«Yo antes trabajaba por dinero y quería ganar más, pero en cierto momento me paré a pensar en lo que estaba haciendo y en lo que iba a transmitir a las dos niñas que yo engendré. No las considero mías porque no son de mi propiedad, Dios me las dio. Pero pensar que les iba a transmitir algo y con ello les iba a obligar a que lo repitieran me parecía una idea terrible, me hizo replantearme toda mi vida. Lo que estaba viviendo era una mentira, y no quería contagiársela a ellas». Así relata Iulian Jugarean, de 46 años, el vuelco que dio su vida antes de que la abandonase para convertirse en un excéntrico trotamundos. El azar y su ingenio le han llevado esta vez a Ibiza, y algunos bañistas y vecinos de es Pas Estret, una pequeña cala de es Puig des Molins, han tenido la oportunidad de conocerlo.

Original de Rumanía, Iulian viaja en un catamarán que se sostiene sobre garrafas de agua y que no cuenta con timón ni navegación por GPS. Aunque está encantado de pasar unos días en la isla, asegura que «no planea nada», por lo que no le habría importado desembarcar en Formentera o en Mallorca; y no sabe dónde irá en invierno ni cuánto tiempo se quedará en la isla. Inició su viaje desde Cullera, y ha compartido las peripecias de su aventura en Youtube y Facebook.

Ramón, un bañista de es Pas Estret, cuenta que al llegar a la playa saludó alegremente a todos los bañistas: «Es un hombre muy alegre. Siempre está desnudo, y acostumbra a preguntarle a la gente si se quiere fotografiar con él. Creo que algo de esta playa le ha atrapado, porque parece muy cómodo aquí. Es amable, a menudo charla con la gente. Ayer, por ejemplo, estuvo toda la tarde hablando con una mujer», explicó. Otro vecino de la zona, sin embargo, se siente molesto por que el aventurero se haya instalado allí, ya que «ocupa mucho espacio y ofrece una imagen ´tercermundista´». Iulian, ajeno a las críticas, asegura que esta es su forma de vivir, y que le hace «muy feliz». «Vivo, como y duermo ilegalmente, y por esto me expulsaron de Londres a los tres meses», explica este aventurero que ha pasado por Bruselas, Roma, Valencia, Barcelona... y que admite que siempre tiene «problemas con la policía» que resuelve «recogiendo sus cosas» y marchándose a otro lugar.

Un campamento completo

Es cierto que al campamento que ha instalado en es Pas Estret no le falta de nada: además del catamarán, entre sus múltiples bolsas tiene cervezas, zumos, dos pares de sandalias, un pantalón, una pasta de dientes y una botella de jabón. También le gusta sentarse en una silla de playa que encontró abandonada, y que ha cubierto con una colchoneta deshinchada y una toalla para sentarse a contemplar el horizonte o leer: junto a la silla, ayer por la mañana tenía un ejemplar de Diario de Ibiza y dos revistas, así como una pequeña agenda y un bolígrafo con los que escribe sus observaciones.

Se siente cómodo desnudo, y de hecho contesta a esta entrevista cubierto únicamente con un sombrero de paja, aunque, eso sí, después de preguntar si puede desvestirse, ya que regresa de dar un paseo por Vila. Iulian se viste como cualquiera cuando va a Ibiza. Su concepción del tiempo y del espacio, no obstante, difieren de la mayoría, lo que se aprecia con sólo preguntarle de dónde procede: «Puedo decir que soy europeo, pero nada más. Antes había un Imperio Romano y cientos de años después una división en continentes y países. Creo en el mundo, pero no en las nacionalidades. Son cosas que se han creado». Respecto al tiempo, asegura que «no es real» para él. «Tenemos planetas, estrellas, sol, y días y noches. ¿Pero qué es el tiempo? El tiempo no es algo real», reflexiona.

Al contrario de lo que pueda parecer, que Iulian no conciba ubicaciones que son elementales para la sociedad, no implica que él las deseche: «Yo reconozco que hay un sistema, y de hecho soy un producto de él, soy uno de sus frutos. Lo mejor que ha creado la sociedad es lo europeo, lo continental; ha construido un universo de reglas. Fui al colegio y estudié Periodismo en la universidad, trabajé en mi propio periódico durante 16 años. Fue una experiencia, pero un día me di cuenta de que eso no era suficiente para mí. Cuando pase un billón o un trillón de años el mundo y el universo se acabarán, porque nada permanece. Por tanto, hay que buscar razones, verdad», asegura.

Aunque insiste en que no tiene problemas con nadie, admite que se siente desengañado con algunas cosas: «He ido a sitios como al Parlamento Europeo o al Vaticano y vi mentiras. Ahora entiendo que no puede ser de otra manera, porque el mundo no está preparado para ir más allá. Sin embargo, ha habido grandes pensadores como Nietzche, Marx, Jesucristo, Lenin. Ellos aportaron ideas». Al preguntarle qué es lo que necesita para vivir, contesta que «inteligencia para entender las cosas, información y salud». «Hay gente que piensa que mi forma de vida es peligrosa o que pasar noches enteras en un barco solo es una locura, pero a mí me hace sentir fuerte, poderoso, vivo. Hago lo que me apetece, no me paro a organizar las cosas. Considero que sé apreciar las cosas y distinguir lo real de lo ficticio. Hay quienes ordenan su vida en base a lo que otros les han transmitido, pero yo no creo en eso. Para mí, Dios es en quien yo creo, no lo que me han dicho otras personas sobre él», subraya.

«Sin embargo, no me considero un oráculo, lo que pienso yo no es mejor que lo que piensan los demás, no considero que sea lo bueno y el resto lo malo. Pero hay ciertas cosas que no comparto. Vivir en un espacio cerrado o seguir una rutina, por ejemplo. Me hace feliz ver cosas y conocer a gente distinta todos los días. Además mis preocupaciones son distintas a las de los demás. Hay guerras en Irak y Afganistán, lucha entre musulmanes y cristianos, la gente busca tener poder. No es que esté en contra, pero no lo entiendo. Las políticas de Putin (y de todos los políticos), el tema de Ucrania, el petróleo... Yo no puedo participar de eso», concluyó.