La Asociación de Apicultores de Ibiza manifestó ayer su rotunda oposición a las fumigaciones aéreas que se llevarán a cabo el próximo mes de octubre contra la procesionaria sobre las zonas más afectadas por la plaga en las Pitiusas. En anteriores pulverizaciones desde el aire realizadas en Ibiza, los lugares afectados quedaron «exentos de abejas», según informó el portavoz de la asociación, Vicente Marí, a través de un comunicado.

Las fumigaciones aéreas de los bosques de Ibiza afectados por esta oruga se practican lanzando sustancias químicas «tóxicas y persistentes como el diflubenzurón que se mezcla con gasóleo» y se esparcen tres litros por hectárea, según Marí. «Puede parecer poco, pero los efectos de estos tratamientos son completamente letales para la cabaña apícola», manifestó el portavoz de la asociación.

No obstante, en la reunión mantenida el pasado miércoles en el Consell entre Antoni Marí, conseller insular de Medio Ambiente, y Luis Núñez, el jefe del Servicio de Sanidad Forestal del Govern, a la que también asistió el presidente de la Asociación de los Apicultores de Ibiza, Toni Escandell, Núñez explicó que se utiliza «materia grasa como disolvente», en ningún momento reconoció que se tratase de gasóleo. Además, Núñez insistió en que «el insecticida, diflubenzurón, es compatible con las abejas y posee la categoría mínima de afección para humanos y fauna».

Sin embargo, la Asociación de Apicultores rechaza la fumigación aérea programada y aprobada por el Govern y solicita que «el control de la procesionaria se limite a la colocación de trampas atrayentes con feromonas. «Procedimiento utilizado con éxito durante el año pasado y que no resulta ni invasivo ni tóxico para personas y abejas», con el objetivo de preservar la salud de humanos, fauna y las «escasas colonias de abejas existentes», y con ello conservar la biodiversidad, señaló Marí. No obstante, Núñez aseguró en la reunión que las trampas de feromonas son una medida «insuficiente».

Para los apicultores el daño más grave no lo provoca el plaguicida, sino el disolvente. El portavoz de la asociación destacó en el comunicado que este producto fitosanitario no tiene un efecto inmediato sobre las orugas y precisamente por su lentitud de acción es preciso que esté presente sobre las hojas de los árboles el mayor tiempo posible, lo que provoca una «contaminación ambiental» de la que «no hay conciencia colectiva», concluyó Vicent Marí.