«A don Toni Arabí Torres, que me explicó cuanto sé del ´Manolito´».

Aquel era el escenario del ´Manolito´ que tenía sus norays frente a la Fonda Formentera. Pero decir ´Manolito´ es recordar también aquellos días de turbión en los que los ´correos´ de la Trasmediterránea quedaban atrapados en el puerto, mientras el ´Manolito´ iba y venía entre Ibiza y Formentera como si no pasara nada. Los marineros decían que era casi insumergible y yo puedo confirmarlo porque un día de otoño, con lluvia y mucho viento, me sorprendió un tremendo temporal en la Savina y recuerdo que antes de embarcar, viendo la que estaba cayendo, ya andaba descompuesto. Las palmeras se doblaban como juncos y las sillas de las terrazas, en volandas, habían ido a parar al mar y, como restos de un naufragio, se alejaban a la deriva. Mal presagio que no amilanó al patrón y el ´Manolito´ zarpó como cualquier otro día. Al doblar el faro, empezaron los bandazos y era tal el bamboleo que cuando el barco se acostaba sobre una banda parecía imposible que pudiera recuperarse. Y peor era el cabeceo, pues clavaba la proa como un submarino para levantarse sobre una ola y, a continuación, dejarse caer con un restallamiento de maderos que nos subía el corazón a la garganta. El viento del NW hizo que enfiláramos hacia Porroig y Jondal, hasta que el Cap Llentrisca nos abrigó y doblamos hacia la Punta de la Rama. El viaje duró el doble de lo habitual, pero lo sorprendente fue que, pasada la Punta de ses Portes, la encalmada fue total y el ´Manolito´ entró en el puerto como si hubiera hecho la más plácida travesía. La pena fue que los pasajeros, con el estómago del revés, desembarcamos vacilantes y dando al traste con aquella entrada pacífica y triunfal. Sólo puedo añadir que, mucho después de tocar tierra, yo seguía ´embarcado´, con una tremenda melopea.

Aquel ´Manolito´ que los isleños mitificamos había sido una barca de bou construida en Gijón el 1925 y tenía 16,62 m de eslora, 4,16 de manga y 2,05 de puntal. Navegó el Cantábrico y luego tuvo su base en Cádiz, hasta que, el 1949, fueron a buscarla por encargo de Aviación y Gobernación de Baleares que la adquirió, junto a otra embarcación llamada ´Pura´, con la peregrina idea de dedicarlas a pescar y alimentar con sus capturas a la guarnición militar mallorquina. De la tripulación que hizo el viaje desde Cádiz, sólo tengo noticias del ´Rubio´, alias del patrón, Joan Pallarés, Vicent Payá y Toni Arabí que era motorista. En aguas atlánticas africanas probaron su condición para la navegación de altura, pescaron cuatro días y, de regreso, hicieron parada en Ceuta, Algeciras, Águilas y Alicante, donde le dieron un repaso, eliminando seis literas, tres por banda, que quedaban sin función en su nuevo cometido. En Ibiza desembarcó Arabí y embarcó Toni Miquelet para seguir hasta Mallorca, que sería su base. Parece que el intento de pescar fracasó estrepitosamente, no por los barcos que tenían buenas condiciones y gobierno, sino por la marinería militar que de pesca no tenía ninguna experiencia. El fiasco hizo que, algunos meses después, el ´Pura´ se dedicara a proporcionar el soporte de superficie que los buzos precisaban en sus inmersiones, mientras el ´Manolito´ era adquirido el 1950 por Juan Ferrer Castelló (Joan Sala), que lo adaptó, sin lujos, para el transporte de pasajeros entre Ibiza y Formentera.

Recuerdo que en la cubierta de proa uno se sentaba sobre sacos, junto a jaulas de gallinas y gorrinos que, eso sí, iban bien amarrados.

Como barca de pesca, el ´Manolito´ llevaba una máquina de vapor de 50 HP alimentada con carbón y después con leña, y finalmente con un motor diésel Escandia de 120 HP. Los viajes se hacían los lunes, jueves y sábados, pero enseguida fueron diarios. Y así siguió diez años.

Hasta que el 15 de marzo de 1960, tal vez cansado de ir y venir, viajando hacia Formentera con un fuerte mestral y superados los freos, al cruzar frente a la torre de sa Guardiola, recibió un golpe de mar que le abrió los bajos y sólo pudo arrimarse al Racó de s´Alga donde escoró, cogió más agua y tocó fondo, sin ningún peligro para los diecinueve pasajeros ni tampoco para los gorrinos que, poco después, rescató el ´Ciudad de Formentera´. Aquel aciago día, el patrón era Vicent Serra Castelló (Vicent Blai), el motorista Vicent Ferrer Castelló Sala y los marineros Joan Mayans, Vicent Verdera Mateu y Josep Mayans (Pep de na Teueta). El patrón comentó el suceso diciendo que al torero no lo mata el toro, sino el público que acude a la plaza, dando a entender que el problema estuvo en la presión que, por la buena fama de ´barco marinero´, hacía que el Manolito navegara así cayeran chuzos. El último recuerdo que conservo es una entrañable felicitación navideña que, a pesar de sus terribles versos, enternece: «Me llaman el Manolito / que es un nombre de torero, / dicen que voy despacito / pero soy muy marinero. // Tengo una gran experiencia / en los asuntos del mar / y no defraudo la fe / de quien quiere viajar. // Por un precio que da risa / hago una larga carrera, / voy de Formentera a Ibiza / y de Ibiza a Formentera. // Cuando con mujeres voy, / de contento me ´meneo´ / y no sé lo que les doy / que enseguida las mareo. // Al cliente complaciente / en tan gran festividad / este barco diligente / le quiere felicitar // Tenga, pues, felicidad / y pase bien la Navidad, / con alegría y humor, / que, con tres golpes de pito, / se despide este vapor, / su seguro servidor, / que lo es, ´El Manolito´».