Los oficios artesanos, esos que están casi en vías de extinción, tienen un importante papel en la 14ª edición del Mercat Eivissa Medieval. Herreros, ebanistas, ceramistas, hilanderas y esparteras recuerdan a los visitantes que las manos sirven para algo más que para teclear en la oficina o deslizar las yemas por la pantalla del iPhone.

Bien curtidas tiene las manos el herrero José Carlos Fernán, de Segovia, «la tierra del cochinillo», bromea, mientras extrae de la fragua con unas tenazas un pedazo de hierro al rojo vivo. Mientras doma la pieza a martillazos, asegura que le encanta la feria de Ibiza. «Aquí se está a gusto, la gente viene a pasárselo bien y no se corta tanto en gastarse el dinero», remarca y dice medio en broma medio en serio que le gustaría quedarse a vivir en la isla.

Este herrero está ubicado en el Patio de Armas del recinto amurallado, donde otros artesanos también ofrecen demostraciones en vivo de su arte. Es el caso de la ceramista cántabra Merche Del Estal, que ya visitó la feria medieval hace diez años y ahora vuelve con sus hadas, sirenas y sus lámparas artesanales. «El entorno es ideal», asegura, mientras da forma a un hada. «Todo lo trabajo a mano, sin moldes, y me gusta que el público vea que soy yo realmente la persona que hace todo el proceso», subraya. Los personajes de la mitología del norte de España están presentes en muchas de sus piezas, «un producto que encaja bien con la feria medieval», afirma.

Artesanos por tradición familiar

También en el Patio de Armas está Antonia López, de Jaén, que trabaja el esparto «de toda la vida» ya que es una tradición familiar que se remonta a sus bisabuelos. Sus hábiles manos crean tanto objetos decorativos como burritos, ánforas y cactus, a otros de uso cotidiano, como es el caso de los revisteros, leñeros, botelleros, espuertas y cestas, donde «se conservan muy bien las patatas, los ajos, las cebollas», explica la artesana. Asegura que si cobrasen cada pieza en función de las horas de trabajo que supone no les podrían poner un precio asequible. «Pero esto es lo que me gusta, lo que he vivido toda mi vida», remarca. Es su primera vez en la feria y confía en hacer buen balance.

En esta plaza están también los alumnos de ciclos formativos de grado medio de Forja y Ebanistería de la Escola d´Arts i Oficis de Eivissa que están «encantados» de mostrar en público lo laborioso de estos trabajos artesanales. Es el caso de Jorge Alba, 19 años, que con unas pinzas da forma a una pieza de hierro candente que terminará siendo una flor. «Me gusta trabajar delante de la gente. Es un orgullo que vean cómo hacemos las cosas, que vean que no es fácil y sorprenderles», subraya. Todo lo recaudado con las piezas que vendan se reinvertirá en material para la escuela.

Un zoco ubicado en la plaza de España, junto al Ayuntamiento viejo, da cabida a otro grupo de artesanos. Hassan Aacoubi talla con paciencia las teselas de un mosaico típico de la cerámica de Fez (Marruecos). Azulejos, mesas y fuentes hechas por él le rodean mientras usa martillo y cincel para dar a las piezas la característica forma estrellada. Muy cerca de él, el senegalés Mor Sow talla un tablero de madera de iroko que se está convirtiendo en un cervatillo. «La elaboración comienza a hachazos pero pronto toma forma», dice con una sonrisa cuando se le pregunta por el proceso. Es su primera vez en la feria y está encantado de mostrar su arte, que le viene de tradición familiar.

También artesanales son los buñuelos que elabora un grupo de voluntarias para la ONG religiosa AYNE de las Trinitarias. Preparan cada día la masa y la fríen en una gran olla que alcanza temperaturas infernales. Marga Torres explica que el secreto de un buen buñuelo es «elaborar bien la masa para que tome una buena forma». La masa «lleva harina, huevos, patata, anís, tanto el licor como el grano, y levadura de cerveza. Ha de quedar ligerita, bien mezclada y esperar a que suba», añade su compañera, que también se llama Marga Torres, ayudada en la tarea por Nieves de la Concepción. Aguantan el calor con tertulia, humor y algún descanso para tomar un café. Este puesto está ubicado en la calle Aníbal, donde están también los artesanos ibicencos.

En el recorrido entre puesto y puesto ayer se pudo disfrutar de actuaciones como la del Centro de Danza, muy aplaudida, con una coreografía medieval y música en directo; los Wyrdamur, que parecían sacados de Juego de Tronos e incluso un dragón que había perdido su fuego y trataba de encontrarlo con la ayuda de los visitantes más pequeños de la feria.