«El primer contacto con Ibiza se establece a través de sus paisajes, de sus conjuntos urbanos y de su arquitectura rural, pero lo que luego nos retiene en ella son los valores humanos de los ibicencos: su nobleza, su honradez, su trato sencillo y cordial. Si tuviese que resumir estas cualidades daría el nombre de Antonio Marí Ribas ´Portmany´.»

El Marqués de Lozoya.

Acostumbrados como estábamos a su presencia cotidiana en las calles de la Marina, especialmente en los muelles y junto al Mercat Vell, al pie del Rastrillo que durante mucho tiempo conservó en sus piedras algunas manchas de la tinta que utilizaba en sus dibujos, no supimos ver el valor de su trabajo. Y es que la presencia de Marí Ribas fue siempre modesta -lo recuerdo en mangas de camisa, con pantalones de pana, alpargatas y una boina o sombrero de paja y ala corta-, dibujando incansable todo lo que veía, el trajín cotidiano y la vida que pasa en cartulinas, papeles o cartones, con fragmentos de caña que de vez en cuando afilaba con una navaja. El caso es que en aquellos días no acertamos a ver su genialidad. Luego, demasiado tarde, sobre todo después de su muerte el 22 de mayo de 1974, críticos de reconocido prestigio como Giralt-Miracle, Alexandre Ciriri, J.E. Cirlot, Manuel del Arco, Normal Lewis y muchos otros, nos dijeron que era, con diferencia, el mayor artista que había dado la isla. Hasta el punto de que se comparaban sus trabajos con los dibujos de Rembrandt y con las pinturas negras de Goya. A este respecto, añadiré algo que parecerá temerario: si prescindiendo de las firmas, me dieran a elegir entre algunos dibujos de Goya y otros de Marí Ribas, escogería sin dudarlo uno de Portmany.

Y si ahora dedico estas rayas a la memoria del pintor cuando se cumplen 40 años de su muerte es porque entiendo que no podemos ni debemos dejar que, como está sucediendo, caiga en el olvido. Porque la pérdida mayor, en tal caso, la tendría Ibiza, la tendríamos los ibicencos. De aquí el interés que tiene recoger toda noticia que nos ayude a preservar su legado y su memoria. Noticia como la que yo tuve casualmente este pasado verano. Me sucedió en el encuentro que me facilitó un buen amigo, Alfons García Ninet, al descubrirme un sorprendente fondo documental con todo lo que, partiendo de cero y desde la muerte del pintor, ha podido reunir sobre la obra de Marí Ribas, una relación exhaustiva de sus exposiciones, catálogos, críticas y comentarios de prensa, correspondencia, fotografías, reseñas en revistas, bibliografía, etc. Los dieciséis gruesos archivadores repletos de una información que pude ver y que sigue creciendo son ya un material indispensable y definitivo para entender la prodigiosa -y en muchos aspectos desconocida- trayectoria artística y personal de Marí Ribas.

Sobre el valor de dicho archivo basta decir que el extraordinario ensayo que en 1978 le dedicó el reconocido crítico catalán Daniel Giralt-Miracle en una bellísima edición de Editorial Polígrafa, hace tiempo agotada, pudo hacerse a partir de la consulta de una parte del contenido del referido archivo que entonces estaba en sus inicios. Puedo decir que, al hojear algunos de sus documentos, me desconcertaron especialmente algunos originales de la correspondencia que el pintor mantenía con personajes como el Marqués de Lozoya, el Marqués de Otero, Will Faber, Fernández G. de Castro, Josep Costa Picarol o Camilo José Cela.

Fundación Marí Ribas

En aquel feliz encuentro con Alfons García Ninet, al que acudió también el también extraordinario pintor ibicenco Paco Riera Bonet, hablamos de lo conveniente que sería crear una Fundación Marí Ribas que pudiera poner en valor, como se merece, el personaje y su obra. Nos consta que los trabajos de Portmany tienen hoy una gran dispersión, pero también sabemos que en Ibiza existe muchísima obra suya en manos de familiares, particulares e instituciones. Es el caso del Consell, el Ayuntamiento y el Museo de Arte Contemporáneo de Ibiza, (MACE), que pueden sumar, como poco, un centenar largo de dibujos, además de algunos óleos y acuarelas. Marí Ribas, afortunadamente, fue un trabajador impenitente, incansable, casi obsesivo, de manera que no sería exagerado atribuirle varios miles de dibujos. Sólo el libro que le dedica Giralt-Miracle reproduce casi 800. Y si releemos el testamento del pintor constatamos la enorme cantidad de trabajo que tenía acumulado, casi mil dibujos que a su buen criterio repartió entre su albacea, don Miguel de Berasategui, amigos y familiares. A partir de aquí, en base al archivo documental al que hemos hecho referencia, a la obra que ya tenemos y a la que puede localizarse, es evidente que estamos hablando de un fondo artístico de primer orden que, por así decirlo, no podemos mantener en conserva. Deberíamos conseguir que todo ello saliera a la luz y que se pudiera ofrecer en una ubicación permanente. Su importancia lo merece. Y bien vendría aquí la colaboración de todos los ibicencos que puedan dar noticia del pintor y de su obra. Estos últimos días, por ejemplo, se ha podido recuperar una interesante documentación sobre el pintor -catálogos, notas de prensa, etc- que dormía en los archivos de la Sala Rovira de Barcelona, en la que el pintor había expuesto en varias ocasiones. Se trata, en fin, de sumar cuantas referencias nos sea posible reunir del pintor y su obra, para que, cuando llegue el momento, todos podamos disfrutar de su legado. Personalmente, siempre he soñado con ver una escultura de Portmany junto al Mercat Vell como la que ya tenemos de Villangómez y Macabich. Se lo debemos.