«En los próximos quince años no habrá nuevos antibióticos. Los que tenemos hay que cuidarlos bien», afirma Gaspar Tuero, médico de la UCI de Can Misses, y uno de los que participa en el Programa de Optimización del uso de Antimicrobianos (PROA), formado por siete especialistas de los servicios de Medicina Intensiva, Microbiología, Farmacia y Medicina Interna. Además de en la UCI -«somos muy gastones», bromea- también se ha puesto en marcha esta iniciativa en Cirugía, Urología, Hematología y Traumatología. «Parece una chorrada, pero es importante», continúa. «Si utilizamos mal los antibióticos tendremos problemas de resistencias a ellos», apunta Fernando Becerril, farmacéutico del hospital. Esta resistencia no es más que la adaptación de un microorganismo al antibiótico que acabaría con él, es decir, al que curaría al paciente. En otros países mediterráneos como Grecia y Turquía ya se han dado casos. Evitar esa situación en las Pitiüses es el principal objetivo del equipo del programa PROA.

No alargar el tiempo en que se administra uno de estos medicamentos y que sea el más apropiado (usar los específicos y evitar en lo posible los de amplio espectro) son las dos medidas básicas. Tuero explica que estos últimos se llaman así porque atacan a un mayor número de «bichos» diferentes y son los que se utilizan «cuando no se sabe muy bien el origen de la infección» aunque lo ideal es poder pasar a un antibiótico más concreto cuanto antes. «El problema es que muchas veces empezamos con uno de amplio espectro y no cambiamos porque no llegan los resultados o llegan tarde o detectamos tarde lo que pasa y los tratamientos de cualquiera de los tipos de antibióticos se prolongan más de lo necesario», añade el intensivista, que destaca que el manejo óptimo de los antibióticos, además de evitar las resistencias, reduce los efectos secundarios. Becerril asegura que es «complicado» medir en cuánto se ha reducido el consumo de antibióticos en este año. A pesar de eso, destaca que en la UCI este descenso alcanza el 50 por ciento. «Se ha visto un descenso de consumo en unidades de pastillas», asegura el farmacéutico, que asegura que la tendencia es a la disminución en todos los servicios en los que actúa el grupo. Entre el 25 y el 41 por ciento de los pacientes hospitalizados en Can Misses reciben tratamiento con antimicrobianos. Además, seis de cada diez reciben al menos una dosis de estos fármacos durante su ingreso, señalan.

Moscas a cañonazos

Todos los médicos reconocen que el económico es también otro de los objetivos del grupo. «Pero no el primero ni el principal», insiste Becerril. Él mismo repite en varias ocasiones que es un error pensar que cuanto más antibiótico se administre a un paciente, antes y mejor se recuperará. «Si modifico tu tratamiento voy a favorecer que no haya resistencias, la dosis que te voy a poner es la adecuada para que no tengas efectos adversos y, además, tendrá un impacto económico porque los antibióticos de amplio espectro son más caros», justifica. «Usar uno de amplio espectro, en realidad, es matar moscas a cañonazos», apunta Tuero.

Becerril señala que el de los microorganismos resistentes a los antibióticos y las pocas expectativas de que se comercialicen nuevos medicamentos es un tema preocupante. «Puedes hacer tres cosas: exprimir a la industria farmacéutica para que encuentre nuevas moléculas, lo que no es fácil porque lleva años de investigación, controlar la transmisión de resistencias y evitar que se extiendan u optimizar los antibióticos que tenemos, alargar su vida útil para que no queden desfasados», añade.

De momento, en Eivissa, los médicos no han visto muchos pacientes con resistencia a alguno de estos medicamentos. «Hay muy poquitos, por suerte», apunta Susana Ramón, de Microbiología. «Hemos tenido casos de la Península, trasladados. Cuanto más complejo es un hospital, más pacientes, más tratamientos y más resistencias», apunta Becerril. «Suelen ser pacientes que han estado ingresados en algún hospital grande, mucho tiempo, inmunodeprimidos, quizás por un trasplante. En pacientes que necesitan un tratamiento antibiótico prolongado y que pasan por varios servicios es más frecuente que haya microorganismos más resistentes. Aquí, de momento, no tenemos grandes problemas en este aspecto, hay que mantener esa situación», continúa la microbióloga.

«No siempre quitamos antibióticos, muchas veces hacemos lo contrario», apunta Gaspar Tuero, que asegura que en ocasiones, revisando a los pacientes se descubren microorganismos que obligan a administrar un antibiótico más potente o, incluso, cambiar el tratamiento por uno de amplio espectro.

Educación de los compañeros

El grupo PROA revisa los tratamientos de los pacientes de motu proprio en los servicios que lo forman, cuando lo solicita un médico o cuando Microbiología informa de un cultivo «más complicado de lo habitual». Los especialistas aprovechan estas revisiones para ir «educando» a sus compañeros en el uso de los antimicrobianos, explica Becerril. «Esto será beneficioso para otro paciente que, en el futuro, esté en la misma situación», añade. El farmacéutico asegura que los médicos aceptan las recomendaciones de los integrantes del grupo en «entre un 90 y un 95%» de las veces. «Muchas veces te piden que eches un vistazo no porque lo estén haciendo mal, sino porque son conscientes de que se puede mejorar el tratamiento. Va calando el mensaje de que con los antibióticos hay que tener cuidado y la aceptación es bastante buena», explica.

En estos momentos están a la espera de contar con un teléfono en el que los compañeros que les necesiten les puedan localizar con más facilidad. «Ninguno de los pacientes que hemos revisado en este año de trabajo ha fallecido», apunta. Becerril detalla que «dos de cada tres» pacientes ingresados en los servicios a los que se ofrece el grupo PROA «ha necesitado una optimización del tratamiento», porcentaje que, para él, pone de manifiesto la importancia de esta iniciativa. La recomendación más habitual es «suspender tratamientos que llevan más días de los necesarios». «Pero no es que únicamente veamos los días que lleva y lo quitemos. No. Vemos al paciente, sabemos cómo está, comprobamos que no hay fiebre y que todo evolucione bien antes de hacerlo», matiza el médico de la UCI. Otras de las recomendaciones habituales son pasar el tratamiento de vía intravenosa a oral «lo antes posible» o tratar al paciente en su casa, a través de la Unidad de Hospitalización a Domicilio (UHD).

Además de revisar tratamientos, el grupo también se encarga de estudiar la inclusión de un medicamento -«si se necesita y, en ese caso, en qué condiciones»- en el hospital. También controlan si los servicios recogen bien las muestras para los cultivos de Microbiología.

Las bacterias del hospital

Cada seis meses, Microbiología elabora una estadística por servicios sobre los microorganismos detectados en Can Misses y la resistencia o sensibilidad a los antibióticos. UCI es el servicio «con microorganismos más resistentes», apunta la especialista. La microbióloga explica que aunque en Can Misses no ha habido problemas con ningún microorganismo multirresistente (esto es, a varios medicamentos) que haya planteado «mucha dificultad» sí han atendido pacientes con alguna resistencia que ha sido necesario aislar para evitar que el «bicho», como lo llama el doctor Tuero, se transmita a otros hospitalizados. El objetivo de estos análisis semestrales es controlar si se producen alteraciones en los microorganismos del hospital, «ver si alguno se está haciendo resistente», afirma el farmacéutico.

Becerril insiste en que la existencia de microorganismos resistentes es una situación «para asustarse» y que hay casos «que dan miedo». En estos momentos, se estan empleando medicamentos antiguos, «que se habían dejado de usar y que son más tóxicos», para tratar a los pacientes con microorganismos multirresistentes. Ramón Canet, responsable de enfermedades infecciosas de Can Misses, apunta que este tipo de bacterias suelen provenir de los «centros de crónicos», que en el caso de Eivissa serían las residencias. «En algún caso hemos detectado un marsa, un estafilococo resistente a los antibióticos betalactámicos», apunta la microbióloga, que explica que cuando se detecta un paciente con alguna resistencia que puede ser portador de este microorganismo aunque esté curado, se incluye una alerta en la historia clínica para aislarle en cuando necesite tratamiento. Intervenir también en estos centros de crónicos es uno de los objetivos a largo plazo del grupo PROA. «Llevamos solo un año y te da tiempo a lo que te da tiempo, no a todo, pero está previsto precisamente por eso, para anticiparnos», concluye Becerril.