Nada más revelador que el rostro relajado y sonriente de Jesús Osuna, presidente de la cofradía del Jesús del Gran Poder, al finalizar el recorrido de la procesión del Santo Entierro. «Estamos muy contentos, ha ido todo muy bien», afirmaba, satisfecho, ya en Vara de Rey después de haber superado el siempre complicado descenso desde la catedral a un ritmo más que aceptable, sobre todo si se compara con años anteriores. La salida de la catedral comenzó a las 20.40 horas y a las 23.45 horas todas las cofradías habían bajado la cuesta del Portal de ses Taules, lo que es casi un récord para una procesión que ha recibido duras críticas por su tardanza otros años. El objetivo era aligerar la marcha y lo consiguieron.

A las ocho de la tarde, media hora antes de la hora oficial de la salida, ya eran cientos las personas que aguardaban, apostadas en lugares estratégicos del recorrido.

Poco después de las ocho y media salía de la catedral la primera imagen de la procesión, la de la Agrupación de fieles del Cristo Cautivo, que pronto se convertirá en la séptima cofradía de Ibiza. Aplausos y el himno de España recibieron a la imagen en la plaza de la Catedral y así con todas las demás hermandades, como manda tradición.

La cofradía de Jesús del Gran Poder salió inmediatamente después con un gran número de devotos siguiendo el paso. «¡Qué bonito es!», gritaba una espontánea con los ojos húmedo, a punto de soltar una lágrima.

A pesar de que el público se arremolinó a las puertas de la catedral, generando momentos de caos, todas las cofradías consiguieron salir del templo en menos de una hora, todo un récord para esta procesión.

Tras el Gran Poder apareció el Cristo de la Agonía, un momento crítico, ya que es el único paso en el que los cofrades van a costal bajo la imagen, como en las clásicas procesiones andaluzas. Para poder superar el arco de la puerta del templo tuvieron que encorvar la espalda al máximo. Un sufrimiento que su capataz trataba de mitigar animándoles: «¡Grandes!» «¡Valientes!», gritaba.

De la misma cofradía es la Virgen de la Esperanza, que luce un espectacular manto verde. Es el único paso de la procesión del Santo Entierro que llevan exclusivamente mujeres y su destreza les mereció muchos aplausos a lo largo del recorrido. Incluso una espontánea cantó a esta Virgen una saeta desde un balcón en la cuesta de Sa Carrossa.

La Virgen de la Piedad salió a continuación, este año ya sin el crespón negro que en 2013 recordaba el reciente fallecimiento del entonces presidente de la hermandad, Juan Antonio Serra. El actual presidente, Juan Marí Mayans, fue ayer un cofrade más llevando la imagen sobre sus hombros.

Otra Virgen, la de Nuestra Señora de los Dolores, fue la siguiente en incorporarse a la procesión. Se trata de una de las hermandades más numerosas en cofrades y también una de las más fotografiadas por la belleza del paso, ataviada con su manto negro de terciopelo e hilo de oro. Entre los fotógrafos de la ocasión estaba Chico Bialas, famoso por sus imágenes de moda a las top de los 90, que esta vez cambiaba radicalmente de registro.

La cofradía del Cristo Yacente completó la comitiva de la catedral y acaparó numerosos flashes también por el dramatismo de la talla.

En Santo Domingo se incorporaron a la marcha los cofrades del Santísimo Cristo del Cementerio con sus dos imágenes: la del Cristo del Cementerio y el Ecce Homo.

A pesar de que la salida fue rápida, los pasos tenían que superar la prueba de las angostas calles de Dalt Vila, no sin dificultades y ayudados por los cofrades que levantaban con una pértiga los cables de la luz, que en algunos puntos cuelgan como lianas en la selva. El ritmo se ralentizó bastante pero antes de medianoche todas las imágenes habían bajado Dalt Vila y se dirigían ya a Vara de Rey. Se escucharon entonces más saetas, como las de la cordobesa Ana Alcántara García, de vacaciones en la isla, que le cantó al Ecce Homo y a la Virgen de los Dolores.

«Aunque esté fuera no puedo dejar de cantarles», confesaba emocionada después de recibir aplausos del público, aunque algo disgustada porque se le había ido la voz en un par de momentos. Las diferentes agrupaciones musicales y los Legionarios contribuyeron a dar color al recorrido del Santo Entierro.