La hostelería de calidad en Ibiza llegó tarde y tuvo unos inicios tan trepidantes como accidentados. Entre septiembre de 1932 y diciembre de 1934 se inauguraron en la isla, donde hasta entonces solo había unas cuantas fondas y pensiones, hasta ocho hoteles. El turismo era una realidad con futuro y la categoría de hotel el símbolo más eficaz para atraer a los turistas. Desde mediados de los años veinte se hablaba con insistencia de la necesidad de construir un hotel en la isla, pero parece que nadie se atrevía€, hasta que por fin, como por contagio, unos cuantos ibicencos, algunos con alguna experiencia en la hostelería, otros con ninguna, decidieron arriesgarse.

El primero de esta serie de hoteles y, por tanto, el primer hotel que tuvo Ibiza, se inauguró el 18 de septiembre de 1932. Su propietario era José Escandell, un ibicenco que había trabajado como maître en un hotel de Barcelona durante algunos años y que, a su regreso a la isla, había puesto su propia fonda en la ciudad. El éxito de aquella fonda, situada donde los autobuses que llegaban de los pueblos tenían su parada, le permitió cumplir poco tiempo después el que sería el sueño de su vida.

El Hotel España ocupaba los tres pisos de la parte norte de un edificio propiedad de Francisco Mayans, Xiquet Pep, y construido en la segunda década del siglo. Contaba con veinte habitaciones, un gran comedor, sala de lectura y recreo, salón de música y escritorio con máquina de escribir. El historiador Bartolomé Escandell, hijo de aquel primer hotelero, recordaba hace unos años en este mismo Diario aquellos días previos a la apertura del establecimiento: «Recuerdo que fuimos a Barcelona, mis padres, mi hermana y yo, para comprar todo lo necesario, vajillas, cristalerías, ropa de cama, etcétera. Yo tenía 8 años y recuerdo algunas cosas de aquel viaje alegre y lleno de esperanza».

A la inauguración del Hotel España, situado «frente al puerto y a dos pasos de la campiña», según la rápida descripción de La Voz de Ibiza, acudieron numerosos invitados que fueron «espléndidamente obsequiados con pastas y licores».

En aquellas mismas fechas, la construcción del Gran Hotel (actual Montesol), edificio adosado al de Can Xiquet Pep, se encontraba ya en su última fase (se inauguró nueve meses después), como también estaban terminándose de construir los hoteles Buenavista y Royalti, en Santa Eulària, y Portmany, en Sant Antoni (inaugurados en 1933).

Y en aquel mismo otoño de 1932 abrió sus puertas también el Hotel Balear, en una de aquellas amplias y coquetas casas con jardín que se encontraban en la actual avenida Ignacio Wallis. La competencia hotelera estaba servida y la carrera ibicenca del siglo, es decir, la carrera de la industria turística, acababa de empezar.

El hundimiento

Pero la mañana del 8 de octubre de 1932, solo veinte días después de la inauguración, resultó aciaga para el pionero José Escandell. Mientras todos dormían -el hotel estaba completo aquella noche- el tejado del edificio empezó a derrumbarse, sin que nadie pudiera percatarse, causando grietas en las habitaciones. A las siete de la mañana, se dio la voz de alarma y los clientes empezaron a ser desalojados. Y a las ocho y media, parte del edificio se vino definitivamente abajo.

No hubo víctimas mortales, pero sí dos heridos que salvaron milagrosamente la vida: el secretario del Ayuntamiento de Ibiza, Luis Souvirón, y el Juez de Primera Instancia, José Molinedo, que residían en el Hotel España desde su apertura. Ambos tardaron demasiado en salir del edificio.

La misma tarde del suceso, el periódico La Defensa describía del siguiente modo la milagrosa salvación del secretario del Ayuntamiento: «El Sr. Souvirón recibió, al caer entre dos pilas de sacos, una puerta sobre la cabeza, que le preservó de los escombros pero le ocasionó heridas y erosiones, y los ojos se le llenaron de cal y tierra».

No todo el edificio se hundió pero sí quedaron afectados todos los pisos, que también fueron desalojados, entre ellos los que albergaban la Pensión Mediterránea, regentada por dos alemanes, que tuvieron que buscarse otro lugar para seguir con su negocio, así como diversas viviendas particulares, entre ellas, la del maestro Joaquín Gadea. En la parte derrumbada -la de la calle Bartolomé Vicente Ramón, esquina Conde de Roselló- se encontraba también la vivienda del propietario del edificio, Francisco Mayans, que sufrió una depresión nerviosa, así como, en los bajos, el Banco de Cataluña y los almacenes de Bartolomé Ferrer.

Militares, Guardia Civil, marineros, carabineros, brigadas obreras y particulares acudieron inmediatamente al lugar del siniestro y trabajaron entre los escombros durante todo el día. Un grupo de jóvenes se ocupó de salvar los muebles de las casas desalojadas, trasladándolos a diversos almacenes de la ciudad.

Causas del siniestro

Sobre las causas del hundimiento se habló largo y tendido aquel mismo día. El arquitecto Aleñá -que se encontraba en Ibiza realizando un proyecto de obra en el Hospital- y el ayudante de Obras del Puerto, Martín Guasp, coincidieron, según apuntaba La Voz de Ibiza, «en la apreciación de que los cimientos pudieran ser deficientes para sostener edificios de tres pisos, dadas las filtraciones que se operan en aquellos terrenos pantanosos».

Se apuntó también la posibilidad de que las intensas lluvias de los días anteriores pudieran haber provocado que aquellos terrenos cedieran. Y se descartó casi de inmediato la hipótesis de que hubieran podido influir las toneladas de almendras que había en los almacenes que ocupaban los bajos del edificio.

Pero Diario de Ibiza publicó dos días después del siniestro un duro editorial titulado ´Siempre las imprevisiones´, en el que, entre otras muchas cosas, se apuntaba: «No sabemos las veces que los vecinos de Can Xiquet Pep se han quejado del mal estado del edificio en que vivían. En infinidad de ocasiones se ha dicho que aquello se convertiría en ruinas, y todo se ha reducido a mandar a algún técnico (?) que ha dictaminado y todo se reducía a nada práctico (€) ¿Responsabilidades? No acusamos a nadie, pero es indudable que hay muchas cosas demasiado descuidadas de las que deberían ocuparse de ellas. Muchos intereses creados, amistades y otras músicas celestiales que de una vez y para siempre deberían eliminarse en bien de todos».

Días después, un artículo anónimo publicado también en Diario de Ibiza era mucho más contundente al asegurar que, «para una edificación tan importante» se trataba de «una construcción muy endeble». Al mismo tiempo, el autor del artículo demandaba que se nombrara un arquitecto municipal con atribuciones para obligar a los constructores a utilizar «el material necesario en cantidad y bueno en calidad...»

Respecto al Hotel España, su propietario José Escandell, pese a las cuantiosas pérdidas que supuso para él aquel desastre, no se desanimó. A principios de junio del siguiente año, 1933, abrió de nuevo su establecimiento, con el mismo nombre, en el barrio de la Marina (en la calle Eugenio Molina). Allí estuvo esperando hasta que el edificio de Can Xiquet Pep fue reconstruido y pudo instalarse definitivamente en él. Esto ocurrió en marzo de 1934.

El hotel volvía a ocupar entonces los tres pisos de la parte norte del edificio pero sus habitaciones contaban ahora con un mayor confort, como calefacción y baño, de tal manera que, según La Voz de Ibiza, «puede competir con los mejores del continente». El primer hotel de Ibiza, pese a su accidentado inicio, tuvo una larga vida.