Jafar Panahi, director galardonado con el Oso de Oro en Berlín, entre muchas otras distinciones; Mahnaz Mohammadi, realizadora de documentales comprometidos con la realidad de las mujeres de su país; Mohammad Rasoulof y Mehdi Pourmoussa son nombres relevantes de la cultura persa que tienen algo más en común: todos han pasado o están en prisión sin otra causa que defender el respeto a los derechos humanos como denunció el jueves la artista visual Rebecca Rouge en el coloquio posterior a la proyección de la película de Panahi ´Offside´ en el Club Diario de Ibiza.

Sus nombres dan relumbrón a algo que sucede cotidianamente en el país de los ayatolás: la prisión sin cargos y sin motivo de muchos que se atreven a protestar por la falta de libertades en la república islámica de Irán. La padecen anónimos como la periodista y blogera Parastoo Dokouhaki, que aún no conoce a qué cargos se enfrenta mientras sigue entre rejas, o la fotógrafa Maryam Majd, forofa del deporte. Fue encerrada cuando se disponía a viajar con la selección femenina de Irán para seguir su participación en la Copa del Mundo de 2006 en Alemania. Las autoridades habían averiguado que Majd vio en un estadio de Seúl un partido entre futbolistas masculinos, una obscenidad según la policía moral de Irán.

La película de Panahi, precisamente, relata en tono inocentón la peripecia de unas muchachas que se disfrazan de chavales para poder ver el partido en el que Irán venció a Bahrein y se clasificó para la fase final del mundial de Alemania, en 2006. El neorrealismo de Panahi es tan militante que el director filmó el final según ocurrían los hechos en las calles de Teherán y preparó dos desenlaces, otro por si la selección persa perdía.

Pero hablar de chicas ´travestidas´ violando la estricta vigilancia moral de los ayatolás es tabú, a pesar del Oso de Oro que le valió la película en Berlín. «¿Qué se puede pensar de un país que encierra a los artistas que le dan brillo a su cultura?», se preguntó Rouge, que viaja a menudo al país chiíta –vigilando mucho lo que hace en el país para mantener su visado–.

Panahi, después de sufrir tortura y salir en libertad con cargos 70 días después, fue sentenciado a seis años de cárcel y otros 20 de inhabilitación –«No podrá dirigir», explicó Rouge– por «actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el régimen».

«Soy cineasta y soy mujer, dos razones para ser culpable en este país», dijo Mohammadi enfrentada a una condena similar, según rememoró la francesa Rouge. La artista la animó a exiliarse: «No quiso. ´Si hablar de los derechos de la mujer en Irán es un crimen, lo asumo´, replicó».

Pero lo que sucede allí se conoce gracias al activismo internacional y a los propios que lo sufren. Panahi escondió en un pastel un USB con su última película, ´Esto no es una película´, en el que un amigo ha filmado cómo vive su cautiverio domiciliario. El pastel se descubrió en Cannes.