«Que la paz sea siempre con vosotros». Incluso esta frase ritual de la misa sonó ayer diferente en la catedral. Cuando el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura, la pronunció más de uno pensó que, a la vista del apocalipsis que se ha instalado en el Ayuntamiento de Ibiza, tenía doble sentido. Y es que la solemne celebración de la patrona de las Pitiusas era tan «anómala» (como la definió el presidente del Consell de Ibiza, Vicent Serra, al salir del templo) que todo, todo, todo, era susceptible de ser trasladado al terreno de la crisis municipal: «Conducir al pueblo por el camino del amor y de la paz», «ídolos efímeros que se dejan atraer por egoístas», «menosprecio de las normas morales» o «inmenso matadero». Cuando el obispo señaló que esta última expresión correspondía al filósofo italiano Norberto Bobbio (que, para más inri, pasó de la extrema derecha a la extrema izquierda) más de uno tragó saliva. Pero no, el rapapolvo del obispo (quien dice rapapolvo dice sugerencia con regañina) estaba aún por llegar.

Que no se irían de rositas lo tenían tan asumido como que a los calores de agosto tendrían que sumar la tensión de ver caras más indeseables que las de Lord Voldemort. Vicent Serra llegó acompañado del embajador del Reino Unido en España, Simon Manley, que realiza su primera visita oficial a Ibiza para interesarse por el comportamiento de sus compatriotas en la isla. Así, de paso, el presidente del Consell tenía a mano a un diplomático experimentado. Por si acaso.

Juan Daura, alcalde accidental, preguntaba a voz en grito «on són els meus?». Sin suspicacias. Obviamente no se refería a sus ex compañeros de partido, sino a los de parroquia. A Lina Sansano le costó unos minutos integrarse en algún corrillo y, durante un largo rato, se refugió socialmente en obreros de las iglesias y balladors. El portavoz del PP de Ibiza, Miquel Jerez, hablaba en susurros y apartado del mogollón con el conseller balear de Hacienda, Vicente Marí Bosó, representante del Govern balear. Qué tiempos aquellos en los que el presidente, José Ramón Bauzá, presumía de sus políticos en las Festes de la Terra. Ayer optó por quedarse en su Consolat de Mar para recibir a la ganadora de ´MasterChef´, Vicky Pulgarín, bien lejos, paradójicamente, de las fiestas de Ibiza y de lo que se está cocinando en su propio partido.

La primera alcaldesa de VIla de este mandato, Marienna Sánchez-Jáuregui, estaba exultante, pletórica, burbujeante, jacarandosa, radiante, eufórica. Y así siguió durante toda la celebración. La concejala independiente Mar Sánchez llegó con una sonrisa en la boca. En cuanto la vio, Álex Minchiotti, conseller insular de Hacienda, no dudó en abrazarla y mostrarle su apoyo con un «qué impresentables» tras los mensajes machistas, vejatorios y soeces proferidos contra ella en un grupo de Whatsapp por el concejal del PREF, Nacho Rodrigo, y jaleados por la también concejala de este partido Miryam Valladolid.

Esta última, para no tener que hablar con nadie, llegó a la misa por los pelos, apenas un par de minutos antes de que comenzara. A Sánchez y Valladolid les tocó sentarse juntas, separadas por el escueto pasillo. Ni la mirada se dirigieron durante la algo más de una hora que duró el oficio religioso, al que no asistió, para sorpresa de muchos, la candidata a la alcaldía de Vila, Virginia Marí.

La responsable de protocolo del Ayuntamiento de Ibiza, Lourdes Roig, confesaba que la crisis de Vila no le había supuesto ningún quebradero de cabeza a la hora de organizar los bancos de las autoridades. «En protocolo está todo muy claro. O eres, o no eres. Y si eres, se siguen unas reglas muy claras», comentó, acelerada, mientras comprobaba que todo estaba listo para el acto principal del día de la patrona de Ibiza (que finalizó por la noche con un multitudinario concierto de Iván Doménech y Celtas Cortos), una celebración que no quisieron perderse las decenas de turistas que, a última hora de la tarde, paseaban por Dalt Vila.

Un año más, los abanicos fueron imprescindibles para soportar el calor, especialmente ellos, con traje y corbata. Algunos los usaron también para espantar el humo del incienso que se quemó durante la ceremonia, que no estuvo exenta de sustos. El estruendo de varios objetos que cayeron al suelo en una de las capillas ocupadas por los obreros de las parroquias sobresaltó al público.

El obispo de Ibiza recordó durante la homilía al sacerdote y escritor Josep Planells Bonet, Pep Negre recientemente fallecido «Mientras las fuerzas se lo permitieron venía aquí», comentó antes de leer uno de los poemas que el sacerdote escribió a la Virgen de las Nieves, unos versos que concluyó con un emotivo «Visca sempre la Mare de Déu!», un tono que se transformó en otro mucho más serio cuando se dirigió, ahora sí, directamente a los ediles del Ayuntamiento de Ibiza. «En lo fundamental, unidad. En lo accesorio, libertad. En todo, caridad», afirmó, parafraseando a San Agustín, después de pedirles a los representantes políticos que se «comporten».

Algunos de los cargos públicos presentes (entre los que se encontraban los alcaldes de todos los municipios, excepto el de Sant Joan) necesitaron avituallamiento para sobrellevar la misa. Valladolid pidió una botella de agua y buena parte de los que estaban a su alrededor la imitaron. Algunos, muy poco cívicos, dejaron las botellas vacías a los pies del banco cuando abandonaron el templo tras la misa, que concluyó con la tradicional ofrenda de flores a la Virgen.

En total, casi cien ramos de flores colocaron las fieles (casi todas eran mujeres) a los pies de la imagen. Entre ellas, Ángeles, que lleva más de diez años llevando un ramo de liliums blancos, una tradición que heredó de su madre, explicó mientras salía a la plaza, donde decenas de personas disfrutaron del ball pagès, los bunyols y el moscatel. El presidente del Consell aseguró que tendrá en cuenta el consejo del obispo, «como se hace con todo lo que tiene coherencia».