Si en nuestras visitas a Dalt Vila estamos cansados de repetir el itinerario convencional y el perimetral que sigue las rondas de la muralla, podemos intentar un último recorrido que pocos hacen y que recomiendo especialmente a quien esté interesado en saber cómo se fue configurando, sobre ciudades más antiguas y posiblemente con sus mismas piedras, la ciudad que hoy conocemos. Del asentamiento púnico sólo nos quedan, en los estratos más profundos del Puig de Vila, las trazas de algún edificio y de alguna cisterna.

Después de tantos siglos y de sucesivas habitaciones en un mismo solar, de aquella primera ocupación sólo nos ha llegado, tal y como era, la necrópolis del Puig des Molins, la Ciudad de los Muertos. De la Ciudad de los Vivos apenas queda nada. Es una paradoja comprensible si pensamos que los vivos respetamos los cementerios pero removemos todo lo demás hasta ponerlo del revés. En Ibiza hemos tenido la suerte de conservar las murallas que, al margen de su función defensiva, han sido un elemento configurador que ha determinado y solidificado la forma de la ciudad. Las murallas renacentistas se construyeron tan firmes y tan altas que nadie se atrevió a derruirlas y, todavía hoy, no sólo es el elemento icónico que mejor identifica a la ciudad, sino que, como cuando se levantaron hace siglos, siguen separando la encastillada Dalt Vila o ´Ciudad Alta´ de la Marina o ´Ciudad Baja´, que queda extramuros.

Aunque hasta mediados del siglo pasado, de la ciudad anterior a la conquista catalana se sabía poca cosa, todo cambió cuando Antoni Costa Ramón, el 1961, publicó ´La triple murada de l´Eivissa àrab´, un estudio documentado, sistemático, gráfico y pormenorizado, que nos dio la topografía y el trazado exacto de las fortificaciones de la Ibiza medieval, Yabisah. Los estudiosos ya tenían noticia de aquellas murallas por los cronicones, el ´Llibre dels feyts´ y el ´Liber Maiolichinus´, que narra la contienda catalano-pisana de 1114 y dice «Ardua sed triplices circundat moenia muri». Y por el legendario Ruy González de Clavijo que, el 1403, camino de Samarcanda, advierte que nuestra ciudad «tiene tres çercas e entre cada çerca mora gente». Pero aquellas noticias cayeron en el olvido, posiblemente porque las antiguas murallas quedaron pronto engullidas por las renacentistas, desfiguradas y encastradas en construcciones posteriores según la ciudad fue creciendo. Enmascaradas como estaban en la ciudad nueva, redescubrirlas era difícil y durante siglos nadie habló de ellas. Sólo la tenacidad y la paciencia de Antoni Costa Ramón, a partir de antiguos datos, mapas, anotaciones documentales y un ímprobo trabajo de localización in situ de torres aprovechadas como viviendas y viejos muros cegados por casas que se les habían sobrepuesto y adosado, a través, en fin, de acotaciones, mediciones y restableciendo alineaciones viales y planimétricas de los barrios antiguos, consiguió la reconstrucción virtual de triple recinto amurallado de Yabisah.

De sorpresa en sorpresa

Aquí no voy a repetir lo que el lector puede encontrar en la obra referida, publicada por el Institut d´Estudis Eivissencs. Sólo invito al lector a que haga este fascinante itinerario en el que tendrá una experiencia gratificante y en el que irá de hallazgo en hallazgo, de sorpresa en sorpresa. En un recorrido que tiene el aliciente de exigir una actitud activa, exploratoria y detectivesca, descubrirá que la muralla árabe aparece de forma intermitente, pero perfectamente identificable. En estas notas y como aperitivo, sólo hago mención de algunos descubrimientos que para mí fueron en su momento emotivos y reveladores. Me sorprendió, por ejemplo, comprobar que la ciudad árabe ocupaba únicamente, en el poniente de la colina, la mitad del recinto renacentista. Desde la Catedral, un muro baja en dirección NW hasta la Portella y desde ésta sigue hasta la torre almagre del antiguo Seminario, para acabar donde la plaça de Vila emboca el carrer de Santa Creu, justo en el lugar en el que estaba la Porta Major. Sigue después por detrás de la ronda de Antoni Costa Ramon hasta el Portal Nou y asciendo por la Ronda Calvi en dirección SE hasta alcanzar la otra ronda de l´Almudaina para cerrar el cerco de lo que era el recinto mayor detrás de Catedral. Esta formidable fortificación tuvo, como era común en las ciudades árabes, tres murallas interiores y transversales. La superior cerraba el espacio más alto ocupado por la Mezquita, el Castillo y la Almudaina. La segunda, más abajo, entre sa Portella y el actual Baluard de sant Jaume, creaba el espacio de la Vila Superior. Y un tercer muro, desde la torre roja del exSeminario hasta el final del carrer de Sant Josep, cerraba la Vila Mitjana. El muro que ya hemos citado y que sigue el trazo de la ronda de Antoni Costa Ramon marcaba el límite inferior del llamado Arraval o Vila d´Avall.

Desde la Marina, basta acotar visualmente el tramo que va desde sa Portella hasta la Catedral, para que el lienzo de muralla que queda entre las torres XIV, XV y XVI, nos dé un perfil árabe inconfundible. En la espalda de la ciudad tampoco deja lugar a dudas el torreón del Homenatge (torre VI) y en la plaça de la Catedral pueden verse, entre el muro de la Curia donde estaba la torre XIV y la Capilla del Salvador, hoy museo, los puntos en los que arrancaba la arquería del primitivo Mirador sobre la ciudad. Resulta asimismo fascinante redescubrir las torres y todo el lienzo de muralla que discurre por detrás de las casas del carrer de Sant Josep; y el muro que asoma en la espalda del convento de las monjas agustinas, donde estaba la torre XXIV; y el torreón circular del Portal Nou (torre XXX). Finalmente, en las excavaciones realizadas estos últimos años en la Ronda Calvi, tenemos una muestra de lo que fue la secreta Yabisah y que, afortunadamente, poco a poco se nos va desvelando.