Incluso la entrada ha cambiado: para acceder al Arxiu Històric de la Pabordia de Santa Maria d´Eivissa, es decir, al archivo diocesano, ahora debe hacerse por la angosta calle de la Soledad, allí donde ésta se une a la calle Mayor y a la plaza de la Catedral, aunque continúa, por supuesto, en el mismo y viejo edificio de palacio episcopal.

La reforma que el obispado ha realizado en los últimos años, con el apoyo económico del Govern, ha finalizado hace unos pocos meses, y el resultado es un mejoramiento bien visible de las instalaciones que permitirán, en primer lugar, «una más adecuada conservación de los libros y documentos antiguos que en él se guardan -asegura Francesc Xavier Torres Peters, que, como delegado de Patrimonio del Obispado, se ocupa también, desde hace años, de este archivo-, pero al mismo tiempo una mayor comodidad para su consulta».

Deshumificadores y armarios compactos protegen ahora los valiosos papeles que conserva la iglesia de Ibiza: papeles que conforman el verdadero epicentro de la memoria de la isla, el núcleo escrito de la historia de generaciones de ibicencos. Pero también centenares de libros antiguos provenientes, en su mayoría, de la biblioteca del Seminario, donde el Archiduque Luis Salvador de Austria se detuvo un día a mediados del siglo XIX, mencionándola después en su célebre libro sobre las Pitiüses.

Precisamente un ejemplar de la primera edición de esta magnífica y enciclopédica obra (pero únicamente uno de los dos volúmenes, pues el otro fue robado ya no se sabe ni cuándo ni cómo) forma parte de los tesoros bibliográficos de este reformado archivo diocesano dividido en dos pequeñas pero bien aprovechadas plantas.

Libros y partituras

En la primera planta se encuentran los libros. Predominan, por supuesto, la literatura moral y la teología, pero no faltan otros de muy variados temas como la geografía y técnicas de agricultura, «que tal vez provengan de la biblioteca de algunos de los obispos ilustrados de finales del XVIII, pues se ocuparon mucho de la agricultura», afirma Torres Peters.

Abundan los libros de historia, los manuales enciclopédicos, las obras completas de algunos Padres de la Iglesia, como las de San Agustín, en lengua francesa, o las de Santo Tomás, en latín.

Se trata de una biblioteca que contiene sobre todo libros de los siglos XVII, XVIII y XIX, aunque hay también algunos ejemplares del XV y XVI. Algunos son muy valiosos por tratarse de primeras ediciones, como es el caso del ´Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española´, de 1780. Otros lo son por su calidad de impresión, como el ´Breviarium Romanum´, en cuatro tomos de lujo, ilustrados, regalo del Conde de Peñalver, alcalde de Madrid, al ibicenco Jaume Cardona, obispo de Sión.

Y no faltan, por supuesto, las obras raras o curiosas que llevaría aún mucho más tiempo hojear entre la multitud bibliográfica de los nuevos armarios compactos de este archivo, como la ´Mystica Ciudad de Dios´, de la monja visionaria María de Jesús de Ágreda, en edición de 1765, o el ´Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella´, de Antonio Ponz, de finales del XVIII.

También en este depósito situado en la primera planta se encuentra una amplia sección de partituras y libros musicales, que «es especialmente interesante por cuanto de este modo puede conocerse la música que sonaba en las iglesias ibicencas durante el XIX», afirma Torres Peters. Pero junto con las partituras sacras se encuentran también las profanas, como una bonita edición de 1875 del ´Otello´ de Rossini, y otra del ´Don Giovanni´ de Mozart, en edición de 1871, ambas publicadas en Milán, provenientes de la iglesia de Santo Domingo, «donde Xumeu Fornàs, que era un hombre muy aficionado a la música, ejercía de diácono, y donde el organista Joan Mayans también estuvo mucho tiempo» -apunta el delegado de Patrimonio del Obispado y archivero. Entre las rarezas musicales más destacables se encuentra también la partitura de un ´Himno a Ibiza´ para cuatro voces y piano de un tal Cándido Castañeda, de la primera mitad del siglo XX.

Las obras ha dejado al descubierto en esta primera planta una antigua acequia que ahora separa el armario de los libros del mueble que guarda una valiosa colección de ornamentos textiles -casullas, capas, etcétera-, algunos de gran calidad, de los siglos XVIII y XIX.

Pergaminos y documentos

Los armarios compactos de la segunda planta guardan diversas colecciones de documentos eclesiáticos de suma importancia para la historia de Ibiza y en los que trabajaron infatigablemente los canónigos archiveros Isidor Macabich y Joan Marí Cardona, que con sus publicaciones los dieron a conocer en parte.

Pérgaminos de los siglos XIII y XIV -el más antiguo data de 1234-, los célebres ´Llibres d´entreveniments´, de los siglos XVI, XVII y XVIII, importante fuente documental para el conocimiento de la sociedad insular e innumerables libros de cuentas, actas de reuniones, etcétera. Aquí se encuentran también los archivos parroquiales, es decir, todos los listados de nacimientos y defunciones de las parroquias -desde finales del XVIII hasta principios del XX-, así como los padrones parroquiales, iniciados por los sacerdotes de las parroquias en 1785, y que dan cuenta de una forma exhaustiva de las casas que había en la isla y de los miembros que las habitaban: una auténtica mina para estudios de demografía. Estos padrones sirvieron después para los primeros padrones municipales en el siglo XIX. «Es difícil decidir cuál es la joya de la corona entre todos estos papeles, pero todos tienen sobre todo un alto valor documental, más que pecuniario», asegura Torres Peters, quien al mismo tiempo afirma que «hay mucho todavía por leer y estudiar y, por tanto, muchas cosas por descubrir».

Entre los múltiples y apasionantes papeles de la sección del archivo de la Curia se encuentran también los referentes a las ´dispensas matrimoniales por consanguinidad´, cuya lectura permite conocer un aspecto notable de la historia ibicenca, las diferentes causas que se alegaban para los casamientos entre primos hermanos, segundos y hasta terceros. Para los primeros y segundos, la dispensa tenía que llegar de Roma y eran, claro, más caras e implicaba un mayor papeleo. En el caso de los primos terceros, la dispensa la daba el obispo. El aislamiento y la poca población hacían que los ibicencos solicitaran numerosas dispensas de este tipo cada año por ´angustia loci´, es decir, por la estrechez del lugar, según la fórmula latina habitual.

Destacan también algunos libros manuscritos, como uno de reuniones de los jesuitas de Ibiza, del siglo XVII, «en el que ya tengo muchas ganas de ponerme a trabajar», asegura Torres Peters, recalcando el interés que sus páginas, todavía no leídas por nadie seguramente, parecen atesorar. Y luego están también los papeles del Santo Oficio, otra entretenida lectura y fuente de documentación de gran interés para la historia local que Joan Marí Cardona dio a conocer a modo de inventario en uno de sus libros (´Sant Ofici´, 1990).

La segunta planta del reformado archivo diocesano tiene también una sala de consulta con una amplia mesa para trabajar con los documentos, así como un despacho para el archivero. En esta misma sala están ubicados los retratos de diferentes obispos ibicencos. Las obras han dejado al descubierto aquí, en la segunda planta, un bonito arco de medio punto. Hay que mencionar también que, junto al archivo, también con entrada en la calle Soledad, se ha habilitado un interesante espacio para exposiciones temporales de documentos y otros objetos de la diócesis.

Torres Peters ya tiene prevista la primera de estas exposiciones, aunque todavía no tiene fecha: una colección de cuadros de la Catedral y del Palacio episcopal restaurados recientemente, casi todos del siglo XVIII y algunos anteriores, del XVII: «Se trata principalmente de una colección de retratos, de santos y otros personajes... Y habrá algunas sorpresas en cuanto a la atribución de la autoría de algunos de ellos».