Hubo lluvia en el concierto de Franz Ferdinand en Ibiza Rocks. Sí, pero dorada. Concretamente de cerveza durante sus hits, como cuando iniciaron la recta final con los acordes de ´Take me out´, con el grupo y todo el público brincando al compás y la espuma escapándose de los vasos que aún no habían salido volando. El del miércoles fue el concierto más spanish que se recuerda en Ibiza Rocks, con un nombre más atractivo para el público local que para la casi adolescencia británica habitual y en una fecha menos dura. Aunque algún ibizarockólogo situaba la presencia española en torno al 20%, lo cierto es que en la mayoría de los corrillos las lenguas vehiculares eran el castellano y el catalán, algo impensable en lo más crudo del crudo agosto.

Los escoceses se aprovechan de su facilidad casi insultante para construir himnos. Esas canciones que aumentan el ritmo cardiaco y en cuanto te descuidas, entre sístole y diástole, has levantado el dedo al cielo y cantas y se te mueven los pies. Así que tocan uno tras otro desde el minuto 1. Pero claro, pocos grupos se pueden permitir el lujo de abrir un concierto con un pildorazo como ´No you girls´ y seguir con ´Right action´ (que es nueva pero suena a de-toda-la-vida), y luego otro como ´Do you want to´ y otro: ´The dark of the Matinée´ y otro: ´Evil eyes´? y así hasta el final.

Sube la presión

Y eso que tanto el público como el grupo comenzaron un poco fríos en Sant Antoni. Conociéndose. Y la cosa se tranquilizó aún más cuando sonó ´Walk away´, lo más parecido a una balada en toda la noche, pero a partir de ahí subieron la presión y llegó el momento más emocionante: primero con la ochentera ´Stand on the horizon´, seguida de una versión casi trance de ´Can´t stop feeling´, que por momentos se tornaba el ´I feel love´ de Donna Summer, para rematar con una aceleradísima y guitarrera ´Bullet´. Los pelos de punta.

Kapranos y compañía han dejado atrás los flequillos y para entonces sus tupés ya estaban bien sudados. Si el rubio cantante, de negro riguroso, ejerce con brío su liderazgo y anima al público y le lanza constantes guiños, como cambiar la letra a ´Do you want to´ para alabar la fiesta de Ibiza, el que marca el tono es Nick McCarthy. No solo es un excelente guitarrista, suave en los momentos delicados y un cuchillo cuando hace falta contundencia, es un tipo muy curioso: pequeño, flaco, gesto serio, con la guitarra bien alta, casi sobaquera, y una pinta como de psycobilly añejo bajo su negro tupé. Su momento estelar fue mientras sonaba ´This fire´: salió corriendo del escenario y cuando el público (y hasta sus compañeros) pensaban en una emergencia urinaria, apareció sobre el dique que separa la terraza lateral, tocando con nervio su clásica Gibson SG y pateando vasos abandonados.

A pesar de que la gira es para presentar su último trabajo (y así lo atestiguan las palabras thoughts (pensamientos), words (palabras) y action (acción) escritas en relieve sobre los amplis) los chicos de Franz Ferdinand fueron cogiendo temas de aquí y allá de sus cuatro discos sin que se resintiera la tensión del concierto. Primero porque todas las canciones, desde las más duras a las más festivaleras, suenan a Franz Ferdinand y sus fans las reconocen enseguida como propias, segundo por esa dulce combinación de armonías sesenteras y punzantes guitarreos post-punk, de garaje y dance, y tercero por todos esos ´tu tu tus´ y ´la la las´ y ´du duas´ y ´oe oes´ con los que salpican sus letras y que ejercen como anzuelo perfecto para pescar hasta a las gargantas más remisas.

La prueba es que dejaron para el final la ácida ´Love illumination´, de su flamante nuevo elepé, y ´Ulysses´, el gran éxito del anterior: ´Tonight´, y no se resintió el apoteosis. Eso sí, se guardaron una bala de plata, la ya clásica ´Jaqueline´, para cerrar los bises. Acabó con los cuatro miembros del grupo armados de baquetas, tocando juntos la batería desmelenados en plan tam-tam para su tribu, que se lo agradeció con una ovación jubilosa.

Y seguía chispeando mientras los técnicos enrollaban cables y la gente abandonaba con una sonrisa el campo de vasos aplastados. Y en las calles ya menos saturadas de Sant Antoni se cruzaban algunos turistas con paraguas y otros en bañador.