Mientras estudiaba en el instituto Santa Maria, Esther Ferrer Ribas solo hizo un experimento de Física: medir la aceleración de la gravedad con la caída de una piedra. Ahora persigue partículas elementales. La motivación para acabar siendo doctora en Física por la Universidad de París y para participar en el CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) y colaborar activamente en el acelerador de partículas que en 2012 probó la existencia de un bosón de Higgs (puede haber varios y aún faltan comprobaciones), no partió de aquel experimento tan básico, sino de su propia familia y de su educación en un centro británico: «En casa había una cultura abierta a la ciencia. A mi padre [José Ferrer Ribas] le gusta mucho, es ingeniero industrial. Pero tuve la suerte de tener profesores que impulsaban la curiosidad», explica durante una entrevista telefónica desde su residencia al sur de París, donde trabaja en el IRFU, el Instituto de Investigación de las Leyes Fundamentales del Universo. En el 60 aniversario del CERN, una exposición en el Palais de la Découverte de París -que es como el museo de la ciencia de aquella ciudad- rinde estos días homenaje a esta ibicenca y a otros 59 científicos franceses que han participado en esa meca mundial de la ciencia.

En el Reino Unido se topó con uno de esos docentes que marcaron su vida: «En el instituto no sabía muy bien si hacer ciencias o dedicarme a las lenguas. Al acabar el 3º de BUP decidí ir a Londres para aprender bien el inglés y aclararme un poco las ideas. Hice un curso que se llamaba bachillerato internacional donde tuve un profesor de física fantástico, John Percy, que me motivó mucho. Fue la primera vez que hacía pequeños experimentos en un laboratorio».

«La Física es divertida»

En Londres descubrió que la física consiste básicamente en la experimentación, pero no solo en dejar caer una piedra: «Me fascinó. Allí me decanté por la física. Sabía que me iba a divertir». Para Esther Ferrer, nacida en Sant Agustí, madre de tres hijos y de 41 años de edad, la física ni es aburrida ni algo abstracto: «Es una pena que la gente piense que es abstracta. Solo consiste en saber cómo funcionan las cosas: desde por qué cae una piedra a cómo ha nacido el sol o ha surgido la historia del universo. La física es preguntarse por qué el mundo es tal como lo vemos».

En el IRFU, concretamente en el Servicio de Electrónica, Informática y Detectores, Laboratorio de Física Sensores y Electrónica, se lo pasa bomba. Allí, la física es un placer. Actualmente trabaja en el proyecto Atlas (Aparato Toroidal del LHC), donde busca muones... ¿Muones?: «Sí, en la física de partículas hay un lenguaje un poco pomposo. Los muones son unas partículas de las que ahora mismo muchas atraviesan cada centímetro cuadrado de tu cuerpo. Cuando en el CERN -donde hay un acelerador de 27 kilómetros de longitud- aceleran protones, los hacen colisionar a unas energías colosales para crear unas nuevas partículas. Y una de esas nuevas partículas es el muon. Para detectarlos, hay que ´fotografiar´ la colisión de esos protones, para lo que necesitas un conjunto de detectores con sensibilidades diferentes, que son una especie de cámara de fotos. Con ellos sabes qué partícula se ha producido, por dónde ha pasado, qué energía tenía...», explica la científica pitiusa. Dentro de unos años habrá una mejora de ese acelerador del CERN en la que ella colabora: «Como los detectores actuales no podrían soportar el aumento de ritmo, habrá que cambiarlos por detectores más rápidos. Habrá más colisiones por unidad de tiempo. En estos momentos estoy trabajando, desde el IRFU -que forma parte del CEA, Comisariado de la Energía Atómica francés-, en la nueva generación de detectores para el acelerador GHC (Gran Colisionador de Hadrones)».

Una Erasmus ´inglesa´ en París

La tesis de Ferrer se centró en la búsqueda del bosón de Higgs (´Etude des états finals contenant deux jets de particules et de l´énergie manquante avec le détecteur Delphi à LEP´). La elaboró en el Delphi, un detector del acelerador del CERN denominado Large Electron-Positron (LEP). Desmantelado en el año 2001, fue el acelerador previo al que probó la existencia del bosón de Higgs: «Primero estudié Física en el Imperial College de Londres (de 1992 a 1996). Pero durante ese periodo fui un año a Francia. Era una estudiante Erasmus ´inglesa´ en París. Aquí tuve que hacer un proyecto en un equipo de investigación, en el grupo Delphi. Era el año 1994, la primera ocasión que tuve de ir al CERN. Estaba en tercero de la carrera. Luego la acabé, hice un máster y volví a ese grupo para dedicar tres años a colaborar en el experimento Delphi, que también buscaba el famoso bosón de Higgs... pero que no encontramos en esa época porque se necesitaba una energía que ese acelerador no cubría». El bosón de Higgs se probó en el año 2012 y el profesor Peter Higgs obtuvo el Nobel en 2013: «Se encontró, pero aún quedan un montón de cosas por estudiar», advierte Ferrer, que recuerda que esa partícula, incomprensible para la mayoría de los mortales, «tiene un papel importante en el modelo actual de la física de partículas que explica la evolución del Universo. Saber eso, de por sí, ya es interesante».

Además del propio conocimiento, Esther Ferrer advierte de que esa investigación, que en la práctica supone escalar un enorme peldaño en el conocimiento humano, también tiene efectos prácticos: «En esta investigación tan alejada de los problemas cotidianos se originan muchos derivados que sí afectan a nuestra vida diaria. Por ejemplo, las técnicas que usamos en el CERN son muy importantes para la medicina nuclear. Saber cómo vas a dirigir un haz de partículas es imprescindible para quien se dedica a la radioterapia. La tomografía por emisión de positrones o la resonancia magnética utiliza técnicas que desarrollamos en la física de partículas. El objetivo es mejorar el conocimiento de nuestro mundo y universo, pero al final tiene resultados prácticos».

En ese sentido, pone un simple ejemplo que demuestra cómo las investigaciones desarrolladas en el CERN tienen consecuencias en la vida diaria: «La simple búsqueda en Internet de una palabra tiene su origen en los estudios desarrollados en el CERN. Los primeros protocolos de Internet se inventaron allí hace 30 años. Mediante la investigación básica aparece la innovación en otras parcelas, en campos muy diferentes».

«La física de partículas y la astrofísica, lo infinitamente pequeño y lo infinitamente grande, están muy unidas», señala al hablar de su trabajo en el Instituto de Investigación de las Leyes Fundamentales del Universo: «Los satélites que se envían al espacio tienen, por ejemplo, los mismos detectores con los que yo trabajo. De ahí que en el IRFU estén representados ambos campos».

«Yo soy de cacharrear»

Ferrer se define como «una experimentadora, alguien que hace y diseña experimentos». Pasa muchas horas en el laboratorio y delante del ordenador, nunca frente a una pizarra repleta de ecuaciones: «Yo soy de cacharrear». Lo que más le gusta de la física de partículas es que no es un trabajo aislado. En el experimento CAST (CERN Axion Solar Telecope) trabaja junto a otros 60 investigadores: «Buscamos axiones, una partícula subatómica cuya existencia, aún no demostrada, fue postulada hace 40 años. Nunca se han detectado. De hacerlo, sería un premio Nobel». El axión forma parte de esa parte del Modelo Estándar de Partículas Fundamentales que los científicos aún no llegan a entender: «No sabemos de qué está hecha la mayor parte de la materia del Universo, lo que denominamos materia oscura. Pero los axiones son los candidatos a componer esa materia oscura. En los años 70 se propuso que uno de los problemas de ese Modelo Estándar se podría resolver por una partícula a la que se denominó axión, que casi no tiene masa, es muy ligera y es muy difícil de detectar».

Para detectarlos, en la pasada década idearon «un imán enorme que se encuentra en el CERN y que se orienta hacia el sol». De momento no ha sido posible cazar al axión con ese helioscopio: «Hasta hora nadie ha podido desmontar su teoría y nadie ha encontrado ninguna mejor. Nosotros seguimos al pie del cañón buscando», aunque con fecha de caducidad: el experimento CAST concluye en el año 2015. «Ya lo hemos explotado de la mejor manera. A un físico de la Universidad de Zaragoza -explica Esther Ferrer- se le ha ocurrido otro experimento, el IAXO (Observatorio Internacional de Axiones), que será más sensible. Ahora estoy implicada en este nuevo experimento, la búsqueda de axiones solares. Solo nos faltan 50 millones de dólares para poder hacerlo. Es el pequeño detalle».

Cuando se le recuerda que para solucionar ese problema de financiación bastaría con adquirir un solo avión de combate menos, por ejemplo un Eurofighter Typhoon, que sale a unos 75 millones de euros la unidad, sonríe: «Paso buena parte de mi tiempo buscando dinero para pagar a los investigadores y para financiar la ciencia que quiero hacer. Es lo que pasa en tiempos de crisis: la ciencia no es la primera prioridad para los gobiernos».