Horas antes de la fiesta que debía reabrir de forma oficial el paseo de s´Alamera tras su remodelación, los vecinos ya lo habían tomado. Cientos de personas paseaban, tomaban el aperitivo en alguna terraza o montaban en bicicleta como si se tratara de figurantes de la idílica postal en la que se ha convertido el corazón de Santa Eulària.

La reforma ha insuflado oxígeno a este paseo proporcionando una sensación de gran amplitud, enlazándolo con la renovada plaza de España y permitiendo que desde la calle Sant Jaume o desde la Casa Consistorial se contemple una bella estampa con el mar al fondo y alguna pequeña embarcación cruzando entre las siluetas de las palmeras. Han sido seis meses de obras, una inversión de más de 1,5 millones de euros y un sprint final de cuatro semanas con la principal arteria de la localidad cerrada al tráfico y un desesperante colapso circulatoria, pero vecinos y comerciantes lo dan todo por bueno en vista del resultado y se muestran más que satisfechos.

Eva Tierraseca y su hija de ocho años recorrían el renovado paseo por primera vez tras la retirada de las vallas. La pequeña estaba encantada de que ahora «haya más plantas», motivo suficiente para hacerla opinar que s´Alamera está «más bonita». Su madre coincide en que «le han dado un toque muy bonito y se ha modernizado» y entiende que «lo mejor es que ya no circulen coches, es lo ideal». Sin embargo ese ideal se alejaba, al menos un poco, de la realidad porque s´Alamera no será totalmente peatonal. Los vehículos podrán seguir circulando por el margen perpendicular a las calles San Juan y del Mar, aunque con restricciones y a una velocidad máxima de 10 kilómetros por hora. Estas dos calles y el acceso rodado al paseo desde las mismas estaban cortados ayer con motivo de la fiesta programada por la tarde, pero los coches volverán a circular por ellas. «Es muy buena idea la recuperación de las antiguas acequias», destaca Tierraseca, que dirige la vista hacia la plaza de España y recuerda su infancia, cuando merendaba y jugaba en ella. Reconoce que se echa de menos algún elemento que durante mucho tiempo formó parte del paisaje del paseo, como el kiosco de prensa, pero sentencia con resignación que «no se puede tener todo». «Cuando reformaron el Ayuntamiento y le sacaron la piedra ya quedó muy bonito y ahora con esto lo han clavado», continúa sin escatimar en elogios. Algo más le preocupa la actitud que puedan tener los conductores en el tramo que une el paseo y la plaza y que atraviesa la calle Sant Jaume: «Me da miedo por si cruzan los niños, hay que tener mucho cuidado e ir bien despacito», advierte.

Si el kiosko de prensa ha desparecido dejando el paseo diáfano, lo mismo ha ocurrido con la oficina de información turística que se ha trasladado unos metros hasta la antigua sede del Sindicato Agrícola, donde abrirá de 10 a 14 y de 17 a 20 horas. En el mismo espacio se sitúa ahora la Sala Barrau, en la que se podrá contemplar buena parte del legado del pintor catalán.

Empresarios ilusionados

Si algunos elementos han desaparecido, otros han llegado para quedarse: hasta ocho establecimientos habían instalado ayer sus mesas y sillas sobre el renovado pasado.

Los dueños de restaurantes, cafeterías y comercios están ilusionados. «Esperamos que venga más gente, se siente al solecito y consuma», confiesa Mari, propietaria del restaurante La Rambla. Hasta el año pasado tenía cuatro mesas sobre la acera, y ahora el Ayuntamiento le ha concedido el uso de cuatro metros desde su fachada y han podido colocar doce. «Estamos muy contentos. Ayer [el miércoles] la gente ya empezó a sentarse, incluso por la noche aunque todavía haga fresquito. No incrementamos precios ni cobramos suplemento por uso de terraza», tranquiliza a sus clientes. Explica que la ampliación de las terrazas, la desaparición de los contenedores, del tráfico y del humo en ese lado del paseo satisface a todos los empresarios que, a cambio, tienen que invertir en mobiliario para unificar la estética del lugar «Han sido seis meses de obras, que nos han perjudicado sobre todo en Semana Santa. Ha sido un sacrificio, pero creemos que va a valer la pena», concluye.

El pueblo vivió una festiva «no inauguración», condicionada por la proximidad de los comicios europeos que impide la ejecución de actos propagandísticos. Pero la reapertura de s´Alamera es el acontecimiento social del año, incluido en el programa de fiestas del Primer Diumenge de Maig, y los vecinos lo celebraron con una ballada popular en el Pou de Baix, una fiesta infantil, una gincana fotográfica y un concierto nocturno.

Núria Juan pasea con su marido y su hija (que viste orgullosa su camiseta del Atleti tras la victoria en Stamford Bridge) y alaba el resultado de la reforma, convencida también de que la peatonalización es total. «Me encanta el sonido del agua. Es Eivissa. Me parece bien que mi dinero se utilice para estas cosas», argumenta convencida, y agradece que al final de una de las acequias hayan colocado fameliars como los que viven desde el año pasado frente al Consistorio. «Es historia de Eivissa, a mi hija le entusiasma y cada día mira por si se han movido», apunta.

A lomos de un podenco

A unos pasos de los fameliars, junto al pozo, se ha colocado un grupo de podencos obra de Andreu Moreno que los niños montan sin pudor mientras sus padres los retratan con móviles y tabletas. El fallecido Carlos Sansegundo es el autor de la nueva escultura con forma de árbol situada junto a la oficina de Correos, que suscita opiniones encontradas.

Algo más crítico que otros vecinos, aunque también orgulloso, se muestra Antonio Torres, que encuentra el nuevo diseño «demasiado urbano para un pueblo». Las farolas, en su opinión, confieren al conjunto un aire «artificial» y destaca que conviven en s´Alamera hasta tres modelos distintos, cada uno fabricada con un material diferente. Se han mantenido las antiguas afrancesadas de forja negra, pero además se han instalado otras minimalistas en gris metalizado y en color óxido un tercer modelo de gran altura y potentes luminarias. «La iluminación es excesiva, de noche va a parecer que es de día», lamenta. «Deberían haber hecho la recreación de las aceras con piedra muerta, que recordara las paredes antiguas. Esta plaza podría haber estado en Bilbao, no dice mucho del lugar, pero a pesar de todo es una mejora», reflexiona.

María José Bonet, de Sant Miquel, había quedado para desayunar en Santa Eulària con su amiga Paquita Torres, que vive en Siesta. «Nos hemos encontrado por casualidad con que el paseo ya estaba abierto. La verdad es que queda muy alegre con la zona ajardinada y resulta agradable para las familias», opina, y muestra su preocupación por el mercadillo: «No sé si volverán a poner los puestos hippies, daban mucho ambiente».

Lo novedoso a menudo desconcierta y muchos de los paseantes se mostraban dubitativos ante el mobiliario urbano. Ningún problema con los asientos que tienen forma de banco, pero las figuras cúbicas y la alargada acequia generan dudas. Con disimulo y de refilón, turistas y vecinos acaban por descansar sobre ellos. El uso hará la norma.