La escuela refleja los problemas sociales y cuando se combina una profunda crisis económica que atraviesa ya su sexto año y el desmantelamiento de recursos educativos, el resultado es el que muestra la última memoria del Institut per a la Convivència i l´Èxit Escolar: la conflictividad y el absentismo escolar se han disparado de un curso para otro.

Estos datos no han sorprendido al director del Anuario de la Educación de Balears, Martí March, catedrático de Pedagogía Social de la Universitat de les Illes Balears, ni tampoco a Joan Amer, doctor en Sociología y profesor del departamento de Pedagogía y Didácticas Específicas de la misma universidad: «La escuela no es una torre de marfil. Los datos de Europa dicen que en España y especialmente en Balears han aumentado de forma significativa las desigualdades sociales y esto tiene un reflejo en la escuela. Los conflictos que la gente vive en la calle tiene una traducción en la escuela; paro, problemas de las familias para llegar a fin de mes, niños que tienen problemas de alimentación... Y en este contexto social problemático, las políticas educativas tanto del Gobierno central como del balear no han ayudado a que la escuela sea un colchón que amortigüe esa problemática social».

Joan Amer ve muy clara la ecuación: «Si hay crisis hay más familias en situación de riesgo social, con baja inserción, que tendrán menos interés en asegurarse de que los hijos vayan a la escuela. Y si recortas las medidas de atención a la diversidad, colaboras al desenganche de estos chicos. Esto es un proceso, hay una gradación del absentismo más débil al más intenso. Si quitas las respuestas pedagógicas o las vas desmantelando, ayudas a ese proceso justo cuando hay más chicos con posibilidad de desengancharse», explica.

Una política de «perder lastre»

El doctor en Sociología considera que la política de la conselleria consiste «en ir perdiendo lastre durante la travesía: el modelo educativo ya no tiene en el centro la inclusividad sino que interesa tener rendimiento en términos de esfuerzo de personas concretas, sin tener en cuenta a las que vienen de contextos muy diferentes», como los inmigrantes.

Los datos de la última memoria del Institut per a la Convivència, dependiente de la conselleria de Educación, corresponden al curso 2012-13, que es cuando se aumentó el número máximo de alumnos por aula y las horas lectivas de los docentes. Además, se han dejado de cubrir bajas de corta duración y se han aplicado recortes que se traducen en menos ayudas para libros, para alumnos con problemas o menos recursos en los centros, tanto de profesionales como materiales.

Amer se muestra muy crítico con la conselleria: «A base de recortes hace una política con la línea ideológica de que cada uno se espabile porque no podemos estar cubriéndolo todo. Así estás fomentando la dualización social. Es una política educativa que pierde de vista la igualdad y se centra solo en el rendimiento. Sabes que si estás desmantelando la atención a la diversidad tarde o temprano acabará saliendo el resultado del estudio del Institut per a la Convivència».

Esta memoria revela que el número de conflictos en los centros de Balears se han triplicado respecto al curso anterior. En las Pitiüses el aumento aún ha sido mayor: se han registrado 3.430 conflictos, frente a los 828 del ejercicio anterior, por lo que se han cuadruplicado en solo un año. Estos datos son los que han comunicado un total de 36 centros de Primaria y Secundaria pitiusos al organismo dependiente de la conselleria de Educación, que elabora su informe a partir de las memorias de convivencia que envían los colegios e institutos que quieren. En el curso 2011-12 el número de centros pitiusos que participaron en este estudio fue de solo tres menos, lo que no explica el notable incremento de la conflictividad. En el conjunto de Balears, la muestra ha bajado de 245 centros a 216, por lo que el acusado deterioro de la convivencia que revela el informe resulta aún más inquietante.

«No refleja la realidad»

La delegada de Educación en las Pitiusas, Belén Torres, también muestra su sorpresa ante estos datos, que según afirma no reflejan la realidad de los centros pitiusos: de hecho Torres asegura que las conclusiones del informe de este organismo de la propia conselleria también han causado extrañeza en los inspectores y los directores de los institutos por esa misma razón. Torres, que insiste en que no resta validez a los datos, ha solicitado a la conselleria de Educación en Palma una interpretación de este informe, dado que está tan alejado de la situación de los centros pitiusos.

El director del Anuario de la Educación, acostumbrado a trabajar con estadísticas para estudiarlas, detectar problemas y sacar conclusiones, cuestiona la forma de tratar los datos por parte del Institut per a la Convivència, ya que considera que deberían estar «más trabajados» y hacer diferencias entre centros de Primaria y Secundaria (esencial para analizar la conflictividad y el absentismo, mucho más acusados en institutos que en colegios), islas, centros públicos o concertados, entre otros matices. «Cuantos más datos, más concretos y más específicos tengamos, mejor podremos articular políticas para afrontar estas situaciones. Las medidas nunca pueden ser genéricas, tienen que ser específicas para cada centro», reflexiona.

March, al igual que su colega Amer, los periodistas y cualquier otro ciudadano interesado, ha consultado las memorias colgadas en la página del Institut per a la Convivència y ha comparado los datos de los dos últimos cursos, ya que no hay ninguna advertencia sobre que no se puedan comparar: el resultado de esta comparación es que tanto la conflictividad como el absentismo se han disparado, tanto en Balears como en las Pitiüses (mucho más). Sin embargo, el director de este organismo dependiente de la conselleria, Jaime Isern, asegura que ese incremento no es tal porque en el último estudio, del curso 2012-13, se cambió la metodología y se reflejan más casos que en el anterior no aparecían.

Una explicación extraña

La rocambolesca explicación de Isern (que lleva tres meses en el Institut) pone paños calientes sobre unos resultados que han servido para que la oposición, sindicatos y docentes los citen como evidencia de las consecuencias negativas que está teniendo la política educativa del Govern. Los argumentos de Isern no dejan en buen lugar el trabajo del organismo que dirige, ya que restan credibilidad a sus propios informes.

March se muestra crítico con la falta de rigor y seriedad a la hora de elaborar estadísticas educativas: como es de Perogrullo, subraya que es preciso que se maneje una metodología igual -aunque se introduzcan mejoras- que permita comparar series, ya que de lo contrario el trabajo no tiene sentido. «Si no nunca sabemos si avanzamos o no, si hay más conflictividad o no. Esto me causa alarma porque o bien es una forma de esconder la realidad o de justificar cosas... ´No podemos comparar´... pues oigan, ustedes están obligados a tener series temporales y lo que no puedes hacer cada año es decir que no se puede comparar porque ahora hay más conflictividad o absentismo. No podemos hacer un buen diagnóstico si no tenemos datos fiables, y tienen que estar a disposición de la opinión pública y ser serios», asevera.

Las Pitiusas, más problemáticas

Las Pitiusas son las islas con el porcentaje más alto de conflictividad y absentismo escolar, según la memoria del curso pasado. March lo atribuye a que la buena marcha de la economía sigue atrayendo a mucha inmigración, sin embargo persiste un déficit histórico de centros escolares, que tiene su traducción más penosa en los barracones que todavía existen, así como centros en malas condiciones y «cierta masificación». Este catedrático de Pedagogía insiste en que el sistema educativo necesita «estabilidad y continuidad», pero las Pitiüses son precisamente unas islas caracterizadas por la inestabilidad, ya que soportan mucho vaivén de alumnos y profesores (son las islas con más nivel de interinidad): «La inestabilidad supone cuando hay mucha masificación que los conflictos crecen; cuando hay mucha inmigración hay absentismo, gente que abandona la escuela porque vuelve a sus casas... Está demostrado que el absentismo afecta sobre todo a familias que están en situación de riesgo», reflexiona March.

Belén Torres sin embargo sostiene que pese a que el curso pasado se elevó el tope de alumnos por aula (30 en ESO), en las Pitiüses no se alcanza, salvo en algún grupo, y asegura que no existe masificación en los centros de Ibiza y Formentera, por lo que considera que no es un factor que pueda explicar un supuesto aumento de la conflictividad. La delegada de Educación apunta a lo fácil que resulta para los jóvenes sin formación encontrar trabajos precarios de temporada en las Pitiusas como una de las principales causas del abandono escolar en las Pitiüses, la misma explicación que da Isern.

Menorca, la balsa de aceite

Menorca, por el contrario, es la isla balsa de aceite: su absentismo y conflictividad son anecdóticos en comparación con las Pitiüses y con Mallorca, según las memorias del Institut per a la Convivència, lo que avala los planteamientos de March: la estabilidad de la sociedad menorquina, mucho mayor que la de la pitiusa (marcada por la acusada estacionalidad de su economía, la más alta del archipiélago), se refleja en los resultados escolares como en un espejo.

«Siempre he pensado que la prevención es mucho mejor que curar, en la salud y la educación», reflexiona March, que afirma que lo adecuado es que la conselleria facilite los recursos que necesita cada centro en vez de hacer políticas generales. Además, subraya que es fundamental que exista una coordinación entre los centros escolares y los servicios sociales municipales para actuar con eficacia en los casos de alumnos y familias con problemas. «La conselleria sabe perfectamente los problemas que tiene cada colegio e instituto», asegura March. En su mano está atender a las necesidades de cada centro.