­La sintergética y la sanergía son dos prácticas de terapia alternativa que prometen curaciones milagrosas a cambio de caras sesiones y que son consideradas dañinas por expertos en grupos sectarios. Ahora, las dos modalidades buscan adeptos y clientes en Ibiza. Expertos en sectas y fraudes con terapias alternativas critican la falta de compromiso de los colegios de médicos al no reprobar contundentemente prácticas no probadas e incluso peligrosas. Familiares de personas captadas por las prácticas de la sintergética en Balears denuncian el grave coste económico y afectivo que conlleva caer en sus redes.

«La sintergética, que hace años que está implantada en España, es otro grupo más de cuantos existen y llegan revestidos de nombres científicos y hablando de energía y espiritualidad. Sin embargo, éste puede ser más peligroso que otros, porque promete sanaciones milagrosas», explica Miguel Perlado, psicólogo experto en sectas que coordina el grupo de trabajo en manipulación psicológica del Colegio de Psicólogos de Cataluña. De hecho, desde la sintergética prácticamente se promete la curación del cáncer «conectando con el alma».

La sintergética lleva ya unos años asentada en Mallorca y ahora llega a Ibiza a través del mismo centro de orientación y salud que ya existe en Palma, con un curso que comienza en septiembre y que enseña la sanación con la imposición de manos, en cinco módulos de 200 euros cada uno. Lo cierto es que el «especialista en sintergética» que ofrece este curso ya se traslada periódicamente a Ibiza para pasar consulta, según explican en el mismo centro de masajes donde se realiza el curso, en Santa Gertrudis, pero la intención ahora es formar un grupo de terapeutas que dominen «las transferencias de energía» y la «sanación, pranización y magnetización», en palabras extraídas del programa de este curso, en el que también se explica que se realizarán prácticas con pacientes.

Adeptos ibicencos

Familiares ibicencos de personas que ya son adeptas a la sintergética, a la que han llegado a través del centro de Palma, muestran su preocupación por el cambio que han detectado en ellas y por el elevado coste que supone caer en las redes de estos sanadores. «Ella ha roto con sus mejores amistades y ahora solo va con gente del mundillo de la sintergética», explica un ibicenco sobre un familiar cercano que se ha hecho adepto a la sintergética en Mallorca. «Tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a las consecuencias, a tener una persona rota y con una más que probable pérdida patrimonial importante», confiesa. Y respecto al factor económico, muestra imágenes de algunas de las herramientas que se usan en la sintergética: pedazos de plástico con hilos de colores que pueden costar más de 100 euros (más de mil euros un láser para encauzar energías).

Por lo que se refiere a la sinergía, muy similar a la sintergética, la RedUNE, Red de Prevención de la Salud Mental de España, recibe continuas denuncias y consultas por las actividades de los «sanergistas profesionales», que considera que son «grupos de riesgo para la salud». En estos momentos, en Ibiza se promocionan programas de sanación en seis sesiones a 90 euros cada una de las cuatro primeras y a 243 las dos últimas, que se corresponde a la que denominan «conexión sanargética», una «nueva programación celular donde se restablece la unión de las líneas energéticas de nuestro cuerpo con las líneas energéticas del universo», y que, aseguran, también funciona con niños y animales. «Todo se puede sanar con sanergía», afirman en un folleto promocional que se puede encontrar repartido por Ibiza y que se presenta con una imagen de es Vedrà. La sanergía funciona con máquinas que, afirman, permiten visualizar «el campo aúrico de la persona» y propugna la idea de que los medicamentos «no sirven para nada».

Para Miguel Perlado, los colegios profesionales de médicos y psicólogos tienen cierta responsabilidad «ética y profesional, ya que deberían posicionarse de manera más contundente contra este tipo de terapias no comprobadas e incluso nocivas. Los usuarios, los ciudadanos, van perdidos, y los colegios deberían dejar clara su postura y denunciar los casos más flagrantes».