«Parecíamos cirujanos», comentaron ayer los bomberos que trabajaron el miércoles por la noche durante más de una hora para liberar el pene y los testículos del juguete sexual, un aro de acero, que se había colocado un hombre en la base del pene y que comprimía el miembro y los testículos con tanta fuerza que sufrió una tremenda hinchazón. «Lo había metido todo por el aro. Cuesta imaginar cómo lo hizo», explicó uno de los tres profesionales en el parque de la autovía de Sant Antoni (Ibiza). Están sorprendidos por la repercusión que ha tenido la noticia. «Si se hubiese puesto un aro en un brazo seguro que no despertaba tanto interés», bromeó uno de ellos.

Nunca habían tenido una intervención tan delicada aunque sí han colaborado otras veces con los médicos para quitar juguetes sexuales. Un trabajador recordó ayer el caso de un turista que se presentó en el parque, en taxi, con un enorme candado de moto que le oprimía el cuello. Se lo habían colocado sus amigos para gastarle una broma.

En cuanto a la intervención del miércoles, no ha trascendido cómo ni en qué circunstancias un hombre, alemán de 51 años, se colocó en la base del pene un anillo de acero de unos 4 centímetros de diámetro, 1,5 centímetros de ancho y alrededor de un centímetro de ancho. El jueves por la mañana, tras pasar la noche en una habitación de la planta de Urología de Can Misses, recibió el alta. Se encontraba bien, según confirmaron fuentes sanitarias.

Los médicos de Urgencias recibieron al paciente cerca de las diez de la noche del miércoles. «En el hospital tienen material parar cortar anillos pero no tan duros como este», explicó uno de los bomberos que se desplazaron al hospital, que recibieron el aviso a las 22.12 horas. «Estamos acostumbrados a ver cosas raras, pero esta nos sorprendió», añadió uno de los trabajadores del servicio de refuerzo. Sin dudarlo, fue a su casa y cogió su radial, que utiliza para manualidades. «Nunca había visto un acero tan duro como el de ese anillo», comentó este bombero, que calificó como «perfecto» el trabajo de sus compañeros.

La radial «mediana»

Finalmente, decidieron emplear la sierra radial Milwaukee V28 Lithium, «la mediana» de las que tienen en el parque, que está equipado con un disco de 11,5 centímetros de diámetro. Los bomberos se colocaron las gafas de protección, solicitaron a los médicos que pusiesen anestesia general al paciente y comenzaron a trabajar. Mientras uno sujetaba las placas colocadas alrededor del miembro del alemán, para protegerle, otro manejaba con pulso firme la radial, que funciona con batería, y el tercero echaba suero sobre la zona, para enfríar el disco y el cuerpo del hombre. «Gastamos muchos litros», explicó uno de los «cirujanos», que no recuerda el tiempo que pasaron en el quirófano porque estaban muy concentrados en el trabajo. «Pedimos la anestesia general porque no podíamos arriesgarnos a que el hombre se moviese mientras utilizábamos la sierra», añadió uno de los protagonistas. El especialista puso anestesia dos veces.

Mientras los bomberos trabajaban, supervisados por los sanitarios, la expectación en el quirófano era enorme. «Mi compañero sujetaba las protecciones de plomo, como las que se usan en radioterapia, y otras acolchadas con poliuretano y yo comencé a cortar», explicó el protagonista, que quitó importancia a su intervención. Los bomberos, que se pusieron batas como las que emplean los médicos en las operaciones, actuaron «sin prisa pero sin pausa». «Había tiempo pero teníamos que ser rápidos, es cierto que existía riesgo de necrosis», explicó uno de ellos. «Estaba muy hinchado», añadió su compañero.

Dos cortes al anillo

Primero cortaron el anillo por un lado, pero no consiguieron quitarlo. A la segunda fue la vencida y pudieron liberar el pene y los testículos del aro de acero. Tuvieron que parar varias veces, para que no se calentase la radial, cambiaron dos veces el disco y tres la batería. «A partir del primer corte ya comenzó a fluir la sangre por el miembro», explicó uno de los bomberos.

Por fin, cerca de las dos de la madrugada, tres horas y media después de la salida, pudieron regresar al parque con la satisfacción del trabajo bien hecho. «Al finalizar la intevención, el hombre no tenía ni un arañazo», concluyó uno de los trabajadores, que volvió a restar importancia a su labor.