Ningún cartel, ninguna señalización advierte de que lo que se pisa en la Xanga, a unos 300 metros de la torre de sa Sal Rossa y junto a una hilera de casetas varadero, es la acumulación de cinco siglos de historia. El montículo, que padece la erosión del trasiego humano, de la lluvia y del viento, contiene millones de conchas de gasterópodos, especialmente murex, a los que los púnicos y romanos extraían una glándula para fabricar con ella la púrpura, un tinte que se vendía a precio de oro. Los restos de un plástico negro delimitan la zona, circular y de apenas unos metros cuadrados, donde se emprendió en 2007 la última y única excavación arqueológica.

Fue en noviembre de hace seis años y al frente estaban Carmen Alfaro Giner, directora del proyecto y profesora titular de Historia Antigua de la Universitat de València, y Benjamí Costa, conservador del Museo Arqueológico de Eivissa. La campaña apenas duró dos semanas, del 11 al 27 de ese mes. En medio, seis días en los que las inclemencias meteorológicas impidieron trabajar al equipo de arqueólogos. La excavación fue entonces tapada y Alfaro redactó un «informe preliminar» en el que admitió que prácticamente no había pasado de la fase inicial, por lo que en 2008 estaba dispuesta a pedir la prórroga del permiso. Pero desde entonces, nada. «Es un yacimiento en reposo», describe Benjamí Costa. Lo que no descansa es la degradación, lenta pero inexorable, de unos restos que tienen unos 20 siglos de antigüedad.

Precisamente, esa excavación comenzó con el afán de «recuperar información» de un yacimiento totalmente expuesto y potencialmente en peligro: «[...] Antes de que avance más la degradación, que es bastante importante, tanto por los efectos de la erosión natural, acentuada por encontrarse en pendiente, como por el continuo paso de personas y como por las obras de construcción de nuevas casetas varadero o la remodelación de las existentes», se advierte en el informe elaborado tras la campaña.

Crisis y medios

«Teníamos la intención de seguir, pero surgieron complicaciones y problemas varios y la cosa quedó ahí. Luego hicimos un proyecto nuevo que aún está activo, si bien está a punto de terminar, sobre la producción de lana en la Eivissa antigua. Es un complemento necesario al proyecto sobre la investigación de la púrpura y que no nos exigía embarcarnos en excavaciones extensas ni en yacimientos como el de la Xanga», justifica Costa. La crisis económica fue uno de los factores que principalmente repercutieron a la hora de aparcar el proyecto: «Del año 2008 en adelante -añade el conservador- las subvenciones decrecieron notablemente y las condiciones de trabajo empeoraron bastante, básicamente por la falta, cada vez más, de medios para poder desarrollar la labor de campo».

¿Descartan excavar de nuevo en la Xanga?: «Es un yacimiento muy interesante pero en esta situación de crisis entendemos que más vale dejarlo en reposo. Es mejor así que ir a trancas y barrancas. Hay que hacerlo en condiciones óptimas, en las que se debería trabajar hoy en día», apunta Costa.

Respecto a la degradación del yacimiento, Benjamí Costa recalca que ese deterioro ya lo advirtieron en el informe redactado tras la campaña: «Ahora es el Consell el que, como titular de las competencias en Patrimonio, debe tomar cartas en el asunto si considera que es necesario». Quienes caminan por la zona pisan, sin saberlo, millares de restos de conchas que los púnicos y los romanos cortaron con sus propias manos para fabricar la púrpura. A ese daño se suma la «degradación natural» y las «heridas producidas en el yacimiento por la construcción de algunas casetas».

«Quizás algún día se excave», comenta Joan Ramon, arqueólogo y técnico de Patrimonio del Consell de Ibiza. Eso sí, no hay fechas, ni siquiera para delimitar el yacimiento, totalmente a la intemperie. Ramon espera a que concluya «la catalogación de todas las casetas varadero» para tomar cartas en el asunto. «La Xanga es un espacio de interés, tanto etnológico como arqueológico», explica, aunque las techumbres de uralita y de metal, los bloques de hormigón, las chimeneas de plástico y los enlucidos de cemento de algunas casetas de esa cala poco tienen que ver con un uso tradicional. A su juicio, todo «debe ir en el mismo paquete».

Para iniciar la protección del enclave, si es que finalmente se decide eso, en el Consell también están pendientes «de que el Ayuntamiento de Sant Josep redacte su catálogo municipal de protección de patrimonio». Es decir, va para largo. ¿No temen en la institución insular que siga deteriorándose un yacimiento de producción de púrpura que, según el informe de campaña, es el «más grande» de la isla, más que los del Canal d´en Martí (Pou des Lleó) y sa Caleta? Ramon resta importancia a la erosión que sufre: «Sí, se deteriora, pero lentamente. No es una cosa de un día para otro».