Martín Candioti Ceresetto nació en un pueblo de la provincia de Buenos Aires aunque, después de más de 20 años en Ibiza, se considera tan español como argentino. Aterrizó en Madrid el 30 de mayo de 1990 y un 30 de mayo, pero de este año, quedó en libertad provisional pendiente de juicio –tras pagar una fianza de 3.000 euros–, según recuerda en la entrevista. En la cárcel cumplió 51 años el pasado 1 de abril. Sus amigos le cantaron el ´cumpleaños feliz´ y soltaron globos a la puerta de la prisión. En Ibiza ha vivido diez años en es Pou des Lleó, con su esposa, y otros diez desde que se separó en la sierra de Morna, donde siempre ha estado rodeado de amigos. No tiene hijos. Será juzgado por provocar presuntamente, por una imprudencia, el incendio que arrasó 1.576 hectáreas de monte en Sant Joan y Santa Eulària la primavera pasada.

En la entrevista interviene también Pablo García Albizuri, portavoz de los amigos de Martín, que ha promovido varias acciones para lograr su puesta en libertad.

—¿Cómo se encuentra después de una semana fuera de la cárcel?

—Estoy aterrizando. No es fácil recuperar mi vida después de un año en prisión. Habría sido más difícil sin el apoyo de mis vecinos y de mis amigos.

—¿El recibimiento fue muy emocionante?

—Sí, eso de pisar el asfalto sin esposas es muy satisfactorio.

—¿Qué ha hecho estos días?

—Me he instalado en una nueva vivienda que me han facilitado mis amigos [una casa de campo cerca de Vila, prefiere no decir el lugar] en la que trabajaba como jardinero antes de ingresar en prisión. Me han hecho un contrato. Tengo casa y trabajo.

—¿Ha pensado mucho en el día del incendio?

—Lo he revivido constantemente. En la cárcel no hacía más que pensar en qué momento me pude haber equivocado. Nunca lo encontré. Si no hubiese sido por las visitas de mis amigos todos los fines de semana, las depresiones habrían sido mucho más grandes.

(En este momento comienza a intervenir también en algunos momentos de la conversación Pablo García).

— P. G. Recuerda que hay 500 personas registradas en los grupos de Facebook que se crearon para solicitar la libertad de Martín y que han recogido más de 800 firmas de apoyo.

—¿Qué ocurrió el 25 de mayo de 2011 en la sierra de Morna?

—M. C.: Me levanté temprano y fui a visitar a mis abejas, como todas las mañanas. Llegué pronto, a las diez. Después de ahumar, vi que tenían miel, coloqué unos cuadros que faltaban, comprobé que estaba todo en orden y me retiré.

—¿Cuántas colmenas tenía?

—M. C.: Solo una, una ´colmena trampa´ de las que se colocan en la época de enjambrazón, para que caiga el enjambre. El tamaño es similar al de una caja de cervezas. Tiene diez cuadros dentro con cera que los animales estiran. Era un enjambre nuevo. La colonia podía ser de alrededor de 5.000 abejas.

—¿Cómo utilizó el ahumador que, según la Guardia Civil pudo provocar la chispa que originó el incendio?

—M. C.: No estaba regulado el tema de los ahumadores en verano [sí existía la regulación, aunque tras lo ocurrido en Morna se es más exigente en su aplicación]. Ahora, a raíz de este incendio, hay que solicitar una licencia. Coloqué un manojo de romero verde que hizo de tapón y evitar que saltasen chispas. Lo llevaba armado [preparado] de casa. El ahumador no lleva brasa, unas pinochas [hojas del pino] lo encienden. El humo lo produce el romero verde. Es un humo frío, para no quemar a las abejas. Estuve diez minutos, coloqué los cuadros que faltaban en la colmena y me fui.

—¿A qué hora regresó a su casa, que está situada a unos 300 metros de la colmena?

—M. C.: A las 10.30 estaba en casa. Antes me crucé con mi payesa (la mujer propietaria de la finca en la que vivía y trabajaba el apicultor en Morna). Yo soy payés también, aunque sin tierra (ríe). En ese momento le informé de que teníamos una nueva colmena, le señalé dónde estaba y hasta le mostré los cuadros que había retirado.

—¿Cuándo se enteró de que había un incendio?

—M. C.: Después de comer unos nísperos con la payesa regresé a casa y me duché. Hacía mucho calor. Me recosté a dormir porque por la tarde tenía examen de nivel medio de inglés en la Escuela Oficial de Idiomas. A las 12.30 horas subió una moto, cuando me disponía a comer una ensalada de mi huerto. A la media hora el piloto de la scooter azul bajó diciendo que había humo en la montaña y que ya estaba dada la alarma.

—¿Qué hizo?

—M. C.: No llegué a comer. Con las sandalias y mi sombrero puesto me dirigí al lugar del que salía una pequeña columna de humo. Era la una menos cuarto. De camino me cruce con una cuadrilla de forestales [agentes del Institut Balear de la Natura -Ibanat-] que venían de trabajar en la zona de Benirràs. Yo les guié y les indiqué cómo llegar de la forma más fácil hasta el foco, a través del bosque.

—¿A qué distancia de la colmena estaba este primer foco del incendio?

—M. C.: A unos cien metros, al lado de la casa de un vecino, un ciudadano alemán. Las abejas empezaron a picar a los agentes. Luego ayudé a los bomberos a llegar hasta allí, tenían un camión muy grande.

—¿A qué hora se fue a casa?

—M. C.: A las tres de la tarde. Quería prepararme para ir a Vila a hacer el examen. Me fui preocupado por el fuego, pero tenía que presentarme, había estudiado mucho.

—¿Cuándo regresó?

—M. C.: Sobre las ocho de la tarde. Había ya una gran columna de fuego. Los agentes del Seprona [Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil] me preguntaron si podía ayudarles a esclarecer los hechos. Yo era el apicultor de la zona en la que comenzó el fuego. La colmena estaba quemada y las abejas no nos dejaban trabajar.

—P. G.: Fue un poco raro, la gente empezó a buscar a Martín porque decían que el fuego empezó en la colmena. Sin embargo, el Seprona no pudo acercarse porque estaban las abejas.

—M. C.: La mancha negra [el foco donde el Seprona dice que comenzó el incendio] estaba a cinco o seis metros de la colmena.

—¿Cuándo le detuvieron?

M. C.: Yo acompañé al Seprona, sin estar detenido, al cuartel de Can Sifre. Eran las 21.30 horas. Estábamos colaborando. Sobre las once de la noche me arrestaron y me informaron que habían deducido que yo podía ser el responsable del incendio. Me quedé en estado de shock.

—¿Mantiene su inocencia?

—M. C.: Yo soy inocente.

—¿Va a pedir algún tipo de reparación por el año que ha pasado en la cárcel?

—M. C.: No lo sé, acabo de salir de la cárcel bajo fianza gracias a mis amigos, a mis vecinos y a los medios de comunicación por haber rectificado [el apicultor y su amigo consideran que en los primeros días las informaciones no fueron del todo correctas]. Haré lo que diga mi abogado. Me siento mal por haber estado un año en la cárcel sin fecha para el juicio. En tres meses podían haber tenido mi perfil, que no es delictivo. Estuve en prisión por la alarma social.

—P. G.: El juez dijo en un auto que Martín era una buena persona y que existían muchas dudas. A nosotros nos parece una barbaridad que Martín haya estado un año en la cárcel. Sería interesante saber cómo piensan compensarle por ésto. Las pruebas para condenarle no existen. Es una faena lo que le han hecho. A pesar de todo, estamos muy contentos de la movilización, en esta época tan dura que vivimos. Todas las manifestaciones han sido pacíficas, no se han escuchado insultos.

—¿Por qué cree que se le denegó la libertad provisional tres veces y se le concedió en la cuarta petición?

—P. G.: Los 3.000 euros son una cantidad simbólica. El magistrado tenía miedo de que si dejaba en libertad a Martín y se fugaba le culparan a él. La presión social ha sido fundamental, así como la intervención de la Defensora del Pueblo [envió una carta al Fiscal General del Estado para interesarse por el caso].

—¿Cree que la movilización social ha sido fundamental para que ahora esté en libertad?

—M. C.: Seguro, porque el sistema judicial español es injusto.

—P. G.: Hubo una condena previa a Martín, esto es muy peligroso. No existió una presunción de inocencia. Para la sociedad es muy cómodo tener un culpable.

—¿Por qué tiene tantos amigos?

—P. G.: No somos amigos, somos una familia [Martín, por modestia, evita responder a esta pregunta]. Para mi hijo, él es el tío Martín.

—¿Cuándo comenzó su interés por la naturaleza en general y por la apicultura en particular?

—M. C.: Me viene de familia. Mi hermano es un buen apicultor en Argentina. Me gusta trabajar de jardinero, me siento muy bien en el medio ambiente. Yo soy de campo. Vengo a la ciudad para estudiar o a algún evento cultural, como ir al cine.

—¿Ha dejado muchos amigos en la cárcel?

—M. C.: Algunos. La mayoría de los reclusos que estuvieron conmigo en el módulo de ingresos me lo agradecieron porque les ayude a comportarse en los patios. Utilicé mi paciencia y la poca psicología que tengo para que su estancia en prisión les fuese más llevadera.

—¿Qué destaca de lo sucedido en el último año?

—M. C.: El gran apoyo que tuve de mis amigos y de mis vecinos que hacen que Ibiza sea mi lugar elegido para vivir.