Los propietarios de un perro que ha muerto han alertado de que han encontrado varios recipientes con comida envenenada en la zona de Can Parentona y en otros lugares de los alrededores de Sant Rafel, supuestamente con la intención de que perezcan más canes. Otro animal, que seguramente también comió carne o queso mezclado con alguna sustancia nociva, está en la clínica veterinaria Vidal-Pereyra, aunque probablemente hoy mismo puedan llevárselo a casa, según informó su propietaria, Cristina Martín.

«Está mejor, estable. No tengo sospechas de que lo hayan envenenado aunque ayer mismo [por anteayer] leí en las redes sociales que alguien estaba colocando veneno en Sant Rafel», comentó Martín en una conversación telefónica. Por el momento lo que más le importa es que ´Coco´, su cooker de once años, se encuentra fuera de peligro.

«He tenido muchos perros en mi vida y nunca me había pasado algo similar, no me explicó cómo puede haber gente así», añadió la mujer, que el jueves por la tarde, cuando salió de trabajar, fue a recoger a ´Coco´ a casa de sus padres. Le dijeron que había vomitado y luego tuvo diarrea y varias convulsiones, por lo que lo llevó a la clínica. Allí le comunicaron que otra perra había fallecido.

«Llegó el miércoles sobre las siete de la tarde y murió unas doce horas después», confirmó el propietario de Vidal-Pereyra, Joan Pereyra, que añadió que se trataba de un can grande, de unos 40 kilos, un cruce de pastor alemán.

Los propietarios le explicaron que dieron varias vueltas por los alrededores de su casa, en Sant Rafel, y encontraron recipientes con comida supuestamente envenenada. Según el veterinario, el tóxico afectó al hígado y al riñón, por lo que el animal, que se llamaba ´Mía´, falleció.

Un pesticida de caracoles

El experto comentó que había vomitado cebolla teñida de azul, por lo que sospecha que había consumido comida mezclada con metaldehídos, que tienen un color muy intenso. Es un compuesto químico que se usa normalmente como pesticida contra babosas, caracoles y otros gastrópodos. Le añaden un componente de color dulce, por lo que se lo puede comer cualquier animal, incluido un perro. «Es difícil, pero si se acerca un niño también podría ingerirlo», alertó Pereyra, que hacía mucho tiempo que no recordaba el caso de varios perros supuestamente envenenados. El último ocurrió hace unos cinco años en ses Figueretes y nunca se supo quién colocó el veneno.

Los propietarios de ´Mía´ han interpuesto una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil, según informó el veterinario, para concluir.