­La arena no es para las colillas. Los usuarios de Cala Salada y Cala Gració no tienen excusa para depositarlas en el suelo porque ya disponen de ceniceros en ambas playas. El Ayuntamiento de Sant Antoni ha comprado a la Fundació Deixalles estos nuevos recipientes ecológicos y también solidarios, porque los costes de su instalación se destinarán íntegramente a los proyectos sociales de la fundación.

Se trata de un sistema muy básico y sencillo. Los atriles están elaborados con materiales reciclados en talleres de inserción social. Colaborar con la Fundació Deixalles y luchar contra las molestas colillas que por desgracia se ven en las playas, son dos buenas razones para apostar por estos ceniceros, según explicó ayer la concejala de Medio Ambiente, Lidia Prats, en la presentación de los dispensadores en Cala Gració. Prats destacó: «De momento solo se han instalado dos porque la temporada está muy avanzada. El año que viene, si el sistema funciona tan bien como esperamos, también estarán disponibles en la playa de s´Arenal y en es Caló des Moro».

«Ramón Tur, empresario ibicenco, ha diseñado y patentado este práctico sistema, pero ha cedido su gestión a la Fundació Deixalles de forma desinteresada. Gracias a la comercialización de estos ceniceros se está ayudando a las personas en riesgo de exclusión social», precisó Flor dell´Agnolo, coordinadora de la fundación en Ibiza. «En Formentera la campaña comenzó el año pasado y ya hay más de 45 dispensadores disponibles», señaló.

Todos los materiales utilizados en la elaboración de este servicio para fumadores son «ambientalmente responsables». La madera posee el sello de responsabilidad forestal. Además, los ceniceros, fabricados con latas vacías, se reciclan y reutilizan. Por otro lado, para los concesionarios de las playas se trata de una tarea sencilla. «El riesgo de vandalismo es cero. Y el coste de mantenimiento también. Las latas pueden reponerse todas las veces que sean necesarias, solo es necesario un abrelatas», apuntó Dell´Agnolo.

Buena aceptación

Joaquín trabaja como hamaquero en Cala Gració y aplaude la decisión del Consistorio ya que confía en que los turistas utilicen los atriles ya que están rotulados en cinco idiomas, además de utilizar un lenguaje iconográfico muy claro. «Es una solución sencilla para que la arena quede libre de colillas», concluyó Joaquín.

Por su parte, Alfredo, que lleva desde el año 1980 visitando esta cala, se muestra muy contento con esta campaña y critica que, a pesar de que cada día trae un cenicero a la playa, «la mayoría de la gente ni tiene cuidado ni es consciente del daño medioambiental».