El director del colegio Vara de Rey, en Sant Antoni, lee la lista de los quince alumnos matriculados (de momento) en la clase de Infantil de tres años. Doce son extranjeros y diez, de habla árabe. Esta situación no es nueva en el centro, que lleva muchos cursos asumiendo la mayoría del alumnado extranjero del núcleo urbano de Sant Antoni. «Casi ninguno habla castellano ni catalán», apunta el director, que afirma que esto supone un «handicap muy grande» para los maestros de esa clase «por muy decididos que sean». «Los primeros días es realmente difícil comunicarse con ellos. No puedes saber por qué lloran o qué te están diciendo», añade.

Esta misma situación la viven en Cas Serres. La directora, Dolores Cabanes, explica que alrededor del 75 por ciento del alumnado es extranjero y que buena parte son de habla árabe. «Muchos alumnos han nacido aquí, pero cuando llegan al centro sólo hablan árabe porque en el entorno en el que han vivido hasta ese momento solo se habla esa lengua», añade.

Ambos centros llevan varios cursos solicitando a la conselleria balear de Educación más recursos para poder atender correctamente a estos alumnos y garantizar que tengan las mismas oportunidades que el resto. Ayer, su situación protagonizó la comisión de Educación del Parlament balear, que votó en contra de la petición de la diputada del PSOE-Pacte per Eivissa, Esperança Marí, de que se les dote «como mínimo» de un profesor de apoyo. Cas Serres cuenta con un 70% de alumnos de origen magrebí y en Vara de Rey, en Infantil, el 62% de los escolares son inmigrantes, aseguró la diputada.

El especialista perdido

Cabanes explica que, únicamente en Primaria, el centro cuenta con 35 alumnos con necesidades educativas especiales, a los que habría que añadir los escolares de Infantil que acceden al centro sin hablar más que árabe. La directora de Cas Serres añade que hace dos cursos tenían dos especialistas en Atención a la Diversidad para atender a todos estos alumnos. El curso pasado, sin embargo, la conselleria les dejó únicamente con uno. Lo reclamaron, pero no se lo concedieron. Ni el año pasado ni este. La directora insiste en que el centro, que recibe alumnado recién llegado durante todo el año, «necesita» este segundo especialista.

Ayer mismo, el colegio matriculó a una alumna de sexto curso que acaba de llegar de Bolivia. «Necesita mucho apoyo. No sabe catalán y el nivel [educativo] allí es más bajo. Normalmente estos alumnos llegan con muchísimas ganas de aprender, pero necesitan una ayuda», comenta Cabanes, que asegura que aunque los profesores «se desvivan y se partan en cuatro para llegar a todos» no es posible con los recursos con los que cuenta ahora el centro. «Con este segundo especialista en Atención a la Diversidad ya nos apañaríamos», señala.

El director del colegio Vara de Rey explica que el goteo de alumnos inmigrantes es constante durante todo el año, por lo que se ha dejado un margen de diez plazas en Infantil de tres años. «Se acabarán ocupando», asegura, convencido. El centro desarrolla un programa de estimulación del lenguaje que únicamente puede impartir los dos días semanales con los que cuentan con la especialista. «Pedimos que viniera toda la semana, pero solo nos han dado un día más», lamenta el director, que insiste en «las necesidades» ya no del colegio, sino de estos alumnos que, si no reciben la atención adecuada desde el primer momento, «llevarán esa carga, ese lastre» a lo largo de su vida escolar.

Dos meses fuera de España

La directora de Cas Serres explica que muchos de estos escolares extranjeros no llegan a coger el ritmo de las clases porque pasan parte del año fuera de la isla y no respetan la escolarización de sus hijos. Es habitual que algunas familias se marchen unos meses a sus países de origen una vez acabada la temporada. Así, muchos de estos escolares extranjeros no asisten a clase entre finales de noviembre y finales de enero. «Los que son de países como Ecuador o Colombia, quizás algo más», puntualiza la responsables de Cas Serres, que explica que hay otro grupo de alumnos que pasan el verano fuera de España mientras sus padres trabajan y que se incorporan a las clases cada año a mediados de octubre. Este tiempo alejados de las aulas hace que estos alumnos pierdan el ritmo de las clases, «que ya les cuesta mucho coger», y dificulta aún más su aprendizaje.

Cabanes cree que las familias de estos alumnos también deberían ser conscientes de lo que supone para sus hijos perder tantas clases. «Les cuesta entender que esto no es bueno», añade.