Abel Matutes Prats, director general de Fiesta Hotel Group, no cejó durante tres años hasta que convenció a su testarudo padre, Abel Matutes Juan, exministro de Asuntos Exteriores y fundador de la cadena, de que no era descabellado invertir 21 millones de euros en reconvertir el Club Playa d´en Bossa en un establecimiento de lujo íntimamente ligado a la música electrónica. «Me tuve que poner muy pesado», admite el hijo pequeño del fundador del Grupo Matutes. Al final accedió, a pesar de que «no lo tenía claro», a que aquel hotel de tres estrellas situado a pie de playa y cuya principal clientela eran las familias con niños en régimen de todo incluido, se transformara en el Ushuaïa, un parque temático del lujo y la ostentación en el que en plena temporada turística, en agosto, se llega a pagar 2.554 euros por el alojamiento de una noche, un desayuno mediterráneo cuesta 60 euros y una botella de champán en su zona vip vale 5.000 euros.

Los lemas publicitarios del Ushuaïa, ideados por Yann Pissenem, alma mater del proyecto y director artístico de Ushuaïa, no dejan lugar a dudas de a qué tipo de clientela va dirigido: «Es el hotel que ama a los vip», «el parque temático de cinco estrellas para adultos», el establecimiento «que ha cambiado la isla», donde sus huéspedes no tienen que preocuparse «por dónde diablos» aparcan su Hummer. «Aquí no verás a ninguno de esos chicos que ahorran todo el año para pasar una semana en Eivissa y asistir a una sesión de su discjockey favorito», advierte el responsable de prensa de la cadena hotelera, Remy Arroyo.

Ni aunque esos chavales ahorraran una década. La estancia de una semana en el Ushuaïa puede costar varias veces la renta per cápita española (23.300 euros). En agosto, su habitación más barata, una doble superior, vale 946 euros por noche; una suite, 1.636 euros; la suite Anything Can Happen, 1.721 euros; la suite presidencial, 2.185 euros, y la suite presidencial de luxe (de 104 metros cuadrados), 2.554. En la habitación 5202 se encuentra la suite Pioneer, que cuenta con equipo de sonido Pioneer 2 CDJ 2000 para quien quiera grabar sus propios discos. El pasado año un norteamericano la contrató durante 30 días seguidos.

Curiosamente, el alojamiento no es lo más caro. Alquilar una cama balinesa frente al escenario donde este verano pincharán Luciano y David Guetta se cotiza según el artista que suba al escenario y la distancia hasta la cabina del dj: los precios oscilan entre los 4.500 y los 15.000 euros, que es lo mínimo que gastarán en bebida quienes contraten esos reservados (a la vista de todos). Si superan esas cifras, abonarán la diferencia; si consumen menos, se siente, no se devuelve.

Pero lo normal, dado el precio que tienen allí las bebidas, es que superen holgadamente esas cantidades. Entre los alcoholes, la botella más barata es la de hierbas ibicencas Can Rich, a 150 euros la unidad, seguida del vodka (Grey Goose por 450 euros; o Cirol de seis litros por 3.200 euros), del whisky (Johnny Walker a 600 euros) y del tequila (Herradura Suprema a 800 euros la botella), que algunos acompañan con puros Cohiba (30 euros la pieza) o Partagás Serie D Especial (43 euros).

Hasta 100.000 euros la botella

La cuenta se dispara cuando los clientes –a los que recogen en el aeropuerto en lujosos Mercedes Clase CLS 350 CDI 4Matic y C Coupé 250– deciden agasajar en el reservado a sus amigos con champán Armand de Brignoc Rosé (2.600 euros la botella), Cristal Roeder (5.000 euros) o Armond de Brignoc Brut Gold de seis litros, de 6.000 euros. Para que ese gasto sea más digerible, Ushuaïa acompaña las botellas con fuegos artificiales. El gallego Joseph Rivas, responsable del área vip y dj durante 27 años, asegura que aunque de momento nadie les ha pedido las joyas de la corona de su carta de alcoholes (el Armond de Brignoc Nebuchadnezzar Brut Gold de 15 litros, de 46.000 euros, y el Armond de Brignoc Brut Gold Midas de 30 litros, de 100.000 euros) conservan existencias de ambos en sus bodegas. Allí todo es posible.

No solo beben. El pasado 29 de junio, día en que Luciano pinchó en Ushuaïa, los camareros no daban abasto para suministrar bandejas llenas de sushi (100 euros), jamón de jabugo (30 euros el plato) y frutas tropicales (25 euros) a los hambrientos clientes de las ocho camas balinesas (todas contratadas, ni una libre) ubicadas frente al escenario de madera diseñado, como toda la remodelación del hotel, por el estudio de arquitectura de Jordi Carreño. Solo quienes contraten uno de esos reservados pueden alquilar una Party Box, habitaciones situadas enfrente: cuestan otros 1.000 euros por noche, están insonorizada y no tienen cama, aunque sí jacuzzi.

En Ushuaïa no sienten rubor a la hora de admitir que es un hotel «selecto y para sibaritas», en palabras de Yann Pissenem. Este francés nacido en Nancy llegó hace un lustro a Eivissa y se encontró con una Platja d´en Bossa «desierta, como si estuviera en el fin del mundo. Y en el fin del mundo está Ushuaïa», la última zona habitada de Sudamérica explica Pissenem. Creó entonces el beach club Ushuaïa, donde decidió «seleccionar al público desde la puerta». Selecto y ya muy caro, triunfó pese a que la crisis empezaba a pegar fuerte. El proyecto del actual Ushuaïa, esa mezcla de alojamiento de lujo y discoteca al aire libre, ya le rondaba la cabeza e incluso planteó al Grupo de Empresas Matutes comprarle el hotel Don Toni, también en Platja d´en Bossa, para materializarlo.

Es entonces cuando dos personas y dos proyectos bastante similares entran en contacto. Abel Matutes Prats y su equipo ya habían observado que el tipo de clientes que escogían Platja d´en Bossa para veranear estaba cambiando: «Hace cuatro años la gente de un poder adquisitivo un poco más alto empezaba a venir tanto a la discoteca Space –situada justo enfrente de la actual Ushuaïa– como, sobre todo, a los beach clubs de la playa y a los restaurantes que estaban ya orientados hacia ese tipo de clientela», explica Abel Matutes. «Nos empezamos entonces a plantear el crear un hotel de cinco estrellas para captarlos y que de esa manera los turistas no se desplazaran a otros establecimientos lujosos de otras áreas de la isla», añade el empresario.

En el anteproyecto, el nuevo hotel se llamaba Space, como la conocida discoteca ibicenca. Pero en poco se parecía al planteamiento actual: «Iba a tener un poco de música en la piscina, pero más que nada iba a ser una zona de preparties para Space», explica Matutes. Desde entonces fueron moldeando el concepto, hasta que se toparon con Yann y lo incorporaron a su equipo. Con el francés quedó definido el modelo: «La idea la teníamos bastante definida, pero lo que aportó Yann fue que podíamos montar un beach club dentro del hotel», señala Matutes. Desde que fue inaugurado en 2011 ha tenido tal éxito que ha removido los cimientos de la industria de las discotecas de Eivissa e incluso la hotelera. Y los imitadores han surgido por doquier.

Vuelta de tuerca al lujo

La cadena invirtió 20 millones de euros en la reconversión, que a juicio de Matutes «ha sido provechosa». Tanto que no duda en invertir otros 20 millones para transformar el actual Hotel Playa d´en Bossa en una especie de prolongación del Ushuaïa, pero aún más lujoso, una vuelta de tuerca en el más caro y exclusivo todavía.

«Esta vez mi padre ya lo tiene más claro», sonríe el pequeño de los Matutes: «Con el primer proyecto él no sabía, no era consciente de lo que movía la música electrónica en estos momentos. Y encima el Club Playa d´en Bossa era un hotel que no nos iba mal. Hacer allí una gran, grandísima reforma, gastarnos mucho dinero en un concepto totalmente novedoso que no había en otro sitio, le costaba entenderlo, aunque yo estaba convencido de que iba a ir bien».

Esta vez ni ha rechistado. «En el nuevo hotel nos diferenciaremos un poquito del Ushuaïa con bares más tranquilos de música chill-out. Tendrá unas vistas impresionantes [en la azotea habilitarán un skybar] y las suites serán más grandes. De hecho, una será la más grande de Eivissa, con más de 200 metros cuadrados». Y más caro aún, «incluso con servicio de mayordomía. Será meter más lujo a un modelo, el del Ushuaïa, que ya funciona», anuncia Matutes.

Por cierto, Ushuaïa solo tiene tres estrellas. La empresa, asegura su director, Juan Cardona, tramita otras dos.