«De niño me dormía escuchando a mi madre cantar el bolero ´Lágrimas negras´». Sunilda González, hija de españoles y cuya voz sonaba habitualmente en la radio local de Villa Clara (Cuba) en sus años mozos, acostaba a Norberto mientras entonaba ´y aunque tú, me has echado en el abandono/ y aunque tú has muerto mis ilusiones/en vez de maldecirte con justo encono/ en mis sueños te colmo/ y en mis sueños te colmo de bendiciones´. «No es que sea una canción para niños, pero es buena para ejercitar el oído musical», reconoce Norberto Rodríguez. El cubano, afincado en Ibiza desde hace 14 años (y eso que vino para un mes), cuenta que fue Sunilda, con aquellos apasionados boleros que no paraba de tararear con su dulce deje caribeño, quien desde niño le introdujo de lleno en la música, en la guitarra en particular. En el concierto que ofreció el viernes 7 de febrero en El Sitio (Sant Antoni), Santiago Auserón descubrió a los presentes que vivían junto a «uno de los mejores guitarristas del país», amén de quien le acompañaba, Joan Vinyals, el dimoni de Gràcia. Las loas de Juan Perro (muy dado a las hipérboles y fábulas aquella noche) al cubano, que durante ocho años le acompañó en sus giras, fueron refrendadas a continuación por un duelo de guitarras entre Rodríguez y Vinyals similar al de aquellos momentos memorables del jazz que, por ejemplo, los virtuosos Larry Coryell y Philip Catherine protagonizaron en los años 70. Y con sabrosón regusto a Caribe: «Es que Santiago Auserón me lía con lo cubano. Sabe que lo llevo dentro, no solo por ser de la isla, sino por proceder del campo», apunta Norberto.

Del campo a La Habana. «Soy del campo, de una familia campesina», subraya Norberto, nacido en Quemado de Güines (provincia de Villa Clara, a 270 kilómetros al este de La Habana). Muestra una foto en la que posa orgulloso junto a Sunilda y Dagoberto, su padre, «que ya no está». Dagoberto, «un campesino nato que amaba la música campesina cubana», luce un sombrero de ala ancha para tapar el solazo tropical. El oído de Norberto comenzó a afinarse con aquel lánguido ´Lágrimas negras´ que escuchaba en casa, con boleros y sones, no con los influjos de la música norteamericana que sonaba cerca, a tiro de piedra, poco más allá de los cayos: «En Cuba pasa como aquí: cuanto más adentro de la montaña vives, menos información tienes de lo que ocurre en el mundo». Sunilda le empujó, a los ocho años, a estudiar música en una casa de cultura local. A los diez años pasó a un conservatorio de música clásica, donde estuvo cuatro años: «Allí, al ser la educación gratuita, da lo mismo si tienes dinero o no. Si hay cinco plazas para el conservatorio, da lo mismo que puedas o no pagarlas: se dan al mejor después de una lucha bastante potente. Ese sistema es más competitivo que el hecho de que estudies porque puedas pagar. La competencia saca de uno lo mejor, hace que te esfuerces».

Salió airoso de aquella selección, que desde los 13 años le permitió estudiar en La Habana la técnica de la guitarra clásica: «En Cuba no hay escuela de jazz, solo una muy buena escuela de clásica. Lo de introducirme en otros estilos musicales populares, que es como se llama en Cuba a todo lo que no es clásico, empezó a los 15 años. Empecé a interesarme por el jazz extranjero, el jazz viejo». El puro de las guitarras de Joe Pass, George Benson, West Montgomery... «Me gusta también tocar el rock&roll y el blues. Pero no escuché a Hendrix hasta que tuve 22 años [ahora tiene 40], es decir, lo primero que oí fue jazz muy puro, guitarra limpia, no distorsionada». Aunque lo que más le ponen son las trompetas y los saxofones: «Las de Miles Davis, John Coltrane... En mi vida he escuchado más instrumentos de viento que guitarras, admito».

«Vamos a quedarnos un tiempo, chico». Desde los 20 años se integró en algunos de los grupos cubanos de jazz latino más importantes, como Afrocuba y Habana Ensemble (del que fue fundador), con los que comenzó a viajar por todo el mundo para participar en festivales de jazz y con los que tocó, por ejemplo, en el Ronnie Scott´s Jazz Club de Londres, una de las mecas de esa música. «En uno de esos viajes, cuando estábamos en París en 1998, dos de los músicos, el baterista [Lukmil Pérez] y el bajista [Ronald Jean Michel Morán] me dijeron ´´Vamos a quedarnos un tiempo por aquí, chico´´. Al ser un trío, podíamos tener mayor recorrido que si se quedaba uno solo. Me liaron», recuerda.

¿Tuvo algún problema tras tomar aquella decisión? «Me causó un problemita durante un par de años. Quien venía al frente de la banda hizo fuerza para que nos denegaran a los tres la entrada a Cuba. Luego se arregló gracias al pianista Chucho Valdés: me hicieron un permiso especial para poder entrar y salir de Cuba cuando quisiera. Otros necesitan un pasaporte de emigrante». Otros lo han tenido mucho más difícil, como la bloguera y periodista Yoani Sánchez: «Yo hablo de los músicos. Esa mujer está en la política, directamente. Nosotros no tenemos nada que ver con la política. No voy a hacer comentarios porque a mí la política no me interesa mucho». De Francia pasó a Italia y de allí a Barcelona, a un estudio de grabación donde fue contratado por dos meses e invitado a participar en el festival de jazz de Ciutat Vella: «En el año 1999 iba a ir a Madrid cuando me llamaron para tocar en el Pereyra un mes... Y ya llevo casi 15 años en la isla».

«No había oído ni ´Escuela de calor´». Su alianza musical con Santiago Auserón se forjó, en parte, por fortuna: «Recién había llegado a Madrid para tocar con la cantante zaragozana Carmen París cuando Santiago vino a ensayar a nuestro estudio. Uno de los músicos que le acompañaban me conocía, me saludó y le contó cómo tocaba. Al parecer, a Auserón no le convencía el guitarrista que había sustituido a John Parsons, así que a los dos días me llamó: ´´Me gustaría ver cómo tocas´´, me dijo. Es un tipo súper perfeccionista, al límite. Normalmente no soy mucho de que me prueben, pues la mayoría de quienes vienen a hacerlo tocan peor que yo. Pero acepté y me preguntó si en siete días podía aprender su repertorio. Me dio 30 temas».

Norberto no había escuchado en su vida «ninguna de sus canciones», menos aún las de la época de Radio Futura: «Ni ´Escuela de calor´, figúrate. Le dije que claro que sí. Era solo cuestión de ponerse a estudiar. No dormí en siete días. Cuando quieres aprender algo, estudias y estudias, ya habrá tiempo para dormir». Al cabo de una semana, Norberto se sumó a la gira de ´Cantares de vela´, el disco que como Juan Perro publicó Auserón en 2002. Comenzó una amistad profesional que duró una eternidad: «Ocho años de giras con Santiago. Hay gente que se divorcia estando menos tiempo juntos», bromea.

«Toco donde me siento bien». Músico de estudio y como acompañante de otros intérpretes, como Santiago Auserón, de momento no ha grabado su propia música en un disco: «No ha surgido aún la oportunidad de que alguien se responsabilice con una producción. Tengo mi trío, con el que toco jazz moderno mezclado con funky y cosas latinas, con guitarra acústica y española. Hago una mezcla de cosas. Los productores aconsejan tocar en una línea muuuuy definida, pero es que a mí me gusta tanto el sonido de la guitarra española como el de un blues».

Cada viernes da un concierto en Santa Eulària, una jam a la que se apuntan los mejores músicos de la isla: «Y funciona, siempre está lleno de gente», asegura. «No me gusta tocar en hoteles. Anímicamente me deprime. Me sentiría mal al llegar a casa, me preguntaría si todo lo que he hecho y estudiado solo ha servido para eso, sin desmerecer ese trabajo, claro», explica. Norberto ha notado la crisis: «Ahora hay menos conciertos en la Península. Y aquí intento trabajar en lugares donde me siento bien. Dado que tampoco pagan mucho, al menos quiero disfrutar. Yo es que soy de isla, mi pueblo está al lado del mar. Madrid me entristece; Barcelona, bueno... pero Ibiza tiene un encanto...».

Con la Gibson 335 a cuestas. Norberto acude a la entrevista con su Gibson 335 en el estuche, una de sus guitarras favoritas: «Mis preferidas son las eléctricas. Me gusta mucho esta Gibson 335, también la Fender Telecaster... Ahora tengo pocas, antes, más. Llevo tres a los conciertos. Una de ellas es una española construida por el lutier Manolo Marín Cano, que trabaja en Sant Jordi». La próxima que creará para él, una modelo Telecaster, a lo Keith Richards.