Remontarse unas décadas atrás para ver cómo se festejaba Tots Sants en Ibiza es posible con la ayuda del presidente del Institut d´Estudis Eivissencs, Marià Serra. En la plaza del Mercat Vell se vendían las frutas propias del otoño: granadas, caquis, membrillos, mirtos, serbas o níspolas. Los payeses recogían piñas, las ponían al fuego, sacaban los piñones y los vendían en el racó de la plaça. «Alrededor de Vila, en ses Feixes, había mucha granada y caqui. Estaba bien abastecida. Había algún nogal, pero lo que más se vendía eran piñones. De Valencia llegaban avellanas, chufas, castañas y cacahuetes», apunta Serra. Recuerda que los niños hacían la trencada en la calle antes de la recollida, una costumbre que guarda similitud con el ´truco o trato´ de importación. Los niños iban con una bolsita y un trencapinyons por las casas pidiendo por las ánimas con la siguiente cantinela:

-Què hi ha res per ses ànimes?

-Ni ´menos´ pels cossos

-Mal et caigui el cul a trossos!

-I tu el recullis a mossos!

-Per mi ses molles i per tu els ossos!.

Las familias pudientes compraban a los niños rosaris dolços, un detalle con el que los padrinos solían obsequiar a sus ahijados. Se hacían con fruta confitada, panellets, galletas, confitura, bombones, paciències y pets de monja. Más populares eran los buñuelos, al alcance de todos los bolsillos. A medianoche se encendían llànties i cerilles para iluminar a las almas y, algunas familias, dejaban los piñones con sus cáscaras sobre la mesa durante toda la noche para esquivar la mala suerte.