Silencio. Caras serias. Expresiones compungidas. Ojos rojos. Móviles en silencio. Si no fuera porque faltaba el muerto de cuerpo presente (¿faltaba?) y las coronas de flores («tus militantes no te olvidan») la sede del PP ayer por la tarde parecía un velatorio.

Hasta ayer, Vicent Serra, presidente del partido, únicamente había lucido esa cara una vez: cuando anunció como conseller de Bienestar Social la rescisión del contrato con la empresa que gesionaba la residencia de Can Blai. Serio. Enfadado, incluso. Con un lápiz al que no dejaba de dar vueltas entre las manos y, debajo de éstas, una chuleta llena de tachones. A punto de llorar, sin dejar de mover los pies y deseando que nadie le preguntara nada para no explotar, la presidenta del PP de Vila, Carmen Domínguez, desviaba la mirada cada vez que la cruzaba con alguno de los asistentes. Pepita Gutiérrez, número dos del PP insular, deseando que acabara la rueda de prensa para enviar mensajes (¡peligro!) a través del móvil. Junto a la mesa,varios miembros del partido, algunos pillados con los estilismos de un sábado de asueto.

Nervioso, mordiéndose las puntas de los dedos y haciendo kilómetros sin salir de la sede, el portavoz del PP, Miquel Jerez, que inmortalizó el momento con su cámara. Una foto como para los tétricos álbumes que descubre Nicole Kidman en la mansión de ´Los otros´. Nada que ver con aquella otra de hace tres años, todos felices y cogidos de la mano porque habían ganado hasta lo impensable: ese Ayuntamiento de Ibiza que ahora más parece, para el PP, la tumba de Tutankamón. Con su maldición y todo.