Hay días en lo que está uno de buen humor sin motivo aparente y se toma la vida como si fuera fácil y amable. ¿Biorritmos, genética o simple equilibrio vitamínico? Por ejemplo: mi librero favorito, Pedro (Hipérbole) me despierta de la siesta pidiéndome que si puedo hacerle el favor de presentar tres horas más tarde la nueva novela de Silvia Grijalba, ´Tú me acostumbraste´ (Espasa), y le digo que sí medio en sueños. Casi como me pasó con la anterior, ´Contigo aprendí´, que presenté en el Club Diario con Laura Ferrer, también sin haberla leído. No sé, a veces debería ser más profesional a la hora de hacer favores. Supongo que me divierten los retos y las sorpresas. Total, le dije que me imprimiera algo de internet y que allí estaría. Bien, todo fue fácil y simpático, como en un club de lectura, que en verdad era el que había traído a Ibiza a la periodista y escritora. Por cierto, como en el primer encuentro, cerré el acto cantando a pelo y sin pudores el bolero del título, con lo que disimulé algo tanta improvisación. Ah, lo olvidaba: la novela, en plan comedia glamourosa y viajera, tiene buena pinta. Igual la leo.

Qué gozo estético me produjo el pasado sábado contemplar en el Espacio Micus lo bien que casaban con el hermoso edificio, levantado por el querido y recordado artista alemán, las obras de Isabel Echarri. La gran artista vasca, que desde hace muchos años se permite el lujo de vivir a caballo entre Formentera y París, presenta hasta octubre en tan singular espacio de Jesús una seductora y hermosa selección de obras de varias épocas, con el blanco más o menos roto como color de marca de la casa y la literatura como pretexto creativo para abrir las puertas de un alma inquieta, exigente y buscadora. Desde luego, merece mucho la pena la visita, por la obra de Echarri y por el sitio, que, ojalá resista en la función con la que lo creó Micus y no sucumba al furor de la fiebre del oro que está alterando y pervirtiendo los mejores frutos de la isla.

Y en eso de resistir a los cantos de sirena vanos y fugaces que soplan con tanto afán sobre estas islas, me fio mucho más de Formentera que de Ibiza; aunque nadie escarmienta en cabeza ajena y la perla mediterránea tampoco se libra de algún que otro voraz tiburón. Así y todo, dónde va a parar. Y con artistas que dan la talla en la armonía que defiende la isla como señas de identidad. Tal puede verse hasta el 2 de agosto en la sala de exposiciones del Ajuntament Vell, donde Enric Riera presenta su muestra ´L´horitzó inabastable´. Sólo la he visto por fotos, pero conozco y admiro desde hace años el buen hacer y la gracia marina y simbolista de este pintor local, defensor a ultranza y contra viento y marea de las mejores raíces de su isla de todos los azules. Así que, también, recomendable.

Desde luego que no faltan en estas islas artistas de todos los colores y para casi todos los gustos. Por ejemplo, fotógrafos; pues no en vano la belleza educa la mirada y reclama fijarla en el tiempo. Los hay tranquilos, contemplativos, sin prisas, y más inquietos y movidos. Entre estos últimos, destaca Alejandro Marí, que no para de activar sus meninges para sacarle el mejor partido a su vocación. Dentro y fuera de su isla. Lo último que me ha contado: ha sido hace poco jurado del Festival Internacional de Chefchaouen, en Marruecos, en el que también ha impartido un taller de iluminación en la moda. Y tan contento que se le ve en las fotos que me ha mandado como recuerdo. Pues me alegro, a por todas.