Un año más, los asistentes a los actos oficiales del día de Sant Ciriac, patrón de Vila, comprobaron que los aguerridos soldados de la Corona de Aragón que en pleno agosto osaron conquistar la ciudad de Ibiza bien se merecen un recuerdo. Aunque solo sea por lo que debieron sudar en su gesta. El conseller insular de Hacienda, Álex Minchiotti, con la americana colgada de un dedo, hacía una interesante propuesta a la alcaldesa de Sant Josep, Neus Marí, Berris, mientras subían, resoplando, el Soto Fosc para la misa solemne del 8 d’Agost. «Que la celebren aquí», comentaba al girar la curva y recibir la agradable corriente de aire.

Pero no. Como el resto de autoridades de género masculino tuvo que aguantar el agobiante calor de la catedral a golpe de abanico, complemento imprescindible durante las Festes de la Terra. Sobre todo para ellos, constreñidos por el traje y la corbata (qué tiempos aquellos en época del PSOE-Pacte en que se relajó el dress code y ellos podían ir en mangas de camisa). En abanicos ganó el del presidente de la Pimeef, Joan Tur Ripoll, muy coqueto, con corazoncitos. Aunque toda la atención estilística se la llevó el traje del concejal de EPIC en Vila, Toni Villalonga: de capo di tutti capi para unos y de indiano recién llegado de ultramar, para otros.

Dadas las numerosísimas ausencias de cargos públicos, sobre todo del Ayuntamiento de Ibiza, hubo más problemas para ubicar a los músicos y los balladors y sonadors en la plaza de la catedral antes del oficio religioso que a las autoridades en el templo, con la imagen de Sant Ciriac en lugar preferente. El obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, recordó cómo el santo liberó del demonio a la hija del emperador Diocleciano. ¿Sería tan eficiente con la endemoniada situación de Vila? «Cuando voy a Roma con gente de Ibiza y Formentera siempre los llevo a la tumba de San Ciriaco», explicó durante la homilía, en la que denunció que la imagen de Ibiza que tiene mucha gente no se corresponde con la realidad porque no tiene en cuenta los «paisajes» de la isla ni la «amabilidad de sus gentes». «No lo podemos consentir», afirmó, antes de dirigirse a los políticos sentados en los primeros bancos: «Hay que trabajar para acabar con esa fama».

Segundo encargo obispal

Y así, con el segundo encargo obispal de la semana (el 5 de agosto les pidió que se comportaran como corresponde) salieron todos en procesión, Sant Ciriac incluido, hasta el Ayuntamiento de Ibiza, parando en la capilla del patrón, momento en el que el protocolo institucional a punto estuvo de pasar por encima de la devoción religiosa. «¡Vamos, vamos, vamos!», animaba a los representantes de las parroquias y a los religiosos que encabezaban el cortejo una representante del Consell de Ibiza, orden que indignó a los obreros y que uno de los sacerdotes se negó a cumplir. Aguardó, a la derecha de la reja, atónito. «Esto no había pasado nunca», susurraba a la espera del obispo para la tradicional bendición de la capilla.

En la puerta del antiguo Ayuntamiento, a la sombra tras evitar los actos religiosos, aguardaban los representantes del PSOE-Pacte (ni misa ni corbatas) que siguieron con atención el discurso del presidente del Consell de Ibiza, Vicent Serra, iniciado del modo más políticamente correcto posible —«consellers y conselleres, regidores y regidoras, ibicencas e ibicencos»— y en el que tiró de leyendas para denunciar a los que anteponen el sentir personal al bienestar colectivo y la falta del «orgullo colectivo por el trabajo bien hecho».

El momento Esopo fue un espejismo. Un par de párrafos y volvió a su ser político para vanagloriarse del nuevo hospital (no dijo nada del coste del parking), la radioterapia (cuya adjudicación acumula ya un mes de retraso) y las nuevas residencias (acabadas y cerradas toda la legislatura). Algunos rieron irónicamente cuando insistió en su oposición a las prospecciones y cuando señaló que los políticos deben «solucionar» problemas en vez de crearlos.

Ejemplo de solución: las carpas bajo las que este año los políticos (y unos cuantos asistentes) pudieron resguardarse del sol durante la ofrenda de la corona de laurel a Guillem de Montgrí. Nada que ver con las escuetas sombrillas de otros años. Claro que igual Serra no se refería a soluciones tan domésticas, si no al guirigay que tiene montado en Vila o, incluso, al conflicto catalán, que los representantes en Ibiza de Esquerra Republicana de Catalunya aseguraron durante su ofrenda alternativa (con estelades y una senyera de claveles) que se resolverá pronto. «Els Països Catalans seran una realitat molt abans del que pensam», afirmó Josep Antoni Prats a la treintena de personas que seguían el acto en el mirador mientras todos los demás habían huido desesperados al cóctel, en busca de agua muy fría.

¿Todos? ¡No! El alcalde accidental, Juan Daura, se despidió a la francesa. Hay quien le vio abandonar el Ayuntamiento levantando polvo bajo sus pies. Sí, como el Correcaminos.