El centro de recuperación de especies pitiuso ha acogido durante la última década a una treintena de pardelas cenicientas (Calonectris diomedea) caídas en zonas urbanas y que, exhaustas, no lograron reemprender el vuelo por sí solas. La mayoría fue encontrada por esta época, mediados de octubre, momento en que las crías de baldritja deciden -siempre de noche- que ha llegado el momento de abandonar sus cuevas en los islotes pitiusos para emprender sus primeros y torpes vuelos. Poco después, en noviembre, orientan sus picos hacia el Estrecho de Gibraltar para desde allí dejarse arrastrar por las corrientes hasta el Atlántico sur, justo el camino contrario al que toman sus paisanos los virots.

Iniciativa de Recerca de la Biodiversitat de les Illes (IRBI), en colaboración con el Govern y el Imedea, ha emprendido una campaña informativa para que los ciudadanos sepan qué hacer en caso de encontrar en el suelo a una baldritja desorientada. «Durante su primer vuelo, las aves de las colonias próximas a zonas urbanas se deslumbran, se desorientan y acuden hacia las áreas muy iluminadas. Allí dan vueltas y vueltas hasta que, agotadas, caen al suelo. A veces levantan el vuelo y continúan, pero normalmente se quedan quietas porque están exhaustas de tanto dar vueltas», explica David García, responsable de IRBI.

«El problema -añade- es que si permanecen mucho tiempo en el suelo pueden ser presa fácil de gatos o perros o incluso pueden ser atropelladas. A veces son incapaces de salir por sí solas de un pequeño patio cerrado».

Las baldritges viven en zonas alejadas del mundanal ruido, cobijos que consideran seguros como los islotes de Ponent y de es Freus o las islas de Santa Eulària y de es Canar. No anidan en la isla de Ibiza, pero sí en los acantilados de Formentera, como los de Cap de Barbaria, la Mola y Punta Prima. De ahí, según detalla David García, que los «puntos negros» -las zonas donde se hallan más pardelas desorientadas- sean la bahía de Sant Antoni, ses Figueretes, Platja d´en Bossa, es Canar y Santa Eulària: «La razón es que esas zonas urbanas y turísticas costeras se hallan justo delante de las colonias de cría», indica el naturalista de IRBI, que en esta campaña también cuenta con la colaboración de SOM (Societat Ornitològica de Menorca).

No solo la baldritja se desorienta: también el paíño europeo y la pardela balear (virot) sufren el mismo problema con la luz excesiva cuando por primera vez despegan de sus nidos: «Cada año se encuentran, oficialmente, unas tres o cuatro pardelas cenicientas y otros tantos virots. Ahora nos centramos en la baldritja porque su primer vuelo es por estas fechas y porque es una de las especies baleares que más caen». Y porque aunque no esté en peligro de extinción como su prima hermana la pardela balear, «se trata de una especie que está catalogada como vulnerable».

Balsas de ´baldritges´

Estas aves, que como los virots solo ponen un huevo, tienen un éxito reproductor de sus nidos del 75%, según los cálculos efectuados por IRBI durante sus recientes trabajos de campo y anillamientos. Una de sus características es que forman grandes balsas en alta mar, agrupaciones de decenas, a veces de cientos, de baldritges: «Una balsa muy importante se suele ver frente a los Illots de Ponent, donde llegan a acumularse unos 300 o 500 bichos, tanto jóvenes volanderos como adultos». Estos días se pueden observar otras balsas en medio de es Freus, muy cerca de Formentera, compuestas por una o dos decenas de pardelas cenicienta. Ahí surge otro de los peligros a los que se enfrenta esta ave marina: «La principal amenaza de las baldritges son los palangres en alta mar. Las altas tasas de capturas accidentales están provocando estragos en esta especie», advierte García.

Qué hacer | Tener cuidado con el pico y llamar al 112

Desde IRBI recomiendan que en caso de encontrar una pardela cenicienta (viva o muerta) se llame al 112, «no sin antes anotar la localización exacta del hallazgo». Quien quiera rescatar por su cuenta al ave deberá taparla «con una tela», pues así se tranquiliza, y tener cuidado con su pico», que corta como un diamante. Luego se ha de meter en una caja de cartón con ventilación. Hasta que alguien preparado la recoja, no hay que molestarla ni darla de comer o de beber. La asociación confía en que la campaña de anillamiento iniciada este año permita identificar la procedencia de las ´baldritges´ que caen desorientadas en zonas urbanas: «Permitirá comprobar cuales son las colonias pitiusas afectadas por la contaminación lumínica», indica David García.