El prestigioso arquitecto Oriol Bohigas, Premio Nacional de Arquitectura de España y autor de proyectos tan emblemáticos como el puerto olímpico de Barcelona (con Albert Puigdomènech y J.R. de Clascà), cerró ayer la mesa redonda en torno a Josep Lluís Sert y Joan Miró con una intervención demoledora: «Estaría bien que esta isla se dedicase a derribar todas las urbanizaciones que se han hecho en ella -y en todo Balears- desde que murió Franco, porque, al contrario de lo que se pudiese suponer, estábamos mejor con Franco que con esta cultura inmobiliaria que se ha hecho durante la democracia», apuntó con evidente ironía. Por ello matizó: «Somos demócratas hasta el final, pero reconociendo que, hasta ahora, la democracia ha estado en manos de unos imbéciles, traidores a sus mismas raíces antropológicas y culturales». Bohigas fue más allá y animó a la isla a ser «ejemplo de solvencia cultural, intentando rehacer todos los disparates urbanísticos y especulativos que la han dominado durante tantos años».

Sus palabras fueron acogidas con aplausos y ‘bravos’ por parte del público que abarrotó la planta baja de la Casa Broner de sa Penya, que acogió el encuentro. Los asistentes no solo aplaudieron y disfrutaron de la charla sino que hubo interesantes intervenciones, como la del arquitecto Salvador Roig, que recordó que la obra clave de Sert en Ibiza, Can Pep Simó, «fue el ejemplo que quiso dejar a la isla: un modelo de crecimiento de referencia para no caer en los errores que él advertía, pero que no hemos sabido aprender».

En este sentido, el arquitecto Paco Sert, sobrino nieto de Josep Lluís Sert, remarcó que Can Pep Simó es una de las obras «más redondas de Sert» en la que, partiendo de lo tradicional «lanza una mirada abierta y moderna al progreso», remarcó. «Es su obra de síntesis. Parece un poblado ibicenco pero una visión más profunda permite ir más allá y ver cómo crea un espacio privado-público, de encuentro y de recogimiento», apuntó el arquitecto.

El poeta y ensayista Antoni Marí, también presente entre el público, añadió que Sert encontró algo crucial en la isla: «Una tradición que no es la tradición culta de la arquitectura» y que fue determinante en su trabajo posterior. Para Marí hay, además, una profunda conexión entre Miró y Sert. Así, a su juicio, tanto uno como otro «procuran y realizan una fractura con toda la tradición cultural occidental como nadie lo había hecho antes». A ambos les une la pureza en el concepto de su obra: «Sert hace arquitectura, no escultura [...] y Miró hace pintura, no hace literatura.

No narra ideas o acontecimientos sino que en su obra hay color, forma y composición», añadió Marí.

Siguiendo con la conexión entre Miró y Sert, Bohigas explicó que admira la obra de Miró porque es «uno de los fundadores de una sección optimista del arte contemporáneo, que coincide con el uso de los cánones mediterráneos en contra de los cánones fúnebres del norte de Europa y América». Esa posición coincide con la de Sert, que «inventó el uso de la modernidad, con técnicas, tecnologías y repertorios iconográficos de la tradición» y «renovó esa modernidad» con «la invención de una forma de expresión totalmente nueva que supone la pérdida del desespero pesimista» de la época.

En este aspecto coincidió plenamente María Charneco, arquitecta en plena redacción de su tesis doctoral sobre Sert y coautora del documental ‘Josep Lluís Sert: un sueño nómada’, que subrayó que si Miró y Sert se hicieron tan amigos «fue por el optimismo de ambos y por la creencia absoluta de que la arquitectura y el arte modernos podían mejorar la vida de las personas. Ellos mantuvieron ese optimismo durante toda su vida», aseveró. Esto se demuestra en que «Sert transmitía optimismo en sus últimas conferencias y en que los cuadros de Miró de la exposición [del MACE] parecen hechos por una persona joven», a pesar de que los pintó en sus últimos años, apuntó.

Para Charneco está claro que Sert «quería humanizar la ciudad a través del arte y la arquitectura modernas, como sus compañeros del Gatcpac [Grup d’Arquitectes i Tècnics Catalans per al Progrés de l’Arquitectura Contemporània]. Miró pensaba lo mismo con respecto al arte», concluyó.

Bohigas recordó también una exposición en el museo Reina Sofía de Madrid donde, en una sala, aparecían, frente a frente, una obra de Miró y otra de Picasso. «A primeros del siglo XX se produjo una ruptura fundamental en la historia del arte, que moría en su sentido tradicional. Esa manera de morir y resucitar tenía dos caminos: el camino de Picasso y el camino de Miró». Para Bohigas, el camino de Picasso era el de acabar de destruir el arte y, por contra, el de Miró, mucho más optimista, era que «el arte no se ha acabado definitivamente sino que hay elementos tradicionales que perviven [...] unos cánones válidos que se mantienen y que pueden ser la base para la renovación».

En ese sentido Miró y Sert conectan «porque reutilizan elementos vernáculos y elementos tradicionales». Así, no les interesa «alardear de grandes avances tecnológicos sino de tradiciones payesas». Son representantes de lo que Oriol Bohigas denominó ayer «continuidad discontinua».

Amistad y trabajo en común

Charneco relató uno de los puntos culminantes de la relación entre Miró y Sert: el momento en el que el pintor le pide al arquitecto que diseñe su estudio en Mallorca. «Es justo en ese momento cuando Sert está reenfocando su carrera desde urbanismo hacia la arquitectura y su primer encargo fue aquel estudio», explicó. Lo hacen codo con codo. Miró tiene instrucciones precisas sobre lo que busca, ya que está trabajando obras de gran formato. «Quería huir de la pintura de caballete», recordó Charneco. Las proporciones de este taller tienen que ver con el arte mural para los espacios públicos en los que trabajaba Miró en ese momento.

Paco Sert desveló, en este sentido, que hasta aquel encargo su tío abuelo no había explorado mucho «lo que después fueron sus características cubiertas que funcionan tanto para tamizar la luz, como para ventilar o recoger pluviales». «Convirtió un elemento que daba solución a problemas arquitectónicos en un elemento ciertamente expresivo». «Miró le ayuda a soltarse un poco, a investigar unas formas más expresivas», admitió el arquitecto.

Bohigas añadió que Miró y Sert fueron como era toda su generación en toda Europa: «Vivían con las ventajas de la clase media, con línea de evolución hacia la clase adinerada y tenían el convencimiento estricto respecto a atribuir a la modernidad las conquistas sociales y culturales de la época». «Lo que les unía era que todos eran republicanos fundamentalmente. Es el único momento en el que hay total unidad de voluntad política entre artistas e intelectuales», dijo. Aquí intervino el sobrino de Sert, Francisco de Sert, conde de Sert, que puntualizó que su tío y sus compañeros era más bien «gentes de izquierdas» e incluso afirmó que Sert se sentía cercano al partido comunista.

El debate fue moderado por el periodista Juan Cruz, que también aportó su visión personal de Sert y Miró.

Entre otras, recordó una anécdota de Miró, un día que se acercó a él para preguntarle por el Guernica, en un momento en el que existía un gran debate en torno a su devolución a España. Miró, que solía gesticular mucho con las manos y los brazos, comenzó como a aletear y le dijo: «¿El Guernica?

¡Puñetas!». «Fue la primera vez que la palabra ‘puñetas’ se publicaba en mi periódico», confesó Cruz entre las risas del público.