­Arte y Literatura son las dos grandes pasiones de Juncosa. Ha escrito numerosos ensayos y libros de poesía, ente ellos ´Libro del océano´, de 1991, ilustrado por Miquel Barceló. ¿Y qué artistas actuales interesan a este experto en arte? Cita las instalaciones de Liam Gillick o Philippe Parreno, las esculturas de Iran do Espírito Santo y a la artista multimedia Nalini Malani.

—Une a Flanagan y Barceló en la exposición de inauguración del MACE. ¿Qué cosas les unen?

—La idea de la exposición es de Elena [Elena Ruiz Sastre, directora del MACE]. Barceló y Flanagan se conocieron a través de mí. Yo ya conocía a Miquel porque somos amigos de Mallorca y vino a la inauguración de una exposición de Barry Flanagan, la primera grande que yo hacía. Se conocieron, se cayeron bien y se hicieron amigos. Los dos han trabajado en cerámica con ambición y muy buenos resultados. El dibujo es también muy importante para los dos. Se trataba de pensar una idea interesante pero que no tuviese un coste muy alto, como hubiese sido traer bronces de Flanagan o grandes cuadros de Barceló. Miquel ha aceptado presentar obra nueva, que es un lujo para Ibiza, porque no es una cosa que pase con frecuencia. Es una buena idea de Elena. Barceló es atractivo para el público y también es un modo de hacerle un homenaje a Barry.

—Ha dejado la dirección del museo IMMA de Irlanda para instalarse en Ibiza, escribir, y comisariar exposiciones como freelance. Un cambio importante.

—Trabajar independientemente me permite hacer las dos cosas: escribir y seguir vinculado al arte. Es un momento muy difícil. En los últimos dos años en el museo mi trabajo era despedir gente y cancelar exposiciones...

—Qué triste.

—No todo es la seguridad del salario. Si estás en una institución y puedes hacer un montón de cosas, estupendo, pero cuando estás con los mínimos no puedes desarrollar el trabajo bien. Ser freelance tiene otras complicaciones pero ahora tengo proyectos, también fuera de Ibiza, por supuesto. He publicado poesía, tengo escrito un libro de cuentos que quiero publicar, otro libro de ensayos que saldrá en Irlanda y ahora trabajo en una novela. Me voy en mayo a Connecticut [EEUU] a una residencia de escritores de la fundación Josef Albers. Espero terminar la novela este año.

—¿En qué pilares se tendría que cimentar esta nueva andadura del MACE?

—Creo que los museos y, no lo digo solo para el MACE, necesitan abrirse mucho a la sociedad. En Dublín no había una tradición muy grande de artes plásticas pero sí hay una tradición literaria enorme. El museo abrió en las afueras de la ciudad y al principio costaba mucho que la gente fuera. Intenté abrirlo mucho, involucrando todas las artes. Hicimos conciertos de música electrónica, pop, circo en Navidad, danza, teatro, presentábamos libros... Intenté que todo el mundo, fuese escritor o cineasta, quisiera hacer algo en el museo. La gente comenzó a venir en masa. Además de exposiciones puedes hacer otro tipo de actividades que no cuestan mucho. Poco a poco la gente se da cuenta de que todo lo que se hace en el museo es interesante y eso hace que se acerquen a él. Te fías del museo y vas. Intentaba que el museo fuese muy dinámico y creo que eso funciona bien en lugares pequeños como Ibiza. La gente va un día a ver la exposición y no vuelve, pero si pones en marcha actividades la gente vuelve. En Irlanda funcionó. No hay que ser muy dogmático sino abierto a todo tipo de cosas. Hacíamos arte contemporáneo pero también una exposición de Frida Kahlo, de Georgia O´Keeffe o Lucian Freud, que son artistas muy buenos. Esto cuesta mucho hacerlo, es verdad. Ahora no creo que fuese posible.

—Un artículo en El País explicaba que el éxito de los museos se basa, en tiempos de crisis, en coproducciones y trueques. ¿Está de acuerdo?

—En el IMMA hacíamos muchas coproducciones pero las coproducciones para las instituciones pequeñas también son difíciles. Tienes que estar pendiente de la exposición allá por donde se va moviendo, porque tú has pedido las obras y tienes que velar por ellas. Abarata mucho pero multiplica el trabajo. En el IMMA lo que hacíamos era ser los primeros en hacer una determinada exposición. Traje a muchos artistas de países en desarrollo como Brasil, Thailandia o India y muy pocos museos se atreven a hacer esto. Un museo necesita tres o cuatro años para poner la máquina en marcha. Para hacer itinerancias tienes que programar a dos o tres años vista y si no sabes ni qué presupuesto vas a tener, como sucede ahora, es una práctica un poco irresponsable.

—Hablando de presupuestos, el del MACE parece escasísimo: 257.997 euros [una parte va a la Casa Broner y al Museo Puget].

—El coste medio de una exposición en el museo de Dublín era de 150.000 euros. Y era un museo pequeño... Es muy justito, sí, pero creo que el museo es igualmente es importante para la isla y para la ciudad. Los museos se necesitan en España. Los políticos interfieren mucho en los museos, aunque su dirección es un trabajo técnico, absolutamente de especialistas. La gente que lleva los museos tiene que saber de arte. El IVAM de Valencia es uno de los museos más importantes del mundo y mira cómo está ahora. Cuando un museo va bien los políticos, en vez de pensar ´qué suerte tenemos con la persona que está ahí´, piensan que hay que quitarlo y que es muy fácil que las cosas funcionen solas.

—Y luego se desmorona todo.

—Pues sí. La cultura es frágil, necesita gente con mucho talento llevando las cosas, los proyectos.

—¿Si no cuentas con un reclamo potente, un nombre conocido, no llevas a la gente a un museo?

—Si se hace esto se tiene que hacer con un criterio. No hay tantos artistas en el arte contemporáneo que puedan atraer a masas. Andy Warhol, Damian Hirst y Jeff Koons... pocos más. En el IMMA innovamos en la manera de presentar la colección, que es algo más barato. Si tu tienes una colección que no es la del MoMA o del Pompidou tienes que presentar las cosas de otra manera, como en Ibiza, que tiene un fondo limitado. No necesitas cien Picassos para hacer una exposición interesante. La gente está abierta a que hagas cosas más experimentales. Yo lo he visto en Dublín. Los programas de educación y comunidad también son importantes. Hay personas a las que los museos las intimidan, pero si han estado en una actividad con sus hijos y ven que lo que hay ahí es interesante y se presenta de una manera más innovadora y optimista... cambia la percepción.