A un metro de la calle Lope de Vega, bajo 35 centímetros del suelo del la Iglesia-convento de Las Trinitarias de Madrid y en un ataúd doble, en el lugar menos noble del templo, descansan desde hace cuatro siglos los restos mortales de Miguel de Cervantes Saavedra junto a los de su esposa, Catalina de Salazar. Los nichos más importantes de este recinto de clausura los ocupan marqueses y capellanes. Es la hipótesis que guía a los impulsores de la búsqueda de la tumba del autor del Quijote tras analizar durante tres días con un georradar la capilla que en 1606 comenzó a construir Francisca Romero Gaitán, hija de Julián Romero, general de los ejércitos de Felipe II en Flandes.

Los expertos en estos sondeos del subsuelo, liderados por Luis Avial, han encontrado cinco nichos con estructuras funerarias y otros seis vacíos en un reducido espacio de 78 metros cuadrados. «Al acceder a la iglesia desde la calle Lope de Vega, a un metro y a la izquierda de la cripta se puede ver un nicho doble que es el que pertenecería a Cervantes y a su mujer», celebra emocionado el ideólogo de esta búsqueda, el historiador Fernando Prado Pardo-Manuel de Villena.

El escritor más ilustre de las letras españolas, fallecido en 1616, ocuparía un lugar en la zona menos noble del templo, por detrás de otras personalidades de la época cuyos féretros aparecen más cerca de la cripta y a mano derecha, lugar destinado a la lectura de los Evangelios. Su mujer le sobrevivió 10 años, «por lo que sabía perfectamente dónde descansaban los restos de su marido», argumenta Prado, «y pudo ser enterrada con él, tal y como el genial escritor había dispuesto», añade.

Hábito de franciscano

En el nicho número 5, en un ataúd pequeño, con el hábito de franciscano y un crucifijo de madera, estaría Miguel de Cervantes (1547-1616), el escritor que llegó a la Corte en 1606 y que falleció a los 69 años, un 22 de abril para ser enterrado el 23, tras participar en la Batalla de Lepanto y permanecer más de una década de cautiverio en Argelia. El cadáver de Cervantes tiene que presentar las huellas de un grave impedimento en el brazo izquierdo, dos arcabuzazos en el pecho y signos de haber padecido cirrosis. Junto a él estarán los restos de su esposa. «Enterrarse en un convento es y era una rareza que doña Francisca Romero permitió a Cervantes por la ayuda que le prestó como escribiente para crear el templo y por ser, como su padre, un veterano de guerra y mutilado», prosigue el historiador Fernando Prado.

Los números | Dos centenarios, bajo presupuesto y un funeral de Estado

Los trabajos para ‘rescatar’ los restos de Cervantes costarán 100.000 euros, calcula Fernando Prado, quien ve con preocupación cómo el Ayuntamiento de Madrid acaba de aprobar una mínima partida de 12.000 euros para hacer frente a los sondeos que ya se han realizado en el convento de Las Trinitarias de la capital.

Esta cifra dista mucho de los 17 millones en promoción y publicidad que ha generado esta empresa que Prado comenzó a soñar en abril de 2010.

«El descubrimiento de esta tumba será un auténtico revulsivo para la ciudad», insiste el historiador madrileño, quien recuerda que cada año pasan por la capital más de 12 millones de turistas que se convertirán en potenciales visitantes de la tumba de la mayor gloria de las letras españolas.

Fernando Prado lamenta que el Instituto Cervantes se haya autoexcluido de este proyecto mientras prepara para 2015 el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte del Quijote y pone la vista en 2016, cuando se conmemorará el cuarto centenario de la muerte del escritor. «Confío en tener todo resuelto para esa fecha y poder así celebrar el funeral de Estado que se merece nuestro escritor más universal», concluye Fernando Prado.

Los huesos del creador de «El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha» nunca han salido del convento y existen dos pruebas documentales de su enterramiento: una del marqués de Molins hecha en 1870 y otra de Luis Astrana Marín certificada en 1950. Los profesos de la Orden Tercera de los franciscanos habrían atendido, recogido y acompañado al cadáver del hermano muerto, que llevaron desde su casa al convento de Las Trinitarias, con un modesto sayal de mortaja y con la cara descubierta un soleado 23 de abril de 1616.

En la cabecera de la iglesia primitiva, cuya longitud era de tan solo ocho metros, hay otro nicho con una forma muy peculiar. Es el número 3 y en él sospechan que está enterrada la fundadora del convento, Francisca Romero Gaitán, y su familia: su suegra y un sobrino de un año. La hija de Julián Romero también enterró en este emplazamiento a su marido, pero más tarde lo mandó sacar. «Doña Francisca se volvió loca y fue desautorizada por el obispo de Toledo, por lo que rompió con la fundación monacal que había creado y sacó a su esposo del templo», explica el historiador. Los restos mortales de ella, de su suegra y de su sobrino sí que descansan en la orden trinitaria, tal y como certifican los datos de María de Villena, marquesa de La Laguna que contribuyó con su dinero a construir el convento que hoy ocupa 3.000 metros cuadrados del Madrid de Las Letras.

Los trabajos para certificar tan ilustre enterramiento continuarán en septiembre y están a la espera de los permisos del Arzobispado de Madrid, de las monjas del convento y de la Comunidad Autónoma de Madrid. «No tiene por qué ser difícil concluir esta empresa», confía Prado, «ya que sólo hay que desmantelar el suelo de madera que cubre los nichos para llegar al piso original que se puso en el siglo XVII. La suerte está echada en este pequeño reducto monacal de tan sólo 78 metros cuadrados que guarda desde hace cuatro siglos los restos de la mayor gloria de las letras españolas.