Las culebras de herradura y de escalera campan ya a sus anchas por las Pitiusas. Aquí ya se sienten a gusto, como en casa, como si estuvieran en la Península Ibérica, de donde llegaron las primeras a principios de este siglo ocultas en el cepellón o en el tronco de olivos ornamentales importados desde Andalucía o La Mancha. La colonización es de tal magnitud que José A. Mateo y Enrique Ayllón, miembros de la Asociación Herpetológica Española, aseguran que en los últimos años se ha producido «la ´iberización´» de estas islas, pues en ellas «se ha disparado el número de especies aclimatadas y naturalizadas». El clima, las condiciones de habitabilidad y el alimento que pueden encontrar son propicios para que prosperen e, incluso, para que críen sin problemas.

Mateo y Ayllón detallan esa situación en el informe ´Viabilidad del control de ofidios en Ibiza y Formentera´, que han elaborado este año por encargo de la conselleria balear de Agricultura, Medio Ambiente y Territorio, abrumada ante la expansión de las serpientes en las Pitiüses y, sobre todo, ante el temor de que puedan acabar con la población de lagartijas autóctonas, que forman parte de su menú.

La primera culebra. El estudio detalla que la primera vez que se detectó un ofidio en Ibiza fue el 10 de mayo de 2003. Se trataba de una herradura (Hemorrhois hippocrepis) que fue atropellada en la carretera que une Vila con Sant Josep. Pero ese mismo mes se vieron otras dos especies: escalera (Rhinechis scalaris) y bastarda (Malpolon monspessulanus), lo que hace pensar a los investigadores que «la entrada de las tres culebras se produjo sincronizadamente en Eivissa coincidiendo con el nuevo siglo». Las tres fueron halladas en viveros. Una de ellas, cuando intentaba escapar de un olivo cordobés que estaban trasplantando en es Port des Torrent. Un año más tarde, en junio de 2004, se detectaron en el mismo vivero varios ejemplares de culebrilla ciega (Blanus cinereus).

Naturalización y expansión. El estudio subraya, por una parte, que «las condiciones mediterráneas que imperan en las Pitiüses» benefician la naturalización [su expansión en este ecosistema] de esas especies. Por otra, que «los viveros localizados cerca de Sant Llorenç y Santa Eulària», así como la finca privada de es Fornàs (cerca de Sant Rafel), «se han comportado como núcleos de radiación de las especies invasoras».

La escalera, asentada. El informe confirma lo que se intuía por las continuas observaciones: la escalera ya está asentada, «se reproduce sin problemas» (al menos en Ibiza, pues en Formentera no hay constancia) y su distribución «es contagiosa», con dos focos en el centro de la isla y con una «dispersión centrífuga» que «se dispara desde que en 2007 es vista en los alrededores de la Vénda de Safragell, cerca de los viveros Noah´s Garden».

La herradura «avanza sin tregua». La herradura «también está en expansión» (especialmente en Sant Rafel, donde abunda en es Fornàs) y tiene «un patrón de distribución contagioso», hasta el punto que su colonización aumenta en los últimos años: «Avanza sin tregua», alertan los herpetólogos.

La bastarda, escasa. Y en cuanto a la bastarda, detectada por primera vez el 25 de mayo de 2003 cerca de Santa Eulària, es «escasa y su presencia parece haberse frenado en los últimos años», debido, sobre todo, a cómo se alimenta.

Erradicación «difícil y costosa». ¿Y es viable controlar los ofidios en Ibiza y Formentera? «La erradicación total de las tres especies será difícil y costosa», avisan. Como ya están asentadas, lo mejor es perseguir «objetivos intermedios asumibles», por ejemplo, intentar «fragmentar las poblaciones». «Se trata de alcanzar un equilibrio entre la adopción de objetivos razonables y la toma de medidas de coste prudente con las que se pueda poner freno a la invasión», proponen los herpetólogos. Además de capturar las poblaciones que se detecten (para lo que es preciso una «red unificada de información»), se deben adoptar medidas «dirigidas a minimizar nuevas oleadas de ofidios», señalan. Las «áreas fuente», los viveros, deben ser controladas mediante trampas e incluso el uso de perros, indican los herpetólogos. Y sugieren que en las zonas donde más han sido observadas habría que efectuar «controles intensivos», especialmente en los meses de mayo y junio.

Fumigación preventiva descartada. Pero una de las principales dificultades es, precisamente, controlar esos viveros. Descartan fumigar preventivamente cualquier árbol que llegue a puerto, tal como se ha sugerido (e insistido) en varias ocasiones: primero, porque no existe marco legal para obstaculizar el libre tránsito de mercancías dentro de la Unión Europea; segundo, porque los biocidas que se usan «son ineficaces cuando el árbol es grande o la fumigación tiene lugar durante los meses de invierno», ya que los reptiles se hallan en estado de brumación (la hibernación reptiliana, cuando la actividad metabólica baja hasta niveles basales, lo que resta eficacia a los plaguicidas). Pero proponen dos soluciones: aislar e inmovilizar los olivos sospechosos (previamente señalados por perros adiestrados) y «limitar la entrada a los meses templados del año, evitando los fríos».

Evitar otro Guam. El estudio explica las consecuencias del control de ofidios en otras islas, como en Guam, en el Pacífico, que tiene la misma extensión de Ibiza. Allí fueron tan devastadores la invasión de la culebra arbórea (Boiga irregularis) como el intento de erradicarla. La serpiente fue introducida accidentalmente alrededor de 1950 y en 30 años ya había provocado la extinción de 20 especies de aves, reptiles y murciélagos, además de causar la saturación de los servicios de emergencias sanitarias por el elevado número de picaduras (no mortales) que producían y de dañar tendidos eléctricos e instalaciones militares. En 1996 diseñaron un plan que preveía invertir cuatro millones de dólares para erradicarla. Diez años después se calculó que había aún dos millones de culebras. También recuerdan los dos investigadores que en las Columbretes sí se consiguió exterminar a la víbora que habitaba en l´Illa Grossa, «pero el método fue tan agresivo que resulta inimaginable seguir su ejemplo en el caso ibicenco». A mediados del siglo XIX quemaron la isla, lo que arrasó su población de palmitos y lentiscos; luego soltaron una piara «que extinguió definitivamente esa especie». Eficaz, pero poco sutil.