Llega con una gran sonrisa y contando chistes y chascarrillos. Viste un pantalón vaquero y una camisa blanca que esconden sus 60 años —«no me he traído la camiseta de los Stones, porque me han dicho que viniera guapo», dice—. Antes de encender la grabadora cuenta que empezó trabajando en un banco, quince años, pero que lo dejó porque no aguantaba más: «Para trabajar hay que reír». Ahora, después de 28 años en la noche, se jubila con la intención de dedicarle más tiempo a la familia y a su gran pasión: la música. Pepe Gamba formó parte de uno de los grupos míticos de la Ibiza de los 70: Los Diana.

—¿Señor Tur o señor Gamba?

—Como quieras, en la vida me han llamado de todo menos José.

—Para preparar la entrevista he hablado con algunas personas que le conocen y todas me han hablado bien de usted, ¿no me diga que en 28 años en Pachá no ha hecho enemigos?

—Y mira que he despedido a gente, por desgracia, porque el trabajo es así. Pero es curioso, por la calle me encuentro a gente a la que tuve que despedir en su momento y aún me saluda. Ahora todo es diferente, hay mucha estructura en personal, pero antes yo me lo guisaba y yo me lo comía.

—Así que le han quedado más amigos.

—Sinceramente sí. Es mi orgullo. Si alguna vez le he hecho daño a alguien no ha sido a sabiendas y que me disculpe.

—Supongo que Pachá ha sido una atalaya perfecta para divisar los cambios que ha sufrido el turismo en Ibiza.

—Cuando entré en Pachá tenía 33 años. Yo vi los inicios del turismo en los cincuenta y los sesenta. El primer flash que tengo del turismo es del día que me iba a examinar para entrar en el bachillerato. Tenía diez años y al pasar por el puerto, había un grupo de franceses con una guía explicándoles la historia de los corsarios frente al obelisco. Piensa que entonces lo que hoy es el Ayuntamiento, era ayuntamiento, cárcel e instituto y a algunas horas había una mezcla... Yo nací y crecí en el puerto, allí aprendí a pescar, a nadar, a todo... y hoy en verano ni se me ocurre acercarme. Desde los catorce años ya tocaba con mi grupo, con Platé, con Tito Zornoza... en salas de fiesta y hoteles. Empecé de muy joven en el mundo del turismo. Íbamos a tocar a Formentera el año que llegó ‘La joven Dolores’. He visto todo el proceso del turismo en Ibiza y la verdad, ha habido cambios buenos y malos, porque antes había muchas carencias. Se han hecho las cosas un poquito con el culo. Ibiza es un sitio muy pequeño y las cosas se podían haber hecho de otra forma, y los ibicencos somos los principales culpables. Se han hecho muchos desastres, pero así y todo aún tenemos una isla maravillosa.

—¿Cómo ha sido la evolución de las salas de fiesta, que usted conoce muy bien?

—Al principio los grupos tocábamos hora y media, parábamos un cuarto de hora y luego tocábamos hora y media más. La música que se ponía en el descanso era para amenizar el local. De eso se pasó a media hora de música mecanizada y otra media hora en vivo. Y poco a poco la música en vivo fue quedando en segundo término. También influye que no puede competir en calidad de sonido un directo con el sonido nítido de un equipo de música.

—También tendrá que ver la moda...

—También. El disc jockey en un principio lo que hacía era marcar el estilo de una casa. Yo empecé en el año 85. Pachá tenía a Pippi y a Joan Ribas... que marcaban un estilo. Ku tenía a César de Melero... Lo importante era la sala, pero la figura del dj cada vez ha ido cogiendo más fuerza, que se la ha dado el público, y eso ha llevado a despersonalizar las salas. Antes un dj iba a ver a un colega a otra sala y le dejaban poner un disco, pero no era este mercadeo que hay ahora, en el que se ha perdido el respeto comercial. Hoy Luciano puede pinchar en Pachá, otro día en Ushuaia, otro en otra, es un mercadeo que antes no había. Hoy por hoy puedes tener una sala muy bonita, bien atendida y cómoda, que como no tengas un dj de los top ten no te comes un pimiento.

—Así que el que manda es el dj.

—Sí. El poder se lo ha dado el público, que es el que los sigue, y los precios se han disparado. Hay una burbuja y algún día tendrá que estallar. Hasta ahora se les ha dado lo que han querido porque era una cuestión de dinero. Si las salas nos permitimos la desfachatez de cobrar de sesenta euros para arriba, de hacer estos atracos a mano armada, es porque te viene un superestrella que te cobra de 50 a 150.000 por noche, enIbiza claro, que luego en otros sitios no cobran lo mismo. Estás exprimiendo al público porque las exigencias son cada vez mayores y con chantajes, porque si no se lo das tú se lo da otro. Eso del contrato en exclusiva en su gremio no está regulado y nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato. La burbuja va subiendo, subiendo, y un día tendrá que explotar. Las discotecas deberían unirse. Competir para hacer un producto mejor, pero unirse para los problemas que les afectan a todas.

—¿Hasta cuándo durará la dictadura del dj?

—No lo sé. Mientras les voten sus seguidores, los clubbers.

—Entonces no es una dictadura sino una democracia.

—Hay mucha gente que les sigue, especialmente el público británico, que históricamente es el más enterado. Y esta gente están acostumbrados a estos precios. A un americano le pides 60 euros para entrar y alucina, porque allí paga diez dólares. Los alemanes flipan. El español a fuerza de oírlo ya viene con el bolsillo preparado. Es una locura. ¿Hasta dónde llegará? No lo sé. Hace poco se vendían los pisos sobre plano y a cualquier precio. Y reventó.

—Es como las antiguas estrellas del rock.

—Por las tonterías que te piden algunos, sí. Yo no estuve en el Festival Ibiza 123, pero me han contado que estaba tocando uno de esos monstruos, como Sting y Elton John, y había gente esperando al dj que pinchaba después. A mí me parece muy triste, pero para gustos los colores.

—¿Cómo se lleva eso de trabajar de noche durante tanto tiempo? Supongo que habrá visto a mucha gente acabar mal.

—Por desgracia sí, fatal. ¿Cómo se aguanta? Sencillamente yendo a trabajar. Todo es planteárselo. Yo toda mi vida he tomado agua mientras estoy trabajando. La persona que trabaja de noche tiene que tener muy claro que el que entra por la puerta va a disfrutar, pero tú estás trabajando y tienes que estar más claro que él y que el que tienes trabajando en una barra. Tienes que estar despejado. Como no tengas eso claro, es cuestión de tiempo...

—Pero le habrán tentado muchas veces...

—Claro, yo estaba en la puerta y me venía un cliente: ‘Pepe, venga un chupito’ y yo que no y que no, pero ya me insistían tanto y por no hacer el feo y discutir tanto, le dije al camarero que si me veía muy apurado y le pedía un chupito, que me pusiera una lima sin alcohol. Me planteé que allí no iba a beber, cero. Pero claro, yo entré con 33 años y conocía ya muy bien la noche. Luego salgo de fiesta y me tomo una copa.

—¿Y cómo se hace eso de decir hasta aquí, se acabó?

—En este trabajo tienes que estar al cien por cien, con ilusión. Y yo pensé que ya estaba bien, hay que ser honesto. Se lo comuniqué a mi jefe y amigo y él lo entendió. Él sigue incombustible, con 75 años, y para seguir a Ricardo Urgell trabajando te has de remangar.

—En todo este tiempo habrá visto muchas cosas, ¿qué secretos inconfesables de gente conocida se guarda?

—Muchísimos. Ricardo siempre dice que la noche es más cierta que el día, porque la gente va desinhibida. A la gente le sale lo que lleva dentro, se le suelta la lengua y el carácter. Se le ve el plumero. No se pueden contar.

—Tendrá miles de anécdotas ¿Cuál recuerda siempre?

—Hay una muy divertida. Un tío que no sé lo que se había comido, que apareció al lado de la cabina del dj con unas aletas, unas gafas y un tubo de snorkel y se lanzó desde allí a la pista. Menos mal que cayó sobre el toldo de la barra grande. Como estas hay miles.

—¿Se ha reído mucho?

—Sí, mucho. Lo he pasado muy bien. Ha habido de todo.

—¿Y ha sufrido también?

—También en algunas ocasiones, pero al final todo se ha arreglado. En un sitio en el que entran miles de personas pasan muchas cosas. Yo siempre digo que mientras te quede una persona dentro del local tienes un problema en potencia, y los ha habido de todos los colores. Pero al final la memoria es selectiva y te quedas con el poso de que lo has pasado bien.

—¿Por qué a un sitio cómo Pachá no le afecta la crisis?

—Yo creo que Ibiza en general está aguantando bien. Estamos en una burbuja comparados con otros sitios donde se nota más. Pachá ha intentado ir adaptándose a los tiempos, pero con su estilo. Ahora hacemos una fiesta Flower Power, pero cuando Pachá abrió era el flower power real. Es un negocio familiar con la familia muy implicada. Somos la pequeña de las grandes discotecas, la que tiene menos aforo, con 3.133 personas, que comparado con Amnesia, Privilege o Space... Eso tiene ventajas e inconvenientes. Tiene una gran ventaja al principio y al final de temporada, porque somos como un acordeón y vamos cerrando o abriendo salas para adaptarnos al momento. El hándicap es que en verano hay días que podríamos llenar el doble, pero no tenemos más sitio.

—¿Y cómo intentan paliarlo?

—La competencia tiene mucho espacio y puede dar muchas invitaciones y hay sitio para todos. Pachá en algunos momentos se ve en la obligación de anular pases y evitar listas de invitados. No por hacer más negocio, es que no caben. No vas a dejar a la gente entrar con pases cuando tienes una cola de gente con 80 euros en la mano esperando en la puerta a la que dices que está completo. Va contra toda lógica comercial y además no es justo. La gente lo entiende.

—En este último verano han colgado el cartel de completo casi a diario.

—Ha sido un buen verano. Pero es que Pachá es un local especial, muy querido en la isla.

—¿Más que un club, como el Barça?

—Un club es al fin y al cabo un producto de moda y lo que hoy es moda mañana no lo es. No conozco ningún otro caso, ningún club, que después de tantos años goce de una salud que va a más y cada vez hay más gente dispuesta a hacer franquicias, el merchandising funciona a tope. Te pagan por hacerte publicidad. Es un caso muy curioso. No conozco ningún otro local que después de tantos años no haya pasado de moda, manteniendo su nombre, su estilo y su forma de hacer las cosas.

—¿Es una referencia?

—Todas las franquicias en quien se fijan es en Pachá Ibiza. Es la referencia. El nombre de Pachá se conoce en todo el mundo y todo el mundo lo asocia con Ibiza. Y las cerezas, y el calendario de las lunas, yo los he repartido por cientos, tengo amigos payeses que los usan para las siembras o las cosechas... y luego te los puedes encontrar en cualquier parte del mundo.

—¿Y guardan el secreto del éxito como la fórmula de la Coca-Cola?

—Detrás de este éxito hay mucho trabajo. Ha habido franquicias que han fracasado, pero es que poner las cerezas en la puerta no basta. El logo ayudará, pero hay que trabajar y moverte mucho.

—¿Y ahora que se ha jubilado qué va a hacer?

—Dedicarme a la familia. Trabajar de noche y cuidar de tu familia es duro. Han sido muchos años y ahora espero poder devolverles una parte de todo su apoyo. Sobre todo a mi mujer.

—¿Y la música?, porque sigue tocando en Toc Rock...

—También, mi pretensión es de una puñetera vez aprender música, porque las partituras siguen siendo para mí cagadetes de mosca. Aprender un instrumento nuevo desde cero, sin vicios. Además de dormir de noche, ver el final de los partidos y las prórrogas o acostarme antes de las campanadas de fin de año. Estos pequeños grandes lujos... Y con Toc Rock somos muy exigentes, tocamos lo que nos da la gana y donde queremos, para la BBC (bodas, bautizos y comuniones), no.

—Usted tiene un hijo dj, ¿qué consejos le da?

—Tengo un hijo, Marc, del que estoy muy orgulloso. Es patrón mayor de altura titulado, pero siempre le ha gustado pinchar. Pincha desde los 19 años, en El Divino, en Pachá —sin que yo haya movido un dedo—. Mi consejo es que si va a trabajar la noche, que vaya a trabajar, que la noche tiene muchos peligros, y que disfrute pinchando.

En corto

¿Usted es de electrónica o de rock’n’roll?

Rock’n’roll, hasta la muerte. A mí me gustan los Rolling Stones. Yo nací con esto y esto es lo mío, con todo el respeto hacia la buena música electrónica.

¿F*** Me I’m Famous o Flower Power?

Flower Power, forever. También con todo el respeto para el F*** Me y su gente y para Cathy y David Guetta que son gente encantadora.

¿Prefiere vivir de día o de noche?

Yo soy una persona de día que lleva 30 años trabajando de noche.

¿Y va a echar de menos vivir la noche?

El trabajo no, echaré de menos a mis compañeros. Mientras yo viva Pachá será mi empresa, porque me unen lazos de trabajo de 30 años y también de amistad, con la familia Urgell y con mis compañeros.