos que no habían sido publicados y que, por tanto, la opinión pública desconocía.

Uno de ellos es que los dos agresores dijeron que sabían que Rafael Rodríguez (el policía que se confesó autor del robo) se había ido a vivir a Portinatx, algo que al parecer José Joaquín Fernández también desconocía y que los agentes comprobaron. Tampoco era de conocimiento público el lugar en el que residía este policía.

Aunque el mismo informe considera «significativo» el hecho de que «los asaltantes refieran que son enviados por Abel Matutes para recuperar el dinero sustraído», ni Matutes ni nadie de su entorno han sido citados a declarar. En vista de ello, el abogado que representa a Fernández y su esposa lo ha solicitado en un escrito del pasado 25 de febrero, si bien la juez no ha decidido aún si admite o no ese testimonio.

Según declaraciones de José Joaquín, los dos hombres que entraron en su finca le dijeron inicialmente que eran guardias civiles y que lo iban a detener. Consiguieron ponerle una brida, pero cuando él, extrañado, les pidió su identificación, rectificaron y uno de ellos, el español, le dijo: «He trabajado para el Greco en Madrid y estoy aquí para recuperar el dinero de don Abel Matutes. Nos ha enviado a por ti y no nos vamos a ir de aquí sin él».

El Greco es un grupo especial contra el crimen organizado del Cuerpo Nacional de Policía. Los dos hombres iban armados con lo que, según el agredido, podrían ser una pistola HK auténtica y un subfusil de asalto cuya autenticidad no puede asegurar.

Fernández fue repetidamente golpeado, forcejeó, consiguió zafarse y salió corriendo, intentando alejar a los hombres de la casa, en la que había dos miembros de su familia. Los agresores, que también le dijeron que sabían que su esposa estaba en la casa y que iban a ir a por ella, lo alcanzaron, lo tiraron al suelo y le ataron pies y manos con sendas bridas. En ese momento, la mujer llegaba corriendo al lugar y el hombre que iba encapuchado, «el que hablaba con acento rumano», fue a por ella diciéndole que estaba detenida.

Un nuevo forcejeo

De acuerdo con su propio relato, José Joaquín consiguió desatarse, dando inicio a un nuevo forcejeo y recibiendo numerosos golpes en la cara por ello, mientras los dos hombres le decían, según consta en su declaración judicial: «Sabemos que hay una huella tuya en la caja, sabemos que has robado cuatro millones de euros y te vamos a torturar hasta que nos digas lo que queremos saber». También amenazaron con cortarle los dedos. En el momento en el que el rumano volvió junto a su cómplice para centrarse en Joaquín, su esposa logró salir corriendo de la casa en busca de ayuda.

Fue entonces cuando dijeron al policía, tras golpearle de nuevo: «Vamos a volver a por ti y a por Rafa, que sabemos que vive en Portinatx». Los dos hombres, finalmente, salieron huyendo. Según los cálculos de las víctimas, la agresión duró unos ocho minutos.