Los trabajadores del Club Calimera Delfín Playa, en Sant Josep, denunciaron ayer que la empresa plantea un expediente de regulación temporal de empleo (ERTE) que afectará a un centenar de empleados, aproximadamente, de los cuales 77 son fijos-discontinuos. Está previsto que las obras que se realizarán en ese alojamiento tengan una duración de entre uno y dos años, de manera que los trabajadores estarían suspendidos de empleo y sueldo hasta 2015. Y es ahí donde radica el problema, pues los 77 fijos-discontinuos dejarán de percibir el subsidio a finales de abril de 2014. Después, y hasta que el hotel reemprenda su actividad, no tendrían ningún otro ingreso.

Las obras consisten en «tirar abajo los bungalows del hotel» y construir un nuevo establecimiento que de las dos estrellas actuales pasará a ser considerado de cuatro estrellas de lujo, según explicaron ayer Consuelo López, secretaria de organización de CCOO, y Enrique Lorenzo, de USO. Ambos sindicalistas han tenido que detallar a los abogados de la empresa, «uno de Madrid y otro de Barcelona», cómo funciona la figura del fijo discontinuo: «Al principio, no veían el problema, pensaban que los trabajadores se iban al paro y punto», señaló ayer Lorenzo. Pero al ser fijos-discontinuos no tienen derecho a percibirlo. En abril, la mayoría ya no tendría derecho a los 426 euros mensuales que perciben tras concluir la temporada.

Los trabajadores afectados tienen una media de 40 a 50 años de edad, además de contar con cargas familiares y, en muchos casos, hipotecas. «Para el ERTE, en función del motivo por el que se plantee, se prevén unos planes sociales de viabilidad. Al no ser un ERE por motivos económicos, reclamamos a la empresa unos complementos que faciliten que durante el verano estos trabajadores sigan manteniendo esas cargas familiares», indicó López. Quieren que ese complemento «sea el 100% del salario, eliminando o restando las percepciones que pudieran tener si encontraran, por ejemplo, trabajo». «No pretendemos -añadió la sindicalista de CCOO- que nos manden la nómina a casa. Lo que se pide a la empresa es que en el periodo en el que los trabajadores tienen el puesto suspendido, se aproveche para darles formación, puesto que en la memoria técnica del ERTE se refleja esa necesidad». López apuntó que al pasar a ser un alojamiento de cuatro estrellas de lujo, lo ideal sería que la empresa aprovechara el verano «para formarles en idiomas o atención al cliente. Sería una manera de justificar los complementos salariales que se piden».

La próxima reunión entre los sindicatos y la empresa se celebrará el 16 de diciembre. En caso de no llegar a un acuerdo, Lorenzo amenazó con «judicializar este ERTE». Aunque el plazo de los 15 días para la negociación acababa hoy, ambas partes se dieron una semana más para poder llegar a un acuerdo. De este aplazamiento, los sindicalistas han extraído la conclusión de que la empresa prefiere llegar a un pacto.

López considera que «lo que no se puede pretender es que en una obra con un presupuesto tan enorme -se lo imaginan así, pues no les han concretado el coste- se deje sin presupuestar complementos a los trabajadores para que estos se busquen la vida».

«Me han denegado el paro por alquilar mi casa para no perderla»

Una de las trabajadoras fijas-discontinuas que se quedarán temporalmente en la calle debido al ERTE del Club Calimera es María Luisa Moreno, cuyo futuro se tiñó de negro en cuanto le notificaron el proyecto de la empresa. De sus 44 años, 16 ha sido camarera de piso del alojamiento. Divorciada, tiene dos hijos: una tiene 21 años y está en paro; el otro es un crío de 10 años. Como con su salario no podía hacer frente al pago de una hipoteca de 600 euros, para no perder su vivienda habitual se vio en la obligación de alquilarla: «Me fui a vivir a casa de mi madre. Si no lo hacía me echaban del piso», cuenta. Lo peor es que a esos dos años en que su puesto quedará en suspenso se suma que no recibe ningún tipo de subsidio: «No cobro ningún tipo de ayuda, ni paro ni nada, por recibir ese dinero del alquiler del piso. Me lo han denegado», señala. A su lado estaba ayer Mahfoudh Molave, mauritano de 33 años que lleva una década como ayudante de cocina del club.

Tiene cuatro hijos, todos menores. Nadie más trabaja en su familia.