Nos quejamos ahora de la situación que vive la educación, pero en los años 20 del siglo XX era catastrófica, especialmente en estas islas. Joan Capó, por entonces inspector jefe de Educación en Balears describió el panorama de la siguiente manera el 10 de junio de 1926, cuando reunió a los alcaldes de las principales poblaciones baleares en la sede del Museo Pedagógico Provincial para decirles que había que dar un giro a la historia: «Se necesitan en Balears muchísimas escuelas. Desde este punto de vista, somos la provincia española más desatendida. En general existe una escuela por cada 700 habitantes. En Balears, nos resulta una por cada 1.400. Contamos, pues, con la mitad de medios de instrucción que ya posee el resto de España». Y en las Pitiusas era aún peor, tal como recuerdan Pere J. Carrió, Manel V. Domènech Bestard y Antoni Ramis Caldentey en ´Les escoles de les Illes Balears en temps de la II República´, volumen editado mediante micro mecenazgo que fue presentado ayer por el profesor Luis Ruiz en la sede ibicenca de la UIB dentro del ciclo de charlas ´Parlam d´Educació´.

Carrió asegura que «Ibiza estaba aún más atrasada que España y que Balears». Hay que remontarse a 1846 para encontrar la primera escuela pública ibicenca: «Estaba en Dalt Vila, en el antiguo convento de los dominicos. Dos años más tarde se acordó la creación de una escuela para niñas», explican los autores en su detallado libro, que decidieron escribir en agosto de 2008 durante la difícil digestión de una paella, posiblemente bien regada. Por entonces, solo Ramis estaba jubilado. Ahora lo están los tres.

Trece parroquias sin escuela

Los niños que deseaban estudiar lo tenían crudo en las dos primeras décadas del siglo XX. Las clases se daban en locales alquilados «con falta de espacios adecuados», los métodos eran «rutinarios», era complicado cubrir las vacantes de maestros y encima la enseñanza era obligatoriamente en castellano, cuando predominaban los alumnos catalanoparlantes. «La educación primaria obligatoria era imposible de cumplir en las Pitiusas dado que el numero de escuelas era totalmente insuficiente», afirman los tres docentes jubilados.

Ofrecen un dato que ilustra perfectamente cuál era la situación: «Jesús, Santa Gertrudis, Sant Carles, Sant Llorenç, Sant Miquel, Sant Vicent, San Rafel, Sant Mateu, Santa Agnès, Sant Agustí, Sant Jordi, Sant Francesc y el Pilar de la Mola sumaban 12.612 habitantes, pero no tenían escuelas, ni públicas ni privadas». Era un cuadro educativo catastrófico que, según apunta Carrió, solo beneficiaba a los pudientes: «Había una demanda por parte de los pueblos, pero conseguían poca cosa. Yo creo que era por el caciquismo. Al cacique no le interesaba que la gente se educara y aprendiera. En Mallorca teníamos a March, aquí a Matutes. El caciquismo fue el gran enemigo de la escuela».

Aquella magna asamblea de alcaldes baleares tuvo consecuencias poco tiempo después, si bien antes, en Ibiza, «el maestro Joaquín Gadea impulsó en Sant Carles la construcción de la primera escuela pública, que montó a través de la mutualidad Minerva» y que fue inaugurada el 19 de noviembre de 1925, relata Carrió. Porque los promotores de los centros de enseñanza públicos no siempre eran «la Administración, ni el Ayuntamiento ni el Ministerio. El Ministerio solía dar una subvención. En Felanitx es también una mutualidad de obreros la que crea las escuelas», señala Ramis.

La época dorada

Pero es durante la República cuando se da el gran salto adelante. Es la época dorada de la enseñanza en las Pitiusas, después de tantos años de oscuridad y de tantas dificultades: «La República, en el sentido educativo, representa un cambio absolutamente extraordinario. El primer gobierno republicano tuvo un gran interés por la educación motivado por el gran analfabetismo que existía en España. Detrás estaba la Institución Libre de la Enseñanza, por donde habían pasado muchos de sus ministros. Ya tenían un ideario. No parten de cero. Entre otras cosas pretendían que en cada pueblo de España hubiera una escuela», recalca Carrió. En el mismo 1931 se produce una gran revolución educativa: «Ofrecen 7.000 plazas de maestro, cosa que no se había hecho en la historia ni se ha hecho nunca más. Fue extraordinario. Y hubo más iniciativas, como la Residencia de Estudiantes, las becas, las misiones pedagógicas, las colonias escolares para niños con problemas físicos...». Los niños españoles, y por ende los pitiusos, salían al fin de las cavernas para sentarse en pupitres.

Domènech Bestard insiste en que cuando se habla de República siempre se asocia a Guerra Civil, a muertos, a un periodo oscuro o conflictivo: «Pero nosotros intentamos en este libro dar valor a sus logros, mostrar su lado positivo, que entre otros fue esa dedicación a la educación. En Palma, entre septiembre y octubre de 1931 el Ayuntamiento ya tenía un plan de construcciones escolares que en pocos meses se pusieron en marcha».

En Ibiza, según cuentan en el libro, «se crearon las primeras escuelas públicas de párvulos y se construyeron los edificios de la Escuela de Artes y Oficios y de la Graduada». El arquitecto Guillem Forteza, con la ayuda de Miquel Fullana, firmó la mayoría de los planos de las nuevas escuelas que se programaron para las Pitiusas. Entre 1931 y 1932 completó los de las escuelas de Santa Gertrudis, Formentera, Sant Josep, Sant Carles, Sa Graduada de Ibiza, Sant Antoni, Sant Joan y Santa Eulària». Pero no todas se llegaron a construir debido al estallido de la Guerra Civil.

De todos los centros de esa época, «muchos edificios fueron construidos o promocionados durante la dictadura de Primo de Rivera», destaca Ramis. De las 128 escuelas, fueron iniciativa de la República 78. Las que heredó de la dictadura y usó como propias fueron 49: «Eso se debe a que Primo de Rivera consiente durante su gobierno a la Institución Libre de la Enseñanza», dice Carrió.

De lápices a fusiles

Al esplendor republicano le sigue una época muy negra, la guerra y la posguerra. Ni todas se llegaron a construir ni tras la guerra todas se usaron para dar cobijo a estudiantes: «La Graduada, terminada en junio de 1936, casi hasta los 60 no se usa como escuela. Primero fue un asentamiento militar. Eso pasó en muchos lugares, como en Palma. Existía la necesidad de esos centros de enseñanza, pero primaron las necesidades militares», según Carrió.

Pasan luego dos décadas «hasta que se reinicia la construcción de escuelas. Y en Ibiza el panorama fue aún peor. Todo fue mucho más lento a la hora de construirlas. Las primeras nuevas son de los años 70», subrayan los autores.

A este libro que expone pormenorizadamente cómo surgieron los centros de enseñanza durante la República podría seguir otro, ya que a lo largo de estos siete años sus creadores han recopilado mucha información: «En todos los sitios encontramos gente que nos aporta nuevos datos. Estamos recogiendo una documentación de la que carecíamos. Eso se debe a que al hacer esta obra a través del micro mecenazgo, la gente se ha implicado mucho más. Nos mandan muchos correos», explica Pere J. Carrió. Por ejemplo, la sobrina nieta de Joan Capó les ha contado que conserva numerosos documentos de su familiar y que está dispuesta a facilitar el acceso a ellos. Dado que las fuentes oficiales o son difíciles de ser consultadas o están vacías de contenido debido a que fueron limpiadas durante y después de la guerra, Carrió, Domènech y Ramis confían en «recomponer la historia a través de la gente».