«Algún día va a pasar algo». Es la frase más repetida por los profesionales que, año tras año, no paran de alertar del peligro de incendio que conllevan las quemas supuestamente controladas de rastrojos, cañas o restos de poda. Hasta que sucede. Los tres cuerpos que trabajan en la extinción de incendios en la isla [bomberos, agentes del Institut Balear de la Natura (Ibanat) y de la conselleria de Medio Ambiente] han intervenido una decena de veces en los tres primeros meses y medio de 2014 para sofocar fuegos originados casi siempre por imprudencias o falta de precaución en las quemas de rastrojos. Consiguieron controlar las llamas a tiempo. En casi todas las ocasiones contaron con la inestimable ayuda de los agentes de la Guardia Civil y de las policías locales, de la dirección general de Emergencias y de los voluntarios de las agrupaciones de Protección Civil.

Pero no siempre todo depende de su rapidez y su pericia. Hay otros factores, como la orografía del terreno, la sequía que asola a las Pitiusas esta primavera, el viento, la humedad... Y tanto va el cántaro a la fuente que al final una quema supuestamente controlada se descontrola y vuelven las lamentaciones.

Casos como los de Morna y Sant Joan, Benirràs, Sol d’en Serra y Roca Llisa todavía retumban en la memoria de los ibicencos. Nombres que se asocian desde entonces a la tragedia, a bonitas zonas de monte protegido que ahora se han convertido en paisajes lunares, a hidroaviones descargando agua... Desde hace poco, hay un nuevo nombre en la lista: es Cubells. Y el posible motivo del incendio, que todavía se está investigando, es otra imprudencia. Como casi siempre.

Sin embargo, la historia se repite. Una vez que pasa el ruido inicial, que los medios de comunicación dejan de hacerse eco, que los políticos de uno y otro partido arremeten contra los que están en el poder por no poner medios suficientes, que el debate llega hasta todos los lugares de la isla, regresa el silencio. Y con él, con una regularidad pasmosa, vuelve a ocurrir lo mismo. Sin solución aparente.

No hace falta un permiso especial

En invierno están permitidas las quemas de rastrojos, de cañas o de restos de poda. No es necesario solicitar ningún permiso especial pero es obligatorio llamar antes al número del servicio de emergencias del Govern, el 112, para avisar. Los bomberos reciben una lista con los lugares y días en los que se van a hacer esas quemas y también están en alerta la Guardia Civil y las policías locales, ante una eventual emergencia.

Después del incendio de es Cubells el Govern ha adelantado la prohibición. No se pueden efectuar quemas de este tipo entre el 15 de abril y el 15 de octubre, que se considera el periodo de máximo riesgo de incendio.

Todavía no hay estadísticas oficiales pero este diario ha podido elaborar un listado con las quemas descontroladas que han trascendido desde el 1 de enero. Solo hubo tres días de tranquilidad hasta que saltó la primera alarma. El 3 de enero los bomberos, el Ibanat y agentes de Medio Ambiente sofocaron un incendio que afectó a unos 800 metros cuadrados de matorral en el torrente de Benirràs, a unos dos kilómetros del cruce con la carretera de Sant Miquel. El origen, una quema de rastrojos que se descontroló.

Otra imprudencia pudo causar otro pequeño fuego que arrasó solo diez metros cuadrados de hojarasca en la zona de Can Guasch, cerca de Santa Eulària, el 7 de febrero. Segundo aviso y segunda vez que los bomberos y los agentes forestales salieron corriendo. Por suerte, llegaron a tiempo, como casi siempre

El tercer susto fue más importante. El propietario de una finca agrícola privada de la zona de Cala Llonga comenzó a quemar restos de poda el 9 de febrero por la tarde. El fuego se le fue de las manos y los bomberos tuvieron que movilizar a todos los hombres que se encontraban de día libre y que estaban localizables. Las llamas destruyeron la madera y los rastrojos, pero también quemaron un pino y un algarrobo. No había notificación de esa quema.

5.000 metros quemados

El cuarto incendio se convirtió en algo más que un susto. Una quema de montañas de escombros, compost (humus obtenido artificialmente por descomposición bioquímica en caliente de residuos orgánicos) y restos de poda que estaban acumulados en la finca rústica de es Pla Roig de Sant Miquel se reavivó el 3 de marzo y se tuvieron que movilizar de nuevo todos los servicios de extinción disponibles. El fuego se reavivó otra vez la noche siguiente y las llamas afectaron finalmente a 5.100 metros cuadrados de terreno. Una gran humareda se vio desde muchos puntos de la isla, lo que provocó la alarma.

Seis días después, el 9 de marzo, un incendio agrícola afectó a un bancal de 700 metros cuadrados cerca de sa Cala de Sant Vicent, después de que se descontrolase una quema de restos de poda y rastrojos. Las llamas llegaron a menos de dos metros de una zona de masa forestal. Los bomberos actuaron a tiempo y evitaron que fuese a más. El 20 de marzo otra quema de restos de leña estuvo cerca de afectar a una zona boscosa situada enfrente del restaurante Es Caliu, en el kilómetro 11 de la carretera de Sant Joan. Solo ardieron cuatro metros cuadrados de terreno pero se podría haber extendido con facilidad, según alertaron entonces los servicios de extinción.

Solmente dos días después otro fuego arrasó 1.500 metros cuadrados de rastrojos y restos de poda en una finca agrícola privada de la zona de Can Guillemó, cerca de Sant Antoni. Estaban quemando restos de madera que habían amontonado. La Guardia Civil no localizó a los responsables de la quema, que se marcharon al parecer cuando el fuego se les fue de las manos. El 31 de marzo otro incendio en un pinar de Sant Agustí se saldó con una superficie quemada de 300 metros cuadrados. Se desconocen los motivos por los que empezó. Dos días después el responsable de una quema controlada abandonó una finca en la zona de Can Curreu, en la carretera de Santa Eulària, después de hacer una hoguera. Se quemaron diez metros cuadrados y ardieron neumáticos, espráis y plásticos, lo que provocó una gran humareda.

El 7 de abril un agricultor encendió otra hoguera en una finca en los alrededores de sa Talaia de Sant Josep. El fuego se propagó y arrasó 300 metros cuadrados de zona boscosa. Ese mismo día comenzó el juicio contra Martín Candioti, el apicultor acusado de originar, por una imprudencia, el mayor incendio de la historia de la isla, que arrasó en la primavera de 2011 más de 1.500 hectáreas de masa forestal, la mayoría de ellas de especial protección, en las montañas de Morna y Sant Joan.

El undécimo aviso del año se recibió la tarde del 12 de abril. Más de cien vecinos fueron evacuados y el fuego, que se propagó rápidamente, arrasó casi 18 hectáreas de monte en la zona de es Cubells. Los helicópteros volvieron a descargar agua, como ya ocurrió en otros grandes incendios, y se movilizó desde Bétera (Valencia) la Unidad Militar de Emergencias (UME), que colaboró con los bomberos, el Ibanat y los agentes de Medio Ambiente en la extinción del incendio. La Guardia Civil interrogó después a un sospechoso, un ibicenco de 63 años que reconoció que probablemente cometió una imprudencia al prender fuego en un cañaveral en el torrente de s’Aigua. Fue el undécimo aviso del año.

El 64% se deben a negligencias

Después del siniestro, la conselleria de Medio Ambiente del Govern informó de que el 64 por ciento de los incendios que ocurren en Balears se deben a negligencias y que el 16% son intencionados.

Del resto, o se desconocen las causas por las que comenzaron o están pedientes de los resultados de la investigación. El Ibanat tiene contabilizados, entre el 1 de enero y el 15 de abril, 31 incendios forestales en el archipiélago, casi el doble que el año pasado.