­No se puede pasar entre los pupitres. Los de la última fila no escuchan al profesor, que se desgañita para llegar a todos. Las mochilas ocupan los minúsculos pasillos y, si fuera invierno, no se podrían colgar los abrigos porque las mesas están pegadas a la pared. Agobiante y masificada. Así será un aula de Secundaria el próximo curso, según denunció ayer con una performance en Santa Getrudis el Col·lectiu de Professorat Preocupat. Una agria parodia que incluso consiguió que algunos de los turistas que estaban cenando en el centro del pueblo dejaran sus bocadillos y se acercaran al aula simulada, ocupada por 35 apiñotados alumnos, interpretados por padres y profesores. Algunos de estos últimos estaban enfadados porque, según explicaron, el cura de Santa Gertrudis les impidió usar la plaza de la iglesia para la protesta, que trasladaron a la calle principal.

Anna Espert, profesora del instituto Balàfia, organizador de esta nueva convocatoria de ´L´aula al carrer´, insistía, mirando la sobresaturada clase: «No es una ficción es una realidad». «Verlo así impresiona, pero impresiona mucho más cuando lo ves en la clase, con las paredes. Es muy agobiante», comentaba la madre de Nerea, que no se acababa de atrever a ofrecerse voluntaria para intentar moverse entre los pupitres, entre los que Llanos, la ´profesora desquiciada´, apenas podía dar unos pasos. «Y eso que soy de educación física», ironizaba interpretando su papel, el de una docente incapaz de atender correctamente a todos sus alumnos: los recién llegados, el que tiene problemas de audición o dificultades de aprendizaje, el que necesita que le repitan las cosas, el que no ha escuchado porque los demás no se callan, el que no ve bien la pizarra, el que se ha dejado el libro en casa, el que tiene alguna discapacidad?

Carol, profesora de Sa Blanca Dona, megáfono en mano, recordó que, además de los problemas de espacio (35 alumnos y un docente en 54,46 metros cuadrados), el curso que viene los tutores solo podrán reunirse con los padres media hora cada cuatro meses, que los estudiantes de Bachillerato tendrán más dificultades para poder cursar la modalidad que elijan en el centro más cercano y que los problemas de espacio son más peligrosos en las aulas de tecnología. «Esto son las medidas reales del aula, de las mesas, de las sillas y, casi casi, de los alumnos», indicó Carol.

El grupo de madres sentadas en los pupitres de cartón, condenadas casi a la inmovilidad durante la protesta, quedaron convencidas de la necesidad de luchar contra los recortes. Precisamente, que padres y alumnos se impliquen más en la lucha fue una de las reivindicaciones que hizo Anna Espert, sentada en la última fila del aula móvil con la camiseta verde, que repetirá la acción hoy a las once y media de la mañana en el Passeig de ses Fonts de Sant Antoni a pesar de que el colectivo no tiene el permiso del Ayuntamiento de Sant Antoni. Los docentes, cargados de ironía, alertaron ayer de una consecuencia más de la masificación en las aulas: subirá la nota media de los centros. Los alumnos están tan cerca que podrán copiarse unos a otros.