Los alumnos del colegio Sa Bodega tienen clara cuál es la única vía para solucionar el interminable culebrón de las obras de su colegio: enviar a los políticos y los constructores al rincón de pensar. Sí, como ‘Supernanny’. Así lo plasman en uno de los carteles que ayer a mediodía colgaron en la fachada del centro sus padres quienes, cacerola en mano, exigieron una vez más que la conselleria balear de Educación y la constructora del nuevo edificio, Vías y Construcciones S.A., lleguen a un acuerdo para que el traslado pueda efectuarse cuanto antes. «No entendemos que, habiéndose adjudicado las obras por un precio tan bajo, se nieguen a pagar», comenta el presidente de la asociación de padres del centro, Pepe Ribas, dejando unos segundos de pitar con su silbato. El resto de familias y alumnos (más de un centenar) continúan con el estruendo frente a la puerta del colegio.

«Aquí ja no hi cabem!», se lee en una enorme pancarta naranja. Ainhoa, alumna de Primaria, amplía el mensaje: «Solo podemos jugar a pillar porque no hay sitio en el patio. Y si tienes que ir al baño hay unas colas... A veces perdemos medio recreo esperando». Lo del patio tiene muy quemados a los niños. Alejandro ha pintado a sus compañeros hacinados en el patio; Erika, de cuarto, grita sobre una cartulina naranja que lo de estar como sardinas en lata «és una vergonya». Por si a alguien de la conselleria no le ha quedado claro, otro de los escolares se lo explica en el idioma que tanto le gusta al presidente del Govern: «We need a new school». Y por si necesitan propuestas ahí va la de Marc, de segundo curso: «Parau de discutir. Pagau la meitat, sinò tardareu una eternitat».

Sin vigilancia policial

El presidente de la apima recuerda, haciéndose escuchar en el estruendo de ollas, silbatos, vuvuzelas, flautas dulces y corns, que siguen esperando una reunión con algún responsable del Institut Balear d’Infraestructures i Serveis Educatius i Culturals (Ibisec). «Queremos que nos detallen los números», comenta Ribas, que señala que quieren saber exactamente cuánto de más exige la empresa, a cuánto asciende lo que ya se ha pagado por encima del presupuesto inicial y por qué la conselleria se niega a pagar y prefiere iniciar un proceso que, además de más caro, retrasará aún más el final de las obras. La semana que viene seguirán con la cacerolada todos los días a la salida del colegio. «Y la próxima ya veremos qué hacemos», adelanta controlando que los coches no atropellen a ningún niño. Esa es otra.

Ningún policía vigila las entradas y salidas de los alumnos al centro, critica un grupo de padres, que denuncian que tampoco se hace a media mañana, a la hora del patio, cuando los alumnos de quinto y sexto de Primaria tienen que desplazarse hasta las pistas deportivas del parque de la Paz para el recreo, ya que en el interior del centro apenas hay espacio.