El maestro y filósofo Tomeu Barceló hizo hincapié ayer en la necesidad de «introducir o implementar la inteligencia emocional en la educación», pues en su opinión el alumno debe ser «el protagonista» y el objetivo no debe ser enseñarle la materia, sino que aprenda a seleccionar y sintetizar información, a trabajar en equipo y a convivir.

«El sistema educativo que tenemos es el producto de la sociedad de después de la Segunda Guerra Mundial, donde lo que se quería es que los ciudadanos tuvieran más información para que resolvieran los conflictos que había. El problema es que ahora aplicamos el mismo sistema en una sociedad que ha cambiado totalmente, con más intolerancia a la frustración, donde hay una revolución de las nuevas tecnologías y la información ya no la dispone el profesor sino que está socializada y donde hay mucha multiculturalidad», resaltó Barceló horas antes de pronunciar, en el Club Diario de Ibiza, la conferencia ´Intel·ligència emocional i educació: nou paradigma del segle XXI´, dentro del ciclo ´L´Educació, eina transformadora´ organizado por el Centre de Professorat Eivissa-Formentera.

Por ello, Barceló apostó por un cambio de modelo que cree que no es «utópico», pues «ya se están haciendo cosas» en algunos centros educativos. «Es una revolución un poco silenciosa que se debería ir incrementando», afirmó el filósofo.

Este cambio supone que «el protagonismo tiene que ser del propio alumno», incrementando su inteligencia emocional, algo que según Barceló «les capacita para resolver los nuevos problemas» que se les plantean, pues se les educa «no solo en conocimiento, sino también en crecimiento personal».

«En educación muchas veces lo que hacemos es dar soluciones a los viejos problemas y los alumnos las reproducen miméticamente, pero no aprenden a enfrentarse a los nuevos problemas que la sociedad está generando a mucha velocidad», señaló. En cambio, la inteligencia emocional les capacita a «aprender a seleccionar la información y producirla ellos mismos; a compartirla y trabajar cooperativamente, en equipo; a resolver los confictos y a tener una mayor capacidad de empatía y asertividad».

Para lograr este cambio, Barceló subrayó que el rol del profesor debe modificarse «completamente», algo que reconoció que supone un esfuerzo para los docentes. «Pero ahora hay más vocacionalidad que antes, lo cual es buen síntoma», opinó el maestro y también terapeuta, quien destacó que aunque hay «gente quemada», por lo general los docentes más jóvenes han recuperado «el sentido vocacional desaparecido hace tiempo». «Trabajan pero no computan las horas, se preparan más y asisten a cursos de formación para aprender a trabajar por proyectos, en dinámica de grupo o aprendizaje cooperativo independientemente de su horario de trabajo, cosa que antes prácticamente no sucedía».

Nuevo rol del profesor

Ese cambio de rol necesita, en primer lugar, que el docente esté en contacto con los alumnos y establezca más vínculos afectivos para motivarlos. «Lo que les transmitimos no debe ser importante para nosotros [los profesores] sino que tiene que ser percibido como importante para ellos, si no, no se enganchan», subrayó. Asimismo, indicó que deben dejar de ser «enseñantes» y convertirse en «facilitadores»: «Tenemos que crear las condiciones para que las personas puedan trabajar en equipo, realizar aprendizajes cooperativos y resolver sus propios conflictos». En tercer lugar mencionó un cambio de actitud, con «mayor capacidad de empatía y congruencia».

Para Barceló, no obstante, no es suficiente con el esfuerzo del profesorado, sino que dijo que para implementar la inteligencia emocional en la educación es necesario que la sociedad perciba su importancia. En este sentido, señaló que las familias deben volver a poner «la educación como una prioridad» y no delegarla solo a los colegios.

Para ello, consideró que es necesario también el apoyo de la Administración, «para mentalizar de su importancia y revertir a las familias su parte de responsabilidad, puesto que no son mayoría las que están preocupadas por una buena educación».

Pese a los recortes, en opinión de Barceló a la Administración le preocupa la educación, pero «los resultados, no los procesos». «Y esto es un problema, porque unos buenos resultados no se van a obtener si no hay buenos procesos», dijo.

Eso sí, el filósofo criticó que los gobiernos «más que reformar la educación o reconstruirla, la están deconstruyendo» con el paso de los años. «Al reconstruir un edificio que está en obras, tienes unos planos e imaginas cómo va a quedar. En cambio cuando deconstruyes vas cambiando piezas. Esto es lo que se está haciendo y no tenemos una anticipación de cómo puede quedar», señaló.

Los recursos, no fundamentales

Sobre los recortes, matizó que si bien los recursos son importantes, «implementar la inteligencia emocional no depende solo de ellos, sino de un cambio de actitud de los agentes» que se dedican a la Educación. «Ojalá tuviéramos más recursos, pero si se distribuyeran de otra manera quizás podrían funcionar mucho mejor», dijo y añadió que hay países con recursos «similares» a los de España que sí están apostando por este cambio.

Con todo, señaló que aquí ya hay centros introduciendo programas de educación emocional para profesores y alumnos, y aplicando métodos de «aprendizaje cooperativo y lo que se llama de los emprendedores, donde los alumnos crean sus productos». Habló también de otros programas como la pedagogía sistémica o la educación por proyectos. «Ya empieza a haber métodos interesantes en los centros. Por eso tengo esperanzas. Los profesores lo hacen independientemente del sistema», subrayó.