Nada menos que 421 cometas surcaron los cielos sobre ses Variades ayer en el encuentro ´Posa un estel al cel´ que cumple 20 años. El minuto de oro llegó cuando los participantes consiguieron elevar al mismo tiempo nada menos que 160 aparatos. No llegó al récord de 2011, cuando consiguieron volar al unísono 198 cometas, pero la cifra no es para nada desdeñable.

Una de las cometas que más llamaron la atención fue la bautizada como ´oso Bubu´, ya que se parecía mucho al personaje de Hanna-Barbera, con su pelaje marrón y su pajarita azul al cuello. ¿Cómo es posible que vuele un oso, con lo poco aerodinámica que es su forma rechoncha?. El mérito es de los miembros de la organización, con Pepín Valdés al frente, que montaron una supercometa triple para conseguirlo. «La cometa principal, que vuela más alto [de tipo sled] consigue darle fuerza y tensión a las otras dos: el oso y la blanca [de un tamaño también espectacular]», explica Ciro Tormo, profesor del colegio Es Vedrà que colabora activamente con Valdés.

Junto a ellas, un sinfín de artefactos de todas las formas y colores imaginables, desde las más comerciales de Princesas Disney, ´Toy Story´ o ´Cars´ a las hechas a mano con bolsas de basura y palitos de brocheta de madera, pasando por las acrobáticas que más de una vez estuvieron a punto de picotear alguna cabeza y las que imitaban formas de pájaros como el flamenco o la gaviota. «También las hay nepalíes, como las libélulas y las mariposas y también un barco, que es típico de Indonesia. La cometa es una máquina, aunque sea sencilla, y está extendida en todo el mundo. Les decíamos a los niños que nosotros somos los pilotos de esas máquinas», explica Tormo.

Los más profesionales lograron elevar sus cometas a alturas increíbles. «Llevo un rato mirando esa blanca y negra, que está altísima, y ya he escuchado un crack en el cuello», bromeaba Jaime, un papá que trataba sin mucho éxito de que la cometa pulpo de su hijo Daniel alcanzase una altura menos ambiciosa pero respetable. «De aquí no me voy hasta que vuele», aseguraba entre carcajadas.

La cometa del pequeño Dani es de confección casera, como muchas de las que volaron ayer sobre el cielo de Sant Antoni. La mayoría se han ensamblado estos días en las aulas de los colegios Guillem de Montgrí y Es Vedrà y en los talleres que ha capitaneado Valdés con la colaboración del Ayuntamiento de Sant Antoni en la carpa municipal.

Viento a favor

El viento de poniente sopló con la intensidad perfecta para sostener las cometas en el aire. Nada que ver con el vendaval de los últimos días que preocupaba a la organización. Eolo, finalmente, respetó el 20 aniversario de la cita.

Javier Rey, director del colegio Guillem de Montgrí, se mostraba encantado de la excelente acogida «un año más» de la propuesta, en la que ayer trabajaban una veintena de voluntarios, muchos de ellos profesores. «Volar una cometa tiene algo mágico, a pesar de que es algo muy sencillo», explicaba Rey sobre el que cree que es el secreto del éxito de la convocatoria.

Los padres y madres también se implicaron recaudando fondos para el viaje de estudios de 6º del centro con todo tipo de pasteles, tortillas y cocas de confección casera. Todos los participantes se llevaron su camiseta conmemorativa y se sortearon dos cometas sled entre todos los inscritos.