Viven pendientes del teléfono porque en cualquier momento las víctimas de violencia de género pueden necesitar su ayuda. Son los policías de la Unidad de Prevención, Asistencia y Protección (UPAP) del Cuerpo Nacional de Policía, cuyo trabajo muchas veces excede la labor policial y se convierten casi en psicólogos y confidentes de mujeres que encuentran en ellos la tranquilidad que en sus hogares les han sustraído. «Trabajamos las 24 horas del día, los 365 días del año», señala el portavoz de la unidad, Carlos Muñoz.

Entre enero y junio de este año 48 mujeres estaban recibiendo asistencia y protección por parte de la UPAP. En 2013, la cifra era muy similar, con 49 víctimas. A ellas, no obstante, hay que sumar los casos que continúan pendientes de un año a otro, lo que eleva a unas 80 las mujeres protegidas actualmente. «El año pasado acabamos con un total de 102», comenta Muñoz. Y es que hay mujeres que tienen medidas de protección en vigor hasta 2018, una de ellas, y hasta 2024, otra.

«Lo más duro es el primer encuentro con nosotros. Vienen rotas psicológicamente. Recuerdan el episodio y empiezan a llorar», explica Muñoz, quien agrega que deben darles «apoyo, soluciones» y que se les ofrece asistencia psicológica, se las deriva a la Oficina de la Dona y, en definitiva, se les da información sobre los recursos que tienen a su disposición. «En más de un caso hemos llegado a orientarlas e insertarlas en el mercado laboral», señala. Pero fundamentalmente se les da protección, ya sea a modo de vigilancia, acompañamiento o contacto telefónico, entre otras medidas y según cada caso.

Trabajando desde 2005

La UPAP, que depende de la comisaría general de Seguridad Ciudadana de Madrid dentro de la Unidad Central de Participación Ciudadana y Programas, comenzó a funcionar en Ibiza como tal aproximadamente en 2007, aunque en los libros de registro ya constan intervenciones de este tipo desde 2005. Entonces la unidad estaba formada por solo un agente, y con el paso de los años la plantilla fue aumentado. Llegaron a ser cinco policías, pero uno de ellos solicitó un traslado y actualmente son cuatro: un coordinador, que es subinspector, y tres policías de la escala básica. «El comisario nos ha prometido que va a crear dos plazas de apoyo. Esto se diferencia del agente aquí destinado en que en teoría no tiene víctimas [asignadas] ni dispone de teléfono 24 horas», explican desde la unidad.

Los cuatro agentes de la UPAP se reparten entre ellos las víctimas y en estos momentos cada uno tiene a su cargo alrededor de 20. A estas se les proporciona el teléfono del policía para que si tienen algún problema, se pongan en contacto con él. Les pueden llamar a cualquier hora del día y así, según destacan, «se sienten más seguras». Este número es, a juicio de los miembros de la unidad, asumible si se trabaja «con voluntad». Además, no todos los casos requieren la misma dedicación.

Sin mujeres en la unidad

De este modo, cada víctima tiene a su policía de referencia, lo que permite establecer entre ellos una relación de confianza. «Al especializarte, en esta unidad se valora precisamente el arraigo y la estabilidad», señala Muñoz, quien añade: «Tú eres quien mejor conoce a la víctima y su entorno». A veces les llaman ante algún incidente, pero otras solo lo hacen porque necesitan comentarles alguna cosa.

Llama la atención que todos los miembros de esta unidad son hombres, si bien según Muñoz se está «luchando» para que se incopore alguna mujer. En este sentido, el policía reconoce que aunque es posible que en algunos casos las víctimas podrían sentirse más cómodas hablando con una mujer, muchas veces ocurre lo contrario y el hecho de que sean hombres hace que se sientan más protegidas.

El trabajo en la UPAP se pone en marcha en el momento en que se presenta una denuncia por un presunto delito de violencia de género. «El 99,99% de las veces es la víctima quien viene a denunciar aquí a la Policía Nacional», apunta Muñoz. En el caso de que la víctima resida en Vila, que es el ámbito que compete a este cuerpo, el caso se pasa a la UPAP. Cuando es de una población competencia de la Guardia Civil, se les envía una copia.

«Nosotros diariamente miramos en una aplicación que tenemos para ver qué denuncias ha habido de violencia de género y sacamos una copia. Después, a las 48 horas más o menos, viene un escrito del Juzgado de Violencia sobre la Mujer sobre si ha lugar a medidas de protección y comunicación o no», explican en la unidad. En caso afirmativo, el agente al que se asigne la víctima contacta con ella, le da su teléfono y le explica que si tiene cualquier problema, le llame. Además, se le dice que vaya a la comisaría para entrevistarse con ella.

En principio no intervienen hasta que no llega la orden del juzgado, aunque se hacen excepciones en el caso de que en el momento de la denuncia se aprecie por ejemplo que la mujer presenta un riesgo calificado como extremo. «Hay casos en que le damos el teléfono sin denuncia policial porque puede ser complicado y nos adelantamos, sobre todo si no está detenido el autor», comenta Muñoz.

El grado de riesgo se determina a través de un cuestionario que se realiza a la mujer cuando denuncia. Consta de 17 preguntas y permite hacer una valoración de la situación.

Tres casos de riesgo extremo

El nivel más alto es «extremo», el de menos gravedad es «no apreciable» y lo habitual es que se den niveles de tipo «medio». De un nivel a otro disminuye la gravedad del hecho denunciado y baja la intensidad de las medidas de protección aplicadas, si bien lo que se mantiene en todos los casos es que se da a la víctima el número de teléfono de contacto con el agente. Incluso en los casos considerados «no apreciables», que pueden darse cuando hay un intento de agresión o alguna amenaza menos grave, la mujer está protegida. «Tienen el teléfono y demás, no están desprotegidas», insiste.

Entre el 14 de febrero y finales de junio se activaron en Ibiza protocolos para tres casos de riesgo extremo. «En realidad hubo cuatro, pero uno del ámbito de la Guardia Civil», apuntó Muñoz.

Un riesgo extremo se da cuando las lesiones sufridas son graves o si hay daños psicológicos, también si el autor no está detenido o cuando, por ejemplo, el entorno del autor de la agresión pueda represantar una amenaza para la víctima.

Función principal: proteger

En estos casos, los agentes se dedican, como función principal, a «proteger a la víctima», mientras que otros grupos policiales son los que se encargan de la detención del agresor. Desde la UPAP explican que acompañan a la víctima cuando sale de casa, cuando va al colegio a por los niños, o cuando ha de hacer alguna gestión en el juzgado, entre otras cosas. En estos casos, tres días después se hace una nueva evaluación del riesgo.

El tiempo que se tarda en salir de un riesgo extremo varía según los casos. Los agentes de la UPAP han llegado a tener víctimas un mes entero en una situación así. «Tuvimos un caso de un hombre que salió de la cárcel y pensábamos que se repetirían [los episodios violentos], pero afortunadamente la víctima está tranquila. Parece que tres años en la cárcel le han servido [al hombre] para algo», indica.

Según los miembros de la UPAP, son pocas las víctimas reacias a recibir su protección. «Hace una semanas hubo una víctima a la que le habían pegado y que al venir no quería orden de protección. Pero en el juicio el fiscal y el juez valoraron el caso y se la pusieron», señala Muñoz, quien incide en que a veces pueden negarse «por miedo a represalias». «Pero, aunque sean reacias, en el primer contacto, al ver que no juzgamos a nadie, bajan las defensas y te cuentan», apunta el agente, quien agrega que en realidad la medida de protección implica un apoyo amplio, «una red de apoyo policial, social, laboral, asistencial o económica».

Muñoz también indica que durante el desempeño de su labor no están exentos de las situaciones de riesgo. A veces cuando van a juicios, se han dado casos de que el hombre, en la calle, ha intentado acercarse a la mujer e intimidarla. Entonces, los agentes que van de paisano se han identificado y la situación no ha ido a más. «Tuvimos un caso extremo en que quedamos con la víctima para traerla [a la comisaría] y los compañeros vieron al autor [de la agresión] con un cuchillo y una botella de gasolina», recuerda.

Eel perfil de la víctima | «La violencia de género es un tema de posesión, por eso afecta a todas las clases sociales»

El policía y portavoz de la Unidad de Prevención, Asistencia y Protección (UPAP) del Cuerpo Nacional de Policía, Carlos Muñoz, indica que la violencia de género es una cuestión «de posesión»: «El hombre por ser hombre asume que la mujer es suya». De ahí, dice, que afecte a todas las clases sociales.

Sobre el perfil de la víctima, indica que hay más españolas que extranjeras, tal y como se refleja además en los datos correspondientes al primer trimestre del año publicados por el Consejo General del Poder Judicial. Prácticamente la mitad de las mujeres con las que trabajan tienen hijos y las hay incluso que acuden con ellos a la comisaría.

Muñoz alerta de que está «bajando muchísimo» la edad de las víctimas. «Se asumen conductas que no deberían, se confunden celos con cariño», dice y señala que para acabar con esta lacra «la última solución es la policial», y que lo que debe hacerse es «educar en sensibilidad, en igualdad».

Sobre el tiempo que llevan sufriendo el maltrato, dice que hay casos de todo tipo, si bien destacan que «lo normal es que lo vayan arrastrando de antes y no se hayan atrevido a denunciar, por ejemplo, para que no metan en la cárcel al padre de sus hijos». En este sentido, desde la UPAP recuerdan un caso de una mujer que les explicó que hacía siete años que la maltrataban y que ahora se había atrevido a denunciar.

Apunta que en verano se dan más casos, así como en fines de semana y días de fiesta.