­La teoría de la fotosíntesis dice que sin luz, no hay vida. Pues el pueblo de Sant Joan vivió ayer una mañana muerto. A las ocho y media de la mañana Endesa cortó la luz en el núcleo urbano para realizar unas obras en el único transformador de la localidad. Unas obras «urgentes», según algunos de los avisos que recibieron el lunes los vecinos y «de mantenimiento», según otras de estas mismas comunicaciones. Sant Joan era, ayer por la mañana, un pueblo fantasma. O casi. Los vecinos y comerciantes estaban «indignados» y «enfadados» por la situación, que se prolongó hasta pasadas las dos de la tarde y que, más allá de las molestias, supuso pérdidas económicas importantes para algunos de los establecimientos.

Uno de los más afectados fue la pescadería del pueblo, que regentan Teresa Ruiz y su marido, Javi Ramon. Este último, pescador, calcula que ayer dejaron de ingresar entre 3.000 y 4.000 euros: mil de clientes directos y entre dos y tres mil de los restaurantes a los que sirven. «Sin luz, el pescado se pudre», apunta Teresa, realmente enfadada no sólo por la situación, sino también por el trato que asegura que ha recibido en el teléfono de atención al cliente de Endesa. En el establecimiento no funcionan las neveras ni los viveros. Javi muestra cómo se encuentra el producto del congelador a las cuatro horas de corte del suministro: «Ya no está congelado», lamenta mientras el dependiente, Ramón, limpia de hielo el mostrador, en el que hoy no han colocado la captura del día. «Dejarnos sin luz más de seis horas supone tirar todo lo que tenemos», insiste el pescador, quien, antes de irse de la pescadería, se asegura de dejar desconectados todos los diferenciales. «No vaya a ser que al volver haya una subida y nos lo fastidie todo», indica.

En la farmacia, la farmacéutica, Margarita Torres, y los auxiliares, Joan Barbero y Ioana Breazu, llevan toda la mañana sin poder dispensar recetas electrónicas porque no pueden encender los ordenadores. El resto de productos los despachan consultando los precios en un ordenador que se han traído de casa y que tiene internet gracias al móvil de la farmacéutica. En una hoja apuntan las referencias de los productos que venden para pasarlos por la tarde al inventario. «En pleno verano esto no se hace», apunta Ioana. «Nunca nos habían dejado sin luz tanto tiempo», añade Joan. «Con más tiempo, podríamos haber buscado un generador», lamenta la farmacéutica, que critica duramente que no hayan avisado a los vecinos con suficiente antelación. «En pleno mes de julio, que el pueblo tenga que estar prácticamente cerrado es fatal para todos. Es un abuso», añade comprobando la (escasa) cobertura de su móvil, al que está conectado el ordenador.

Filetear pechuga en la penumbra

A pesar de la premura, el propietario del supermercado Can Tirurit ha conseguido encontrar un generador, explica Mónica, que apenas da abasto para atender la larga cola de la caja. La mañana no está siendo fácil. La máquina, instalada en el exterior del comercio no tiene capacidad para abastecer a todo el supermercado. Las luces están apagadas. Los reponedores de productos colocan yogures y lácteos en penumbra y apenas ven para tomar nota de lo que falta en las estanterías. Al fondo del comercio, en la nevera de la carne, las pechugas de pollo se intuyen más que se ven. Filetearlas, como piden unas clientas, es casi un deporte de riesgo. «¡Estamos en África!», ironiza uno de los clientes, originario de este continente, que recalca que la situación extraordinaria que vive esta mañana Sant Joan es habitual en su lugar de origen. Algunos clientes ríen la gracia, otros ponen cara de circunstancias.

Ben y Hanna, turistas británicos que, rumbo a Portinatx, han parado en el pueblo para comprar bebidas y algo para comer. También para sacar dinero. Cuando llegan al cajero del Banco de Sabadell no entienden lo que pone el cartel que cubre la pantalla „«´cajero inoperativo por corte de luz programado´»„ aunque lo intuyen. Llaman al timbre, que no suena. Se pegan al cristal para mirar al interior: oscuro y, aparentemente, sin nadie. Prueban suerte en los otros dos cajeros del pueblo. Imposible. Por suerte, en el supermercado, gracias al generador, pueden pagar con tarjeta.

Maria Torres, de la agencia de viajes Es Freus, ha dedicado el día a «archivar y tirar papeles». Sobre la mesa, con los ordenadores apagados, tiene el aviso que le dejó Endesa sobre el corte de luz. «No entiendo que sea tan largo», opina. A los clientes que han entrado durante la mañana les ha dicho que no puede hacer nada. Ni siquiera llamar por teléfono porque la línea está asociada a la conexión a internet. La situación es tan anormal que la costumbre le traiciona: «¿Te hago una fotocopia?», pregunta a una clienta segundos antes de caer en la cuenta de que no es posible. Maria se lo toma con resignación. Florencia Hyland, vecina del pueblo que acaba de entrar en el local, está en modo guerrero. «No es lógico que nos dejen sin luz toda la mañana. Podrían haber buscado otro horario que no perjudicara tanto, pero supongo que como acaban a las tres de trabajar... Los vecinos no les importamos», critica Florencia, que confía en no tener que tirar todo lo que tiene en la nevera. Lo ha metido en el congelador, que está más frío, pero no sabe cómo estará cuando llegue a casa. De menú, hoy, ensalada. «Todo crudo, que mi cocina es eléctrica», explica.

Ni crudo ni cocinado. En el Giri Café han «perdido el día», apunta José María Rodríguez, camarero, que no tiene más remedio que enviar a unos clientes a comer a otras localidades cercanas. Aprovechan para hacer «limpieza general», pero están preocupados por las pérdidas, son un negocio relativamente nuevo y no poder servir desayunos y comidas supone un mazazo en plena temporada. Ni siquiera pueden colocar pedidos en la nevera y el congelador. Abrir y cerrar supondría dejar que saliera el frío. El establecimiento también es hotel y la noche anterior al corte la pasaron lavando y secando todas las sábanas y la ropa de cama. Los responsables del establecimiento quieren reclamar. «Creo que cuando estás más de seis horas sin luz puedes hacerlo», apunta el camarero.

Madrugar para hacer café

La previsión también ha sido clave en el agroturismo Can Fuster, en la entrada del pueblo. Están sin luz y sin agua, ya que la bomba con la que la obtienen es eléctrica. La noche antes llenaron decenas de cubos de agua para las cisternas de los baños. Sus responsables, Vicent y Pilar Marí (hijo y madre) han madrugado para dejar el café hecho antes del corte de suministro y han tostado el pan del desayuno en el horno de gas. La veintena de clientes que llenan el hotel «no se han quejado» a pesar de que no han podido ducharse por la mañana. Pese a este buen comportamiento, sus dueños, que denuncian que no se les avisó, aseguran que es «una barbaridad» dejar al pueblo sin luz toda una mañana en mitad de julio.

«He tenido un paciente de 91 años y no he podido ni tomarle la tensión», protesta el médico de la unidad básica de salud de Sant Joan, Rafael Vargas, que critica la «paralización» del pueblo como consecuencia del corte de luz. «La factura bien que se la cobran», apunta el médico, que considera que deberían haber llevado a cabo las obras por la tarde o en horario nocturno para perjudicar menos a los vecinos y evitar la «pérdida económica» a los comercios. «Hemos suspendido las 26 citas que teníamos», señala el facultativo, que lamenta especialmente la situación de la pescadería. «Tere decía que sólo tenían pescado frito», indica.

Endesa | «Las obras son para evitar averías»

La responsable de comunicación de Endesa en Balears señaló ayer que las obras en el transformador de Sant Joan se llevaron a cabo «para evitar posibles averías» durante el verano, lo que, afirmó, dejaría a los abonados sin suministro durante «más tiempo». De la misma manera, justificó que la compañía no tiene por qué avisar a sus clientes y que su única obligación es publicar el horario y las calles afectadas por el corte de luz en dos medios de comunicación. «Es para mejorar el servicio, para ello son necesarias al menos cuatro horas porque hay que dotar de más potencia al transformador y empalmar cables. Es un trabajo laborioso y largo», detalló esta responsable, que desconocía el número de abonados afectados.

Ayuntamiento | «Con tiempo se habría podido hacer algo»

José Manuel Marí, teniente de alcalde y Coordinador de Áreas de Sant Joan, reconoció que si Endesa hubiera avisado con tiempo «se podría haber buscado una solución». De hecho, lamentó que algunos comercios no pudieran, en dos días, buscar generadores con los que tener luz durante las seis horas que duró el apagón programado. «No ha sido una mañana fácil», apuntó el teniente de alcalde, que destacó que en el Consistorio, que también estuvo sin luz, y se enteraron de las obras al mismo tiempo que los vecinos, consiguieron hacer «un apaño» para que, al menos, funcionara el registro. A pesar de esto, destacó que las obras eran «necesarias» y que se llevan a cabo regularmente para evitar problemas más graves.