Ni en sus sueños más surrealistas, el precoz aprendiz de político socialista Joan Carles Rodríguez se hubiera imaginado que paseando tranquilamente por Vila un sábado por la mañana le iban a recriminar no hacer gala de su hiperactivismo social apoyando la cadena humana de la FAPA en contra de los recortes en educación. Algunos de los que, vestidos de verde, iniciaban la marcha desde el parque de la Paz, incluso bromearon preguntándole si el próximo curso será alumno de un centro privado. Rodríguez sonrió, contestó a la broma con igual sorna y les vio partir con sus globos verdes, sus camisetas verdes, sus cartelitos de preocupación colgados del pecho y encabezados por Miquel y Oriol, dos jóvenes activistas que ni sumando sus años alcanzarían la mayoría de edad.

Rubito, con cara de bueno y aparentemente tímido. Ninguna de las más de 250 personas que comenzaron la marcha se imaginaban que el pequeño Oriol, de no más de seis años, sería, salvando las distancias, su ´hombre de Tiananmen´. Vale que no había tanques, solo un coche de la Policía Nacional y varios agentes en moto. Vale que no se lucha contra un gobierno represor y corrupto, pero sí contra un gobierno. Pero tras la parada frente al Consell, Oriol se hizo con el megáfono, apretó el paso y recorrió buena parte de la avenida de España dirigiendo la protesta con su voz blanca al ritmo de «Prou retallades. Rescatem l´educació!».

Detrás, a unos metros, su hermano Miquel seguía la marcha levantando bien la pancarta. Ni que decir tiene que a su padre, el vicepresidente de la FAPA, Ramón Roca, se le caía la baba. Lo mismo que al resto de padres que veían a sus retoños bautizándose en la lucha social.

´Preocupat per mi i els meus amics´, se leía en el cartel de Luca, alumno de Infantil. ´Futur alumne preocupat´, rezaba el folio enganchado en un cochecito de bebé.

Pero la lucha verde no era ayer patrimonio de padres e hijos. Manuela lució orgullosa el cartel que, en rojo, le escribió su hija: ´Yaya preocupada´. «Aquí pone madre y abuela preocupada, pero me temo que, si esto sigue así, acabaré siendo una bisabuela preocupada», ironizó Isabel frente a la delegación de Educación. «Pues aquí pone padre preocupado, pero debería poner padre enfadado. O acojonado, si no estuviéramos en horario infantil», comentó Asier cogiendo de la mano a su mujer y a su hijo para afrontar, ya sí, en forma de cadena humana, los últimos metros de la manifestación. Entre los eslabones, algunos maestros. Joana, profesora del colegio Jesús «y madre» no podía quedarse ayer en casa sabiendo de buena tinta cómo están las cosas. Tampoco la directora del centro, Ana María Torres, se perdió la protesta, vestida no de verde sino de negro, «de luto por la educación». Jesús, abuelo y padre, también optó por este dress code, como explicó poco antes de que la cadena se rompiera, justo antes de alcanzar la estatua de Vara de Rey, por los eslabones más pequeños, que soltaron manos, pancartas y globos a la vista del mejor final posible para su primera manifestación: una portería y varios balones (verdes por supuesto) para marcar, antes de la lectura del manifiesto, ´Un gol per l´ensenyament públic´. ¿El autor de este lema? Oriol, cómo no.