El 40% de las 10.000 tortugas marinas capturadas cada año por palangreros en sus artes de pesca en el Mediterráneo y que son liberadas luego mueren por las lesiones causadas en esta pesca accidental, según un estudio elaborado por la Universidad de Barcelona (UB) y el Centro Vellmarí de Formentera.

El estudio, publicado en la revista científica Marine Ecology Progress Series, lo han llevado a cabo Lluís Cardona e Irene Álvarez de Quevedo, investigadores del Departamento de Biología Animal y del Instituto de Investigación de Biodiversidad de la UB (IRBio), y Manu San Félix, del Centro Vellmarí de Formentera.

Según informó la UB, se trata del primer estudio científico basado en un seguimiento con emisores para telemetría vía satélite de un grupo de tortugas bobas liberadas al mar después de haber sido capturadas por buques palangreros en el litoral español.

La tortuga boba (Caretta caretta) es la tortuga marina más abundante en la cuenca mediterránea y una de las más amenazadas del mundo, destacaron los investigadores.

De perfil nómada, hace largas migraciones y vuelve a las playas donde nació, en las costas de América del Norte, Brasil, Japón, Omán, Australia, Cabo Verde y el Mediterráneo oriental (en especial Grecia, Turquía, Chipre y Libia) para poner huevos.

En aguas españolas, hay tortugas procedentes tanto del Atlántico como el Mediterráneo oriental, y cada año, la flota palangrera captura cerca de 10.000 ejemplares en el Mediterráneo, un 95% de las cuales están vivas cuando se recogen los palangres.

Cuando una tortuga queda enganchada al cebo, los pescadores cortan el hilo de pesca para soltarla en mar abierto, pero el animal vuelve al medio marino con un anzuelo clavado en la boca o el aparato digestivo y con un trozo de hilo de pescar.

Según el estudio, el 40% de las tortugas liberadas en el mar por los pescadores mueren durante los tres meses posteriores.

«El problema no es el anzuelo, sino el hilo de pesca que lleva enganchado», explicó el profesor Lluís Cardona, miembro del Grupo de Investigación de Grandes Vertebrados Marinos de la UB.

«La tortuga se traga el hilo, que circula por el tubo digestivo hasta que el extremo sale por la cloaca: el hilo tenso puede ulcerar los órganos internos, y esto es lo que causa la muerte de los animales», detalló.

Según el experto, «en el caso de las capturas accidentales, lo que habría que hacer es subir a bordo las tortugas enganchadas al palangre, con la ayuda de un salabre, y cortar el hilo de pesca justo a raíz del anzuelo con lo que la mortalidad por lesiones se reduciría a la mitad y el impacto poblacional sería aceptable».

El estudio constata que la pesca con palangre de superficie en el Mediterráneo afecta sobre todo a las tortugas originarias del continente americano, a más de 7.000 kilómetros de distancia.

«Debido a la circulación oceánica -añadió Cardona-, las poblaciones atlánticas quedan atrapadas en el Mediterráneo durante muchos años y se exponen más al riesgo de la captura accidental por pesqueros».

«Paradójicamente -agregó- el problema es menor en las tortugas de origen mediterráneo, que pronto abandonan mar abierto para asentarse en la plataforma continental, donde son menos vulnerables a la pesca del palangre, aunque allí la pesca de arrastre, en cambio, las afecta más».