­En pocos días saldrá a la venta ´Diez de diciembre´ de George Saunders (Ed. Alfabia), el último trabajo de traducción del poeta ibicenco Ben Clark (Ibiza, 1984) que acaba de regresar a la isla después de una década en Salamanca. La semana pasada impartióun taller de poesía en Can Ventosa y pronto hará las maletas para partir hacia Uruguay, donde será el único escritor español en el Mundial Poético de Montevideo. Y entre una cosa y otra sabrá este lunes el veredicto de los Premios del Tren ´Antonio Machado´, ya que ha quedado entre los seis finalistas.

-Vuelve a Ibiza después de diez años en Salamanca. ¿Ha sido una decisión difícil?

-No, porque Ibiza es mi casa. Ni siquiera necesito explicar todo lo que significa para mí porque esa frase, ´es mi casa´, solo se puede decir de un sitio. Es donde me he criado y donde quiero estar. Marcharme de Salamanca ha sido, por un lado, difícil, porque he construido una vida entera allí en estos diez años. Pero creo mucho en los ciclos y en la numerología y quería cerrar una década y arrancar otra. Por eso he venido con todo, con todos los libros, con los objetos fetiche, con todas mis cosas que estoy intentando insertar en Eivissa para ver qué ocurre con esta mezcla.

-Quedándose en Ibiza ¿corre el riesgo de desconectarse del mundillo literario?

-Hay que estar metido en el mundillo para que te salgan cosas y, sobre todo, para renovarte y aprender de lo nuevo que está pasando. Me gustaría creer que es posible obtener lo mejor de ambos mundos. Por un lado, la tranquilidad y la vida que me ofrece ahora mismo Ibiza y, por otro lado, seguir conectado con la gente que me parece que está haciendo cosas fantásticas en Madrid, Barcelona y Salamanca también, claro. Intentaré compaginar ambas cosas. De momento llevo un mes aquí y no hago más que ir a Madrid.

-Ibiza le ha acogido muy bien a su regreso. El taller de poesía que impartió tuvo overbooking.

-Sí, es fantástico. Lo más importante de este taller es que es una iniciativa que parte de la Biblioteca Pública. Me gustó mucho cuando me lo propusieron porque lo que me interesa es hablar de poesía en un punto de encuentro donde podamos acceder al fondo de la biblioteca, hablar de lo que hay, de lo que falta... En Ibiza, hasta donde yo sé, no ha habido tantos talleres de creación poética y es muy interesante que se haya abierto esta puerta.

-Pronto viaja a Uruguay para participar en el Mundial Poético de Montevideo. ¿Es cierto que es el único ´jugador´ español seleccionado para este mundial?

-Soy defensa sobre todo [risas]. Creo que sí, había otra poeta, amiga y fantástica, Ajo, que iba a venir pero finalmente no puede por cuestiones de agenda. Voy como representante de España, signifique lo que signifique eso. Me llevo un ejemplar de la antología de Villangómez traducida por Antonio Colinas, para que suene un poquito su nombre a 10.000 kilómetros de aquí. Leeré tres o cuatro poemas suyos en español y si hay tiempo también en ibicenco. Sobre todo voy a intentar crear unos puentes de conexión entre este evento poético, que sucede tan lejos, y los festivales y las cosas que están ocurriendo en diferentes sitios, en Barcelona o Madrid...

-Acude como representante de España a este Mundial Poético y acaba de publicar en México su poemario ´Los últimos perros de Shackleton´ (Ed. Literal). ¿En Latinoamérica hay más movimiento en la órbita poética con respecto a España?

-En Sudamérica están muy atentos a lo que hacemos en España, en todos los ámbitos. He estado dando talleres en la República Dominicana, en México y en diferentes sitios donde están siempre muy atentos a lo que hacemos... pero por nuestra parte tengo la sensación, al menos en el mundo de la poesía, de que no sucede lo mismo. Digamos que deberíamos espabilar porque, como todo amante o toda relación de amor, si no correspondemos con un poquito de cariño por nuestra parte pues vamos a perder ese interés. Desde luego se están haciendo muchas cosas en Latinoamérica, mucho con muy poco. Culturalmente es fantástico. Podemos aprender mucho en estos tiempos de crisis, de recortes, de falta de medios y lloriqueos porque ya no nos dan 100.000 euros para hacer un festival de poesía. Hay que quejarse y luchar contra estos recortes pero, por otro lado, hay que aprender a hacer más con mucho menos, como hacen ellos.

-Hoy, ¿la única manera de editar un libro de poesía, que se vea y que se mueva, es a través de los premios?

-Esto se lleva diciendo desde hace años y años y años. Al principio pensaba que era cierto pero, poco a poco, he ido viendo que no es así. Lo que creo es que un trabajo bien hecho, un trabajo serio, se puede editar sin ningún tipo de premio. Libros míos que han sido premiados no han tenido tanta repercusión como otros como ´Basura´ (Ed. Delirio) o ´Memoría´ (Ed. Huacanamo), donde la editorial realmente tenía un interés por vender ese libro, algo que me parece perfecto, porque es un negocio al fin y al cabo... cosa que todo el mundo parece olvidar. Quizás para un poeta que no tiene nada publicado puede parecer que ganar un premio lo soluciona todo. Yo no creo que sea así. He tenido muchísima suerte con los premios, pero siempre he procurado que los libros tengan una vida fuera de ellos.

-Recientemente ha actuado como presentador en sendas conferencias de John Banville (Benjamin Black) y Mark Strand. ¿Tratar a los autores de cerca, con una cierta intimidad, supone riesgo de decepción?

-Conocer a un autor siempre es peligroso. El silencio extraño del proceso de lectura nos provoca una falsa sensación de intimidad con una persona que quizás no tiene nada que ver con lo que nos imaginamos. Tuve la suerte de estar con John Banville prácticamente tres días a todas horas. Tenía bastante miedo de que este autor, al que yo admiro muchísimo, resultara ser una persona poco sociable o muy difícil y después de unas cuantas horas él me confesó lo mismo, que esperaba que su intérprete no fuera un... un seta [risas]. Lo pasamos bien y fue fantástico. De hecho solo puedo decir que lo admiro ahora mucho más, porque tiene un sentido del humor fantástico y es un trabajador incansable, un auténtico ´gran escritor´ con todas las letras. Con Strand ha sido también fantástico, a pesar de ser un encuentro muy breve. Pero solo poder presentarle, estrecharle la mano y decirle a la cara que le admiro es ya un placer.

-Ha traducido a Edward Thomas, Anne Sexton y recientemente a Saunders. ¿Qué aprende, qué adora y qué es lo más duro traducir?

„El trabajo de traducción, al igual que el trabajo de la creación, es muy solitario. Es algo distinto a la escritura y me interesa cada vez más. Yo diría que he aprendido mucho del lenguaje, sobre cómo usamos el lenguaje, la carga que puede tener una palabra u otra. En ese sentido, cada vez me apasiona más la forma en la que decidimos utilizar una palabra y no otra. Como poeta me parece la mejor escuela. Hablaba con Molina Foix en Eivissa el otro día y él decía que había que traducir a Shakespeare por intentar ponerse a su altura. Me gusta decir ´la traducción es posible´ porque siempre hay una forma de traducir algo, todo puede ser traducido y llevado a otro idioma. La parte emocionante, en la que la traducción se convierte en una pasión, es el momento en el que crees haber descubierto la clave, el secreto, la frase justa, le mot juste que realmente funciona. Cuando encuentras eso, es como haber resuelto un enorme rompecabezas y es casi tan bueno, casi, como escribir.